La ciudad de Medellín se encuentra consternada tras el trágico fallecimiento de un niño de tan solo cuatro años, víctima de una brutal golpiza.
El padre biológico del menor, profundamente desconsolado, ha hecho un llamado urgente a las autoridades y a la sociedad para que se haga justicia y para que le ayuden a repatriar el cuerpo de su hijo a Venezuela, país de origen de la familia.
Este caso no solo refleja una terrible pérdida, sino también la preocupante realidad de la violencia intrafamiliar que afecta a muchos menores en la región.
El niño, identificado como Nairquel Aldraín Botiia Manrique, fue víctima de una golpiza que le provocó la muerte en el barrio Castilla de Medellín.
Según las investigaciones, el responsable de este acto cruel es Cristian González Gallego, alias “Lámpara”, un hombre con un historial delictivo extenso y vinculado a una banda delincuencial conocida como “los mondongueros”.
Antes de este trágico suceso, el padre del menor ya había manifestado su preocupación por el bienestar de su hijo, temiendo que estuviera expuesto a violencia intrafamiliar.
Esta preocupación se basaba en antecedentes previos de maltrato, lo que hace que la tragedia sea aún más dolorosa y cuestiona la efectividad de las medidas de protección para los niños en situaciones vulnerables.
Cristian González Gallego no es un desconocido para la justicia.
Cuenta con siete antecedentes judiciales que incluyen delitos graves como violencia intrafamiliar, fabricación, porte o tráfico de estupefacientes, homicidio simple, concierto para delinquir, constreñimiento ilegal, desplazamiento forzado y extorsión.
En julio del mismo año, había sido condenado por homicidio simple, lo que genera una gran interrogante sobre por qué no estaba tras las rejas en el momento de este nuevo crimen.
Este historial delictivo y la gravedad de sus actos ponen en evidencia las fallas en el sistema judicial y de seguridad, que permitieron que una persona con tales antecedentes estuviera en libertad y pudiera causar daño a un niño inocente.
El padre biológico de Nairquel, a través de entrevistas y mensajes a los que tuvo acceso Noticias Caracol, expresó su profundo dolor y su clamor por justicia.
“No tengo muchas palabras que dar, muchas palabras que decir más que justicia y que se haga lo que se tenga que hacer y lo debido para que mi hijo descanse en paz,” afirmó con la voz cargada de tristeza.
Además, hizo un llamado desesperado para que le ayuden a trasladar el cuerpo de su hijo a Venezuela, donde desea darle un último adiós digno.
“Muy, muy triste por esto que pasó, por esto que sucedió y la verdad estamos haciendo lo posible para que mi hijo pueda ser trasladado acá.
Ayúdenme, ayúdenme a que mi bebé yo pueda verlo por última vez,” pidió con el corazón roto.
Este pedido pone de manifiesto no solo la tragedia personal, sino también las dificultades que enfrentan muchas familias migrantes para manejar situaciones tan delicadas lejos de su tierra natal.
Tras la muerte del niño, las autoridades ajustaron la imputación contra Cristian González.
Inicialmente, fue enviado a prisión por homicidio en grado de tentativa y violencia intrafamiliar, pero tras confirmarse el fallecimiento de Nairquel, la acusación se modificó a homicidio pleno, un delito aún más grave, especialmente por tratarse de un sujeto que estaba en situación de especial protección debido a su edad y vulnerabilidad.
Este cambio implica un endurecimiento en las medidas legales contra el agresor, aunque muchos cuestionan si esto es suficiente para evitar que tragedias similares se repitan.
Según datos de la Alcaldía de Medellín, cada mes llegan a los hospitales de la ciudad cerca de 30 niños con signos de violencia física y violencia sexual.
Estas cifras alarmantes reflejan un problema social grave que requiere atención urgente por parte de las autoridades, las instituciones de protección infantil y la comunidad en general.
Casos como el de Nairquel evidencian la necesidad de fortalecer los mecanismos de protección para los menores, mejorar la respuesta judicial y garantizar que los niños en situación de riesgo reciban la atención y el resguardo necesarios para evitar tragedias.
La muerte de Nairquel Aldraín Botiia Manrique es un llamado urgente a la sociedad para reflexionar sobre la violencia intrafamiliar y sus consecuencias devastadoras.
La impotencia y el dolor de un padre que pierde a su hijo de manera tan brutal nos recuerdan la importancia de actuar con firmeza para proteger a los más vulnerables.
Es imprescindible que las autoridades tomen medidas contundentes para evitar que personas con antecedentes violentos puedan seguir en libertad y poner en peligro vidas inocentes.
Asimismo, es fundamental brindar apoyo a las familias afectadas, especialmente aquellas en situación de vulnerabilidad social y migratoria.
La historia de Nairquel no debe quedar en el olvido.
Su memoria debe ser el motor que impulse cambios reales en la protección infantil y en la justicia para que ningún niño vuelva a sufrir una tragedia similar.
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