Pedro Infante, una de las figuras más queridas y emblemáticas del cine y la música mexicana, falleció el 15 de abril de 1957 en un trágico accidente aéreo que marcó para siempre la historia del espectáculo en México.
Aunque su vida fue brillante y su carrera estuvo colmada de éxitos, su muerte ha estado envuelta en un aura de misterio, especulaciones y controversias que siguen generando debate más de seis décadas después.
El accidente que terminó con su vida no solo provocó una profunda tristeza en millones de admiradores, sino que también desató una serie de incógnitas respecto a su funeral, su legado y el destino de su fortuna.
Pedro Infante había regresado a Mérida tras una intensa gira por Centro y Sudamérica que lo dejó exhausto.
A pesar de que no estaba previsto que él piloteara el avión que lo llevaría de regreso a la Ciudad de México, decidió ocupar el lugar del copiloto Miguel Ángel Tamayo.
El avión, un modelo tetramotor Consolidated B-24 convertido para uso civil, ya tenía fama de ser difícil de maniobrar.
Poco después del despegue, comenzó a presentar fallas mecánicas, y aunque se intentó un aterrizaje de emergencia, la aeronave perdió altura rápidamente y terminó estrellándose en un terreno baldío de Mérida.
Se ha dicho que tanto Infante como el piloto intentaron evitar que el avión cayera en una zona habitada, por lo que dirigieron la nave hacia un área deshabitada, lo que sin duda contribuyó a reducir el número de víctimas.
El país entero se sumió en una profunda conmoción.
Pedro Infante no era solo un cantante o actor: era una figura que representaba el ideal del hombre mexicano, carismático, valiente y cercano a la gente.
Su funeral fue un evento sin precedentes.
En Mérida, su cuerpo fue velado por primera vez en su residencia, en una ceremonia íntima a la que asistieron familiares, amigos y figuras del espectáculo.
Sin embargo, lo que ocurrió con su cuerpo en esos días también ha sido fuente de rumores.
Se sabe que su cadáver fue colocado en una caja metálica debido al estado en que quedó tras el accidente, la cual posteriormente fue sellada dentro de un ataúd de madera tradicional.
Este fue el ataúd que se presentó durante su velorio en Mérida y, luego, en un segundo homenaje que tuvo lugar en el Teatro Jorge Negrete en la Ciudad de México, donde miles de personas hicieron fila para despedirse del ídolo.
Uno de los aspectos más discutidos alrededor de este episodio fue el hecho de que el ataúd fuera cambiado.
Algunos sugieren que este movimiento se debió a un conflicto entre las dos mujeres más importantes en la vida de Infante: su primera esposa, María Luisa León, y su segunda pareja, la también actriz Irma Dorantes.
María Luisa habría insistido en que el cuerpo fuera presentado de acuerdo a sus deseos, ignorando los de Irma.
Esta disputa familiar no solo marcó el ambiente del funeral, sino que se extendió posteriormente a temas más delicados, como la herencia y el destino de los bienes del cantante.
Uno de los mayores enigmas tras su muerte fue el paradero de su fortuna.
Durante su última gira, Pedro Infante había generado ingresos cercanos a los 90,000 dólares, una cifra considerable para la época que hoy equivaldría a más de un millón y medio de pesos.
Sin embargo, tras su muerte, su familia quedó en una situación económica precaria.
Gran parte de sus propiedades y bienes, en lugar de estar a su nombre, habían sido registrados a nombre de su representante, Antonio Matuc, quien también tenía control de muchas de las operaciones comerciales del artista.
Esto generó gran indignación y dejó a muchos con la sensación de que Infante fue víctima de una mala administración o, peor aún, de una traición.
Hasta el día de hoy, el destino de muchos de sus activos sigue sin estar completamente claro.
A pesar de estos conflictos, el legado de Pedro Infante se mantiene más fuerte que nunca.
Sus películas, como “Tizoc”, “Nosotros los Pobres”, “Pepe el Toro” o “A Toda Máquina”, son considerados clásicos indiscutibles del cine de oro mexicano y continúan siendo transmitidas por televisión en todo el país.
Sus canciones siguen siendo interpretadas por nuevas generaciones de artistas y su figura sigue presente en murales, homenajes, documentales y hasta en imitadores que mantienen viva su imagen.
Su muerte, sin embargo, también generó todo tipo de teorías, incluyendo la persistente creencia de que Pedro Infante no murió ese día y que, por alguna razón desconocida, habría fingido su fallecimiento para vivir en el anonimato.
A pesar de que no hay pruebas concluyentes que respalden estas afirmaciones, muchos aún recuerdan el caso del hombre conocido como “Antonio Pedro”, que aseguraba ser el verdadero Pedro Infante y que vivió hasta la década de los noventa.
Aunque la mayoría de expertos y familiares desmintieron la historia, el mito continuó alimentando el misterio en torno a su figura.
Hoy, al cumplirse 68 años de su partida, Pedro Infante sigue siendo recordado como un símbolo eterno del orgullo mexicano.
Su vida, llena de talento, humildad y amor por el pueblo, contrasta con la complejidad de los sucesos que rodearon su muerte.
Desde el caos del accidente, pasando por los secretos del funeral y la incertidumbre sobre su fortuna, su historia sigue generando preguntas que probablemente nunca tendrán respuestas definitivas.
Pero lo que sí permanece es su inigualable legado artístico, que ha trascendido generaciones y fronteras, consolidándolo como uno de los grandes ídolos de la cultura popular en el mundo hispano.
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