Sandro Jacobe, nacido como Santino Alexandro Jacobe Pisanto el 14 de diciembre de 1949 en Génova, Italia, fue un cantautor melódico romántico que dejó una huella imborrable en la música italiana y mundial.
Su vida estuvo marcada por éxitos musicales, pero también por profundas tragedias personales y una lucha constante contra enfermedades que finalmente lo llevaron a su muerte el 5 de diciembre de 2025, a los 75 años.
Esta es la historia de un artista que vivió intensamente, amó profundamente y sufrió con valentía.
Sandro Jacobe creció en una familia modesta en la región de Liguria.
Desde adolescente, abandonó sus estudios para dedicarse a la música, formando su primera banda llamada Jacobo Ele.
Alucinacione.
En 1971 firmó su primer contrato discográfico con Disky Recordy y lanzó algunos sencillos bajo el nombre de Jacobe, aunque sin gran repercusión.
En 1973, firmó con CBS, donde se destacó principalmente como compositor.
Muchas de sus canciones fueron interpretadas por otros artistas, como Johnny Dorelli y Jenny Nazaro, quienes lograron grandes éxitos con sus temas.
Sin embargo, fue en 1974 cuando su carrera como solista despegó con la canción “Señora mía”, presentada en el Festival de San Remo, que se convirtió en un éxito en Italia y otros países.
A los 19 años, Sandro vivió un amor intenso con una mujer mayor, con quien se casó en 1969 y tuvo dos hijos, Andrea y Alessandro.
Ambos heredaron la pasión de su padre por el deporte, especialmente el fútbol.
Andrea jugó en el equipo que su padre entrenaba, Robinaro Sport, cuyo himno, “Un grande sueño”, fue compuesto por Sandro.
Tras divorciarse, Sandro inició una relación con Marina Peroni, cantautora y graduada en técnicas psicosociales, con quien se casó y colaboró musicalmente en canciones como “Alas para volar” y “Fuego celosía”.
Marina fue más que una esposa; fue su compañera en las batallas personales y profesionales, incluyendo la lucha contra el cáncer.
La mayor tragedia en la vida de Sandro Jacobe comenzó en 2015, cuando le diagnosticaron cáncer de próstata y posteriormente un meningioma, un tumor cerebral que requirió una delicada operación.
A pesar de su enfermedad, Sandro continuó luchando y manteniendo una actitud optimista.
Pero la tragedia no terminó ahí.
Su hijo Andrea, con solo 13 años, también fue diagnosticado con cáncer.
Esta experiencia desgarradora marcó profundamente al cantautor.
Enfrentó la difícil decisión de operar o no a su hijo tras la reaparición del tumor.
Afortunadamente, Andrea fue operado con éxito y hoy goza de buena salud.
Durante su tratamiento, Sandro también tuvo que lidiar con los efectos secundarios, como la pérdida de cabello y la necesidad de usar silla de ruedas temporalmente.
A pesar de todo, nunca perdió la esperanza ni el amor por la música.
Sandro Jacobe fue un artista prolífico y emotivo.
Su repertorio incluye canciones que reflejan la complejidad humana, como “El jardín prohibido”, inspirada en una infidelidad, que destaca por su originalidad y profundidad lírica.
En entrevistas, Sandro habló con humor y sinceridad sobre sus experiencias personales, incluyendo las dificultades que enfrentó debido a su vida privada.
A lo largo de su carrera, Sandro combinó la música con su vida personal, creando himnos para sus hijos y colaborando con su esposa en proyectos artísticos y televisivos.
En 2022 realizó una minigira de conciertos en España, donde fue recibido con entusiasmo por un público que nunca olvidó su talento.
Sandro también tuvo un lado oscuro.
Fue un vicioso del alcohol y el tabaco, hábitos que le causaron graves problemas de salud, incluyendo un coma etílico en 2011.
Reconoció públicamente que había bebido demasiado para llegar a esos extremos, lo que afectó su cuerpo y su vida.
Estas luchas personales, sumadas a sus enfermedades, fueron parte de la carga que llevó en sus últimos años, pero nunca dejó que eso apagase su espíritu artístico.
El 5 de diciembre de 2025, Sandro Jacobe falleció a los 75 años, incapaz de mantenerse en pie, dejando atrás un legado musical y una historia de vida llena de amor, dolor, superación y música.
Su partida fue sentida profundamente por sus seguidores en Italia, España y América Latina, quienes recordaron no solo su voz y canciones, sino también su valentía para enfrentar las adversidades.
Sandro Jacobe nos deja una lección de vida: la música puede ser un refugio y un vehículo para expresar las emociones más profundas, incluso en los momentos más oscuros.
Su historia es un testimonio de lucha, amor paternal y pasión por el arte.
Aunque su cuerpo se haya ido, su música y su espíritu seguirán vivos en cada nota, en cada verso, en cada corazón que lo escuchó y lo amó.
