Ramón “Palito” Ortega, el legendario artista argentino, a sus 84 años enfrenta uno de los capítulos más delicados de su vida.
Su esposa, Evangelina Salazar, ha compartido con lágrimas la verdad sobre el difícil momento que atraviesan, un diagnóstico devastador que ha sacudido los cimientos de su familia.
Esta no es solo la biografía de un ícono de la música, el cine y la política en Argentina, sino un testimonio lleno de amor, perseverancia y coraje.
Nacido el 28 de febrero de 1941 en Lules, Tucumán, Ramón Ortega creció en un entorno marcado por la pobreza y la necesidad.
Desde niño, tuvo que trabajar para ayudar a su familia, boleando zapatos y vendiendo diarios.
Sin embargo, en medio de esas dificultades, la música se convirtió en su refugio y esperanza.
Influenciado por artistas como Elvis Presley y Bill Haley, soñaba con un futuro lejos de la miseria, con un micrófono en mano y un escenario frente a él.
A los 16 años, decidido a cambiar su destino, se mudó a Buenos Aires con apenas una muda de ropa y una maleta de cartón.
La ciudad no le ofreció glamour ni oportunidades inmediatas, sino soledad y dificultades.
La primera noche la pasó en una plaza, pero su determinación lo llevó a conseguir trabajo en una obra en construcción.
A pesar del cansancio, nunca dejó de perseguir su sueño musical.
Ramón comenzó su carrera en un modesto grupo musical llamado Carliño, donde aprendió a tocar la batería.
Poco a poco, fue ganando confianza y presencia escénica, hasta que decidió lanzarse como solista.
En sus inicios usó nombres artísticos como Ner Nelson y Tony Varano, pero finalmente adoptó el apodo “Palito”, que se convertiría en su sello personal.
Su gran oportunidad llegó en los estudios de RCA, donde impresionó al director con su voz al cantar “Sabor a nada”.
A partir de ese momento, su carrera despegó y canciones como “La felicidad” y “Despeinada” se convirtieron en himnos populares que reflejaban la alegría y esperanza de toda una generación.
A pesar del éxito, la vida no estuvo exenta de dolor.
En 1960, su hermana menor, Rosario, murió atropellada a los 11 años, una pérdida que marcó profundamente su alma.
En lugar de hundirse, Ortega canalizó ese sufrimiento en su música, creando canciones llenas de optimismo y esperanza, ganándose el apodo de “el chico triste de las canciones alegres”.
Su sensibilidad y autenticidad conectaron con el pueblo argentino, especialmente durante momentos históricos como el regreso de Juan Domingo Perón en 1972, cuando compuso temas cargados de ilusión y unidad.
En 1981, ya consolidado como estrella, Palito Ortega decidió incursionar en la política.
Fue elegido gobernador de Tucumán en 1991, iniciando una etapa llena de sacrificios y responsabilidades que afectaron también su vida familiar.
Su esposa Evangelina Salazar, quien había dejado su carrera actoral para dedicarse a la familia, asumió el rol de primera dama provincial, enfrentando un cambio radical en su estilo de vida.
A pesar de las tensiones y discusiones que surgieron en esa etapa, el amor entre Ortega y Salazar se mantuvo fuerte.
Evangelina recuerda con emoción un momento crítico cuando Ramón sufrió un colapso por agotamiento extremo, un episodio que casi les arrebata a su compañero de vida.
Sin embargo, su recuperación reforzó su compromiso mutuo y la promesa de estar juntos hasta el final.
El amor entre Palito Ortega y Evangelina Salazar es una de las historias más entrañables del espectáculo argentino.
Se conocieron cuando ambos eran muy jóvenes, y su vínculo se fortaleció con el tiempo hasta convertirse en un matrimonio sólido y duradero, con seis hijos y una vida construida sobre el respeto y la admiración mutua.
Evangelina, quien comenzó como actriz infantil y alcanzó reconocimiento internacional, decidió priorizar su familia, renunciando a proyectos prometedores para estar cerca de sus hijos y apoyar a su esposo.
Juntos enfrentaron no solo los altibajos de la fama y la política, sino también los desafíos personales y de salud que la vida les presentó.
Palito Ortega no solo es recordado por su música, sino también por su influencia en la cultura popular argentina.
Fue un pionero que supo captar el sentir del pueblo y convertirlo en melodías que aún hoy resuenan en radios y corazones.
Su estilo único y su voz inconfundible lo consagraron como uno de los grandes íconos de la música latina.
Además, su incursión en el cine y su posterior papel como político demostraron su versatilidad y compromiso con su país.
A pesar de las dificultades económicas, como la crisis que sufrió tras traer a Frank Sinatra a Argentina, Ortega supo reinventarse y seguir adelante con dignidad.
Hoy, a sus 84 años, Ramón Palito Ortega se prepara para cerrar un ciclo en su vida artística con un concierto en el Teatro Colón, un reconocimiento a su trayectoria y legado.
A pesar de la salud frágil y los desafíos recientes, su espíritu sigue intacto, y su historia es un ejemplo de resiliencia, amor y pasión por la vida.
Evangelina Salazar, con la mirada serena pero llena de emoción, continúa a su lado, recordando los momentos difíciles y celebrando la fortaleza que han construido juntos.
Su historia no solo inspira a quienes los conocen, sino a toda una nación que ha crecido con sus canciones y sus sueños.
La vida de Palito Ortega es un testimonio vibrante de cómo la humildad, el esfuerzo y el amor pueden transformar el destino.
Desde las calles polvorientas de Tucumán hasta los escenarios más prestigiosos, su recorrido está lleno de enseñanzas sobre la importancia de nunca rendirse y de valorar cada instante.
En un mundo donde la fama puede ser efímera, Palito Ortega ha dejado una huella imborrable, no solo como artista, sino como ser humano.
Su historia conmueve y enseña que, a pesar de las adversidades, el corazón puede seguir latiendo con fuerza, impulsado por la música y el amor.
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