Talina Fernández fue mucho más que un rostro familiar en la televisión mexicana; se convirtió en un símbolo de fortaleza, elegancia y resiliencia.
Sin embargo, detrás de las cámaras, su vida estuvo marcada por una serie de eventos dolorosos que habrían quebrado a casi cualquiera.
La muerte repentina de su hija, Mariana Levi, cambió todo, transformando su existencia en una pesadilla de la que nunca pudo despertar del todo.
El 29 de abril de 2005, lo que debería haber sido un día de alegría se convirtió en un horror inimaginable.
Mariana, de 39 años, iba en un auto con su esposo y sus hijos hacia un parque en la Ciudad de México para celebrar el Día del Niño.
Sin embargo, en medio del tráfico, notaron una motocicleta sospechosa siguiéndolos.
Este hecho, que en una ciudad plagada de secuestros exprés podría parecer una simple precaución, desató el pánico en Mariana, quien siempre había vivido con cierta ansiedad.
El estrés emocional alcanzó niveles críticos; su corazón comenzó a acelerarse y, antes de que alguien pudiera ayudarla, Mariana colapsó en el asiento del auto.
A pesar de los esfuerzos de los paramédicos, su vida se apagó debido a un infarto masivo, desencadenado por el intenso estrés.
Para Talina, esta pérdida fue devastadora, un golpe que redefiniría su existencia.
Nacida Catalina María del Sagrado Corazón Fernández Veró en 1944 en la Ciudad de México, Talina creció en una familia conservadora de clase media alta.
Su padre, Jorge Fernández Verod, era un hombre estricto que valoraba la formalidad y la disciplina, mientras que su madre, Catalina Vela Alcaraz, provenía de un entorno que priorizaba las apariencias y la feminidad.
Desde pequeña, Talina aprendió que la obediencia era obligatoria.
A lo largo de su vida, Talina se destacó académicamente, asistiendo a prestigiosas instituciones como el colegio alemán Alexander von Humboldt.
Sin embargo, a pesar de sus logros, sentía un vacío emocional. Su crianza fue emocionalmente árida, y a menudo se preguntaba por su lugar en el mundo.
Su primer sueño fue convertirse en enfermera, una carrera que la llenaba de propósito, pero el amor la llevó por un camino diferente.
Talina conoció a Gerardo Levi, un francés encantador, y se casaron a finales de los años 60.
Durante la siguiente década, Talina se dedicó a su familia, dando a luz a tres hijos: Mariana, Jorge “Coco” y Patricio. Sin embargo, el matrimonio comenzó a resquebrajarse.
Gerardo se volvió cada vez más ausente, dejando a Talina criar a los hijos sola. Tras casi diez años de matrimonio, se divorciaron.
En el México de los años 70, ser divorciada era escandaloso, y Talina se encontró en un limbo social.
A pesar de las dificultades, Talina no se dejó vencer. Se reinventó y, casi por accidente, comenzó su carrera en televisión.
Fue descubierta por el actor y conductor argentino Raúl Astor, lo que la llevó a participar en programas de variedades.
Su estilo elegante y articulado la hizo destacar, ganándose el título de “La dama del buen decir”.
La vida de Talina dio un giro trágico con la muerte de su hija Mariana. La noticia la golpeó con una fuerza devastadora.
Mientras se preparaba para su programa de televisión, recibió la llamada que cambiaría su vida para siempre.
Al llegar al hospital, se encontró con la imagen que la perseguiría: la silueta de su hija marcada con tiza en el suelo.
Talina se derrumbó, pero en lugar de desaparecer, decidió mantenerse firme ante el desastre.
Los días siguientes fueron un torbellino de emociones. A pesar de su dolor, Talina asumió la responsabilidad de cuidar a los hijos de Mariana.
Su nieta, María, se convirtió en una parte fundamental de su vida, y juntas encontraron consuelo en su dolor compartido.
Talina crió a María como propia, protegiéndola de la presión mediática y asegurándose de que tuviera una vida normal.
A lo largo de los años, el duelo comenzó a manifestarse en su cuerpo.
Talina experimentó mareos y problemas de equilibrio, lo que llevó a los médicos a descubrir un tumor en el cerebro. Aunque fue tratado, su salud continuó deteriorándose.
Años más tarde, se detectó otro tumor, esta vez un glioma inoperable, que afectó gravemente su calidad de vida.
A pesar de sus problemas de salud, Talina se negó a desaparecer del ojo público.
Continuó apareciendo en programas de televisión, grabando segmentos de cocina y compartiendo su sabiduría.
Su fuerza y determinación la mantuvieron activa, incluso cuando su cuerpo comenzaba a fallar.
A medida que los años pasaban, su salud se deterioraba, pero su espíritu seguía siendo indomable.
En 2022, la vida de Talina enfrentó otro golpe devastador cuando su hijo Coco fue acusado de acoso sexual por varias mujeres.
La noticia causó un escándalo nacional y puso a la familia en el centro de atención por razones equivocadas.
Talina, quien había enfrentado tantas pérdidas y desafíos, se vio obligada a defender a su hijo públicamente.
A pesar de la presión mediática, Talina se mantuvo firme en su apoyo a Coco. Sin embargo, el escándalo afectó profundamente su salud emocional.
La tensión y el dolor de ver el apellido Levi asociado con acusaciones tan graves la llevaron a cuestionarse su papel como madre y la educación que había brindado a su hijo.
El 28 de junio de 2023, Talina Fernández falleció a los 78 años, después de una larga lucha contra la enfermedad.
Su funeral se llevó a cabo en su hogar, rodeada de amigos, familiares y colegas que la habían querido y admirado a lo largo de su vida.
No hubo grandes ceremonias ni discursos políticos; solo un homenaje íntimo a una mujer que había dejado una huella imborrable en la televisión mexicana.
Las cenizas de Talina fueron divididas, una parte quedando con su familia en la Ciudad de México y la otra llevada a Acapulco, su refugio espiritual.
Allí, en la playa donde había llevado a sus hijos, madre e hija se reencontraron de alguna manera, cerrando un ciclo de amor y dolor.
La vida de Talina Fernández es un testimonio de resiliencia y fortaleza ante la adversidad. A pesar de las tragedias que enfrentó, nunca dejó de luchar, de reinventarse y de amar.
Su legado perdura en la memoria de quienes la conocieron y en el corazón de su familia.
Talina no solo fue una figura icónica en la televisión, sino también una madre, abuela y mujer que enfrentó pérdidas inimaginables y continuó adelante con dignidad.
Su historia nos recuerda la fragilidad de la vida y la importancia de valorar cada momento.
Talina Fernández, “La dama del buen decir”, vivió con pasión y amor, dejando un legado que seguirá inspirando a futuras generaciones.
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