La vida del padre Alberto Cutie es una historia de fe, amor y valentía que ha impactado a miles de personas alrededor del mundo.
Conocido por su carisma y su capacidad para comunicar el mensaje de Dios en medios tradicionales y digitales, el padre Alberto ha vivido un camino poco común: enamorarse siendo sacerdote y decidir luchar por ese amor, enfrentando las consecuencias y transformando su vocación sin perder su esencia espiritual.
Alberto Cutie nació en Puerto Rico, aunque culturalmente se identifica como cubano por la herencia de sus padres.
Desde joven, mostró una profunda conexión con la fe y la espiritualidad, acercándose a Jesús a los 13 o 14 años y participando activamente en grupos juveniles.
Su pasión por la comunicación —iniciada como DJ en fiestas y eventos— se unió con su llamado religioso para convertirse en sacerdote.
Ordenado a los 24 años, el padre Alberto vivió muchos años como sacerdote católico romano, combinando su ministerio con su habilidad para comunicarse a través de medios como la radio, la televisión y, más recientemente, las redes sociales y los podcasts.
Su mensaje de amor, inclusión y fe sincera lo convirtió en una figura muy popular, incluso siendo comparado con Oprah Winfrey por su forma de conectar con la audiencia.
Como muchos sacerdotes, Alberto tomó el voto de celibato, una promesa que implica renunciar al matrimonio y a las relaciones románticas.
Sin embargo, su historia dio un giro inesperado cuando se enamoró de una mujer llamada Rujama, conocida cariñosamente como Bunny.
Este amor, que surgió de manera espontánea y sin buscarlo, representó para él un dilema profundo: cómo vivir fiel a su vocación y al mismo tiempo no negar un amor verdadero.
Durante años, el padre Alberto vivió esta dualidad con gran conflicto interno, consciente de las normas estrictas de la Iglesia Católica Romana que prohíben el matrimonio sacerdotal.
A pesar de las presiones y críticas, decidió no vivir una doble vida ni renunciar al amor que Dios le había regalado.
Esta decisión lo llevó a renunciar a sus cargos dentro de la Iglesia Católica y a hacer una transición hacia la Iglesia Episcopal Anglicana, donde pudo casarse y formar una familia sin abandonar su ministerio sacerdotal.
El matrimonio con Bunny y la formación de su familia, con tres hijos, transformaron la vida del padre Alberto.
Ahora, además de ser sacerdote, es esposo y padre, experiencias que enriquecen su ministerio y le brindan una perspectiva única sobre el amor, la familia y la espiritualidad.
Juntos, Alberto y Bunny imparten cursos matrimoniales y charlas para ayudar a parejas a fortalecer su relación, basándose en principios de amor, generosidad, compromiso y comunicación.
Para él, el amor verdadero es un acto de entrega y sacrificio mutuo, y cree firmemente que con amor todo puede resolverse.
La decisión del padre Alberto no estuvo exenta de controversia.
En 2009, su transición y su boda fueron objeto de un escándalo mediático que lo puso en el centro de la atención pública y de la crítica dentro y fuera de la Iglesia.
Fotos suyas con su pareja en la playa fueron difundidas sin su consentimiento, y la prensa lo trató como una figura polémica.
A pesar del impacto personal y profesional, el padre Alberto enfrentó la situación con dignidad y transparencia, comunicando abiertamente su historia y reafirmando su fe y su compromiso con Dios.
Su valentía para luchar por su felicidad y su amor ha inspirado a muchas personas que enfrentan dilemas similares entre la fe y la vida personal.
El padre Alberto es conocido por su postura abierta y amorosa hacia todas las personas, incluyendo a la comunidad LGBTQ+.
Aunque reconoce que la Biblia y la tradición católica hablan del matrimonio como la unión entre un hombre y una mujer, también señala que muchas denominaciones cristianas, incluida la Iglesia Episcopal, han adoptado la bendición de matrimonios del mismo sexo.
Para él, lo fundamental es que nadie se sienta excluido o rechazado por su relación con Dios.
Promueve un mensaje de amor incondicional, inclusión y respeto, alineado con las enseñanzas del Papa Francisco, a quien admira por su humildad y su llamado a no juzgar a los demás.
En sus reflexiones, el padre Alberto destaca la importancia de la religión como camino hacia Dios, y no como un fin en sí misma.
Critica la creciente indiferencia y apatía religiosa en las nuevas generaciones, y advierte sobre el riesgo de perder la conexión con la fe auténtica.
Para él, la fe es una relación real y personal con Dios, más allá de doctrinas o rituales.
Invita a las personas a buscar esa intimidad espiritual, a leer la Biblia y a vivir una vida coherente con sus creencias, sin dejarse llevar por la superficialidad o el formalismo.
El padre Alberto también ha sido un firme defensor de la protección de los niños contra la pedofilia, un problema grave que ha afectado a la Iglesia y a la sociedad en general.
Como sacerdote, tuvo que reemplazar a colegas acusados de abuso, y siempre ha condenado estos actos con vehemencia.
Subraya la importancia de la vigilancia de los padres, la educación de los hijos sobre sus cuerpos y la necesidad de crear ambientes seguros para los niños, recordando que la pedofilia no es exclusiva de la Iglesia, sino un mal que existe en todos los ámbitos sociales.
A través de sus libros, podcasts y redes sociales, el padre Alberto continúa compartiendo su mensaje de esperanza, amor y fe.
Invita a quienes dudan o se sienten perdidos a acercarse a Dios, recordando que Él está tan cerca como el latido del corazón.
Su historia personal, marcada por la lucha entre la vocación y el amor, es un testimonio de que es posible vivir con autenticidad y plenitud, sin renunciar a la fe ni a la felicidad.
El padre Alberto Cutie representa un ejemplo único de cómo la fe y el amor pueden coexistir y fortalecerse mutuamente.
Su valentía para enfrentar las normas establecidas, su compromiso con la verdad y su dedicación a la comunicación espiritual han dejado una huella profunda en la comunidad hispana y más allá.
Hoy, como sacerdote casado y padre de familia, sigue inspirando a generaciones a buscar su propio camino entre la fe y el amor, demostrando que Dios es amor y que ese amor es para todos, sin excepción.
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