Silvestre Mercado nunca estuvo destinado a ser una estrella, o al menos así parecía al mundo que lo conocía.
Proveniente del barrio popular de Tepito, en la Ciudad de México, Silvestre fue la voz que emergió de los arrabales para conquistar el corazón de México y ayudar a forjar uno de los grupos más emblemáticos de la música tropical: la Sonora Santanera.
Su historia es un relato de talento, lucha y una profunda pasión por la música que trascendió generaciones, pero también está marcada por la tragedia y el sufrimiento personal.
Nacido en 1938 en Tepito, Silvestre creció en un entorno difícil, hijo de un zapatero y rodeado de las duras realidades del barrio.
Desde niño, su voz y su amor por la música se hicieron evidentes, cantando para sus amigos y ofreciendo serenatas por unos pocos pesos.
Su destino cambió cuando audicionó para la orquesta que Carlos Colorado formaba en Tabasco, llamada inicialmente Sonora Tropical.
Al mudarse a la Ciudad de México, el grupo se transformó en la legendaria Sonora Santanera.
En 1955, gracias al apoyo del comediante Jesús Martínez Palillo, la agrupación comenzó a presentarse en escenarios importantes, ganando rápidamente el cariño del público.
Adoptaron el nombre Sonora Santanera, un homenaje a Santa Ana, Tabasco, y a la famosa orquesta cubana Sonora Matancera.
Silvestre Mercado se convirtió en una de las voces definitorias del grupo, junto a Juan Bustos y Andrés Terrones, creando un trío vocal inolvidable que interpretó éxitos como “La Boa”, “Amor de Cabaret” y “Perfume de Gardenias”.
Silvestre no tenía una voz técnica ni educada en academias, pero poseía un “duende” único, esa fuerza inexplicable que atrapaba el alma del oyente.
Su estilo melodramático y dolido convirtió los boleros en confesiones abiertas de desamor y anhelo, con una manera particular de alargar vocales y arrastrar consonantes que hacía sentir cada canción como una herida abierta.
Su voz era para muchos el consuelo en momentos difíciles, ayudando a reconciliar rupturas y sanar corazones rotos.
A pesar de ello, Silvestre confesaba que no le gustaban muchas de las letras que cantaba, pues no quería ofender a las mujeres que amaba y respetaba profundamente: su abuela, madre, esposa e hijas.
A lo largo de su vida, Silvestre enfrentó la diabetes, una enfermedad que silenciosamente fue consumiendo su salud.
Aun así, continuó cantando con orgullo, llegando a presentarse en escenarios internacionales como la Feria Mundial de Hannover en Alemania.
Su compromiso con la Sonora Santanera fue absoluto, declarando que estaría con el grupo “hasta la muerte”.
Su fallecimiento a los 62 años, debido a una falla hepática relacionada con su enfermedad, marcó el fin de una era.
Silvestre fue el último fundador vivo de la Sonora Santanera, y su partida dejó un vacío imposible de llenar.
Su último mensaje a sus compañeros fue un ruego sincero: “Muchachos, les encargo a la Santanera. No dejen que muera.”
La historia de la Sonora Santanera es la de un grupo que nació de la unión de jóvenes músicos con hambre de éxito y talento innato.
Bajo la dirección del trompetista Carlos Colorado, la orquesta fusionó ritmos tropicales como la cumbia, mambo, cha-cha-chá, bolero y danzón para crear un sonido único que conectaba directamente con la gente común.
A pesar de obstáculos, tragedias y cambios en la alineación, la Sonora Santanera se convirtió en un símbolo de la música mexicana, con más de 50 años de historia, 53 discos grabados y reconocimientos como el Grammy Latino y premios Billboard.
La llegada de nuevas voces como Sonia López y María Fernanda mantuvo vivo el espíritu del grupo, que sigue siendo un patrimonio cultural vivo de México.
La vida dentro de la Sonora Santanera no estuvo exenta de dificultades.
Tragedias personales, como el asesinato de uno de sus miembros originales, Armando Espinoza, y la muerte prematura de familiares cercanos, marcaron profundamente a los integrantes.
Además, tras la muerte de Carlos Colorado, surgieron tensiones y conflictos por el control del grupo, con disputas legales y la aparición de múltiples agrupaciones que usaban el nombre Sonora Santanera, generando confusión entre el público.
La viuda de Colorado, Yolanda Almazán, asumió la administración del grupo para proteger el legado de su esposo, enfrentando resistencias y controversias.
A pesar de estos desafíos, la esencia musical de la Sonora Santanera ha perdurado, transmitida a nuevas generaciones de músicos y seguidores.
Silvestre Mercado no solo fue la voz del barrio, sino el alma de la Sonora Santanera.
Su estilo único, su pasión y su respeto por la música y las mujeres que amó dejaron una huella imborrable en la música tropical mexicana.
Su historia es un testimonio del poder de la música para transformar vidas y unir a las personas.
Cada vez que suenan los clásicos de la Santanera, la voz de Silvestre resuena, recordándonos que detrás de cada canción hay una historia de lucha, amor y entrega.
Su último deseo sigue vivo: que la Sonora Santanera no muera, que siga bailando en los corazones de México y el mundo.
