Durante los años 90, la televisión mexicana vivió una época dorada llena de estrellas que marcaron a toda una generación.
Entre ellas, brilló con luz propia Gabriela Martínez del Río Moreno Rufo, mejor conocida como Gaby Rufo, la carismática conductora y cantante que se convirtió en un ícono infantil con el programa TVO y luego en una figura querida en la televisión abierta.
Sin embargo, en el punto más alto de su fama, Gaby decidió desaparecer sin escándalos ni despedidas, dejando a sus fans y al público preguntándose qué había ocurrido con aquella “muñequita de pastel” que iluminaba las pantallas.
Gaby Rufo nació el 3 de diciembre de 1969 en la Ciudad de México, dentro de una familia donde el arte y la televisión eran parte fundamental de la vida.
Su hermana mayor, Victoria Rufo, se convertiría en la reina indiscutible de las telenovelas mexicanas, mientras que Gaby, desde muy pequeña, mostró un carisma especial y una presencia magnética frente a las cámaras.
Ambas comenzaron sus carreras como actrices infantiles en Televisa, participando en diversas telenovelas durante los años 80, como *En amor mío, siempre* (1981), *La Fiera* (1983), *Juana Iris* (1984) y *Victoria* (1987).
Sin embargo, mientras Victoria se consolidaba como una estrella del drama, Gaby tomó un camino distinto, lleno de música, baile y alegría.
Su gran oportunidad llegó en 1991 cuando ganó el puesto de conductora en TVO, un programa infantil de concursos que rápidamente se convirtió en un fenómeno cultural.
No solo conducía, sino que también cantaba, componía canciones y bailaba, ganándose el cariño de miles de niños en todo México.
El éxito de TVO catapultó a Gaby Rufo a la fama nacional.
Su carisma y energía desbordante la convirtieron en la figura ideal para la televisión infantil.
Además, grabó varios discos con canciones que se volvieron himnos para toda una generación, como *Una estrella más*.

Su sonrisa radiante y su personalidad contagiosa la llevaron a recorrer toda la República Mexicana y a presentarse en el extranjero, llevando alegría a miles de fanáticos.
Posteriormente, Gaby amplió su carrera al co-conducir el programa de concursos *Llévatelo* junto a Paco Stanley y Benito Castro.
Su dulzura y simpatía le valieron el apodo cariñoso de “la muñequita de pastel”, convirtiéndola en un símbolo de ternura y encanto en la televisión mexicana.
Además, incursionó en el cine con la película *El brujo* (1995), donde no solo actuó, sino que también grabó la banda sonora, obteniendo una nominación a los premios Ariel, uno de los máximos reconocimientos del cine nacional.
Durante esta época, Gaby también exploró el teatro, participando en obras como *Ahí va la novia* y *Piratas*, y mostró su talento para la comedia en el programa *Alderecho y Aldervez*, dirigido por su entonces cuñado Eugenio Derbez.
A pesar de su éxito y popularidad, en la segunda mitad de los años 90, Gaby Rufo comenzó a alejarse poco a poco del centro de atención.
Su presencia en televisión se volvió cada vez más escasa, hasta que finalmente desapareció sin dar explicaciones públicas.
No hubo escándalos, ni controversias, simplemente un silencio que despertó la curiosidad y preocupación de sus fans.

Durante años, la prensa y el público especularon sobre las razones de su retiro.
Algunos rumores apuntaban a problemas personales o familiares, mientras que otros creían que simplemente había perdido interés en la fama.
Sin embargo, la verdad era mucho más profunda y personal.
En una entrevista poco común, Gaby Rufo reveló que su alejamiento fue una decisión propia.
La actuación y la conducción habían cumplido una etapa en su vida, pero su verdadera pasión estaba en otro lado: la narración de historias.
En 2011, se inscribió en un diplomado de guionismo de telenovelas y comenzó a trabajar detrás de cámaras, escribiendo los guiones de algunas de las producciones más exitosas de Televisa.
Su talento como escritora la llevó a colaborar en telenovelas como *El color de la pasión* (2014), *Mi marido tiene familia* (2017) y *Cita a ciegas* (2019), esta última protagonizada por su hermana Victoria, lo que representó un reencuentro artístico entre ambas.
A través de la escritura, Gaby encontró una forma de seguir conectada con el mundo que alguna vez la deslumbró, pero ahora desde un lugar más tranquilo y creativo.
Además de su carrera profesional, Gaby se enfocó en su vida personal, disfrutando de la familia y de proyectos más íntimos.
En 2005, colaboró en radio junto a su sobrino José Eduardo Derbez en un programa infantil que ganó el premio Francisco Gabilondo Soler, demostrando que su vínculo con el público joven nunca se rompió.
Como muchas personas, Gaby ha enfrentado desafíos de salud que han marcado su vida.
Ha luchado contra problemas de tiroides y endometriosis, condiciones que en ocasiones han afectado su energía y bienestar.
A pesar de estas dificultades, su espíritu resiliente la ha llevado a seguir creando y a transformar sus experiencias en combustible para su creatividad.
En una entrevista reciente, Gaby confesó que decidió dar un paso atrás para concentrarse en lo que realmente le apasionaba: escribir.
Sintió que había cerrado un capítulo y necesitaba redescubrirse a través de otro camino creativo.
Esta honestidad y valentía la han convertido en un ejemplo de reinvención y autenticidad.
En 2025, Gaby Rufo reapareció públicamente en un evento familiar, el bautizo de su sobrina Tesa, rodeada de su familia y con la serenidad que solo da el tiempo y la experiencia.
Su regreso no fue para retomar la fama, sino para celebrar la vida y compartir con sus seres queridos.
Su historia ha inspirado a una nueva generación de artistas y creadores.
La actriz Constanza Andrade interpretará a Gaby en la serie *¿Quién lo mató?*, que dramatiza el asesinato del presentador Paco Stanley, una figura con la que Gaby tuvo una estrecha relación profesional.

Este proyecto promete mostrar no solo la imagen pública de Gaby, sino también su lado humano, creativo e inteligente.
La vida de Gaby Rufo nos recuerda que la fama es solo un capítulo dentro de una historia mucho más grande.
El verdadero éxito puede significar alejarse de los reflectores para encontrar un propósito más profundo y personal.
Desde la muñequita de pastel que conquistó a México con su sonrisa y alegría, hasta la escritora que moldea historias que emocionan a millones, Gaby ha demostrado que la pasión nunca desaparece, solo cambia de forma.
Hoy, a sus 56 años, Gaby Rufo disfruta de una vida plena, lejos del ruido de la fama, pero siempre cerca del arte y la creación.
Su legado sigue vivo en la memoria de quienes la vieron brillar y en las historias que ahora cuenta desde detrás de las cámaras.