LA TRISTE HISTORIA DE OCTAVIO MESA | EL REY DE LA PARRANDA TERMINÓ POBRE Y PAGANDO ARRIENDO

Octavio Mesa Gómez, conocido como “El Rey de la Parranda”, fue uno de los artistas más emblemáticos de la música parrandera y guasca en Colombia.

Con una carrera que abarcó más de cinco décadas y más de 2000 canciones compuestas, su legado musical es inmenso.

Sin embargo, detrás de su éxito artístico se esconde una historia triste y llena de dificultades económicas y personales que marcaron sus últimos años.

Octavio Mesa y Su Conjunto | El Rey de la Música Guasca
Esta es la historia de un hombre sencillo, auténtico y talentoso que, a pesar de su popularidad, terminó viviendo en la pobreza y pagando arriendo.

 

Octavio Mesa nació en 1933 en el municipio de Santa Rosa de Osos, en el departamento de Antioquia, Colombia.

Desde muy pequeño mostró un gran amor por la música y un talento natural para el canto.

Antes de cumplir los diez años, ya participaba en concursos de canto en su escuela, donde ganó varios premios.

Su infancia en el campo y su vida rural marcaron profundamente su estilo musical y su identidad.

 

A pesar de su pasión por la música, la vida no fue fácil para Octavio en sus primeros años.

Cuando se trasladó a la ciudad, enfrentó dificultades para encontrar trabajo y mantenerse.

Fue en esta etapa cuando comenzó a cantar acompañado por su guitarra, ganándose el apodo de “Benito” entre las muchachas que admiraban su talento.

 

El talento de Octavio como compositor comenzó a florecer alrededor de los 16 años.

En medio de una situación adversa con su novia y un amigo, la musa de la inspiración lo visitó y escribió su primera canción titulada “Mi Rival”.

Aunque la compuso en 1948, no fue hasta 1952 que grabó su primer disco de 45 revoluciones por minuto, que incluía dos canciones.

Destape, cantinero - La Ciudad del Sonido

Durante los años 50, Octavio Mesa incursionó en la música parrandera, un género que ya contaba con artistas reconocidos como Los Trovadores del Recuerdo, José Muñoz y Los Hermanos Bedoya.

Su estilo único, influenciado por la música carrilera de Antioquia, pronto lo hizo destacar.

 

Además de ser músico, Octavio trabajó como arriero de mulas, oficio que desempeñó con dedicación y del que nunca renegó.

Esta experiencia le permitió vivir de primera mano las historias, costumbres y personajes de la región, lo que se reflejó en sus composiciones.

 

Una de sus canciones más famosas, “Los Relajos del Arriero”, surgió precisamente de estas vivencias.

En ella, Octavio describe con humor y autenticidad la vida de los arrieros, sus tragos, sus amores y sus desventuras.

Esta canción se convirtió en un himno para la música parrandera y es recordada hasta hoy.

 

Octavio Mesa era conocido por su forma de hablar sin adornos ni sutilezas.

Sus letras eran frescas, directas y accesibles para todos, incluso para quienes no tenían mucha educación.

Su lenguaje coloquial y su autenticidad lo convirtieron en un artista querido por el pueblo.

EL HIJO E TUTA OCTAVIO MESA - YouTube

Temas como “Diego Verraco” y “El Jornalero” son ejemplos de su capacidad para contar historias sencillas pero profundas, que han resistido el paso del tiempo y la llegada de nuevos ritmos musicales.

 

A pesar de su éxito y popularidad, la vida económica de Octavio Mesa no fue fácil.

Como ocurre con muchos artistas y compositores en Colombia, no recibió una remuneración justa por su trabajo.

A lo largo de su carrera, muchas de sus canciones fueron pirateadas y las casas disqueras no siempre lo compensaron adecuadamente.

 

En sus últimos años, Octavio vivió modestamente en Medellín, en una pequeña casa de arriendo junto con tres de sus nueve hijos.

Su única fuente de ingresos era una pequeña pensión otorgada por la Sociedad de Autores y Compositores de Colombia.

A pesar de su situación, seguía activo y participaba en presentaciones en pueblos, donde ganaba más que con la venta de discos.

 

Quienes conocieron a Octavio Mesa lo describen como un hombre divertido, conversador y auténtico.

Su lenguaje, aunque considerado vulgar por algunos, era simplemente la manera en que él expresaba sus ideas de forma directa.

Amaba el aguardiente y disfrutaba de la compañía de las mujeres, aspectos que también se reflejaban en sus canciones.

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Su vida estuvo marcada por la alternancia entre la música y otros oficios, como camionero o vendedor de discos, para poder sostenerse económicamente.

Su agenda de vida estuvo llena de presentaciones por todo el país, compartiendo escenario con artistas reconocidos como Rodolfo Aicardi, Gustavo “El Loco” Quintero y Rómulo Caicedo.

 

Octavio Mesa falleció en 2007 a los 73 años, en la clínica Saludcoop de Medellín, debido a una falla cardíaca agravada por una insuficiencia renal que padecía desde tiempo atrás.

Su muerte dejó un gran vacío en la música parrandera colombiana.

 

Su hijo Robinson Mesa, designado por Octavio como sucesor de su legado musical, continúa defendiendo y promoviendo la obra de su padre, para que las nuevas generaciones puedan conocer y disfrutar la música del “Rey de la Parranda”.

 

La historia de Octavio Mesa es un reflejo de las dificultades que enfrentan muchos artistas populares en Colombia y Latinoamérica.

A pesar de su talento y contribución cultural, la precariedad económica y la falta de reconocimiento justo son realidades comunes.

 

Octavio Mesa dejó un legado musical invaluable, con canciones que siguen vivas en el corazón del pueblo, transmitiendo la esencia de la música parrandera y la cultura antioqueña.

Su vida, llena de éxitos y dificultades, es un testimonio de la pasión y el sacrificio detrás del arte popular.

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