Roberto “Manos de Piedra” Durán: La Tragedia y la Grandeza de un Ícono del Boxeo a sus 74 Años

Roberto Durán, apodado “Manos de Piedra” por la fuerza y ferocidad de sus puños, es una de las figuras más emblemáticas del boxeo mundial.

Durante décadas, su presencia en el ring hacía temblar a rivales y espectadores, pero hoy, a sus 74 años, enfrenta un enemigo mucho más implacable que cualquiera que haya encontrado entre las cuerdas: el paso del tiempo y sus consecuencias.

Roberto Duran: Remembering the greatness of 'Hands of Stone'
Esta es la historia de un guerrero que, más allá de sus títulos y victorias, libra la batalla más difícil de su vida.

 

Durán construyó su fama sobre la dureza, la valentía y un estilo agresivo que lo llevó a la cima del boxeo mundial.

Sin embargo, la noche del 25 de noviembre de 1980 en Luisiana quedó grabada como uno de los episodios más polémicos y dolorosos de su carrera.

Apenas cinco meses antes, había derrotado a Sugar Ray Leonard en Montreal en una guerra de 15 asaltos, demostrando que su presión y carácter podían doblegar incluso al prodigio técnico estadounidense.

 

La revancha, esperada como un clásico, sorprendió al mundo cuando Durán, frustrado por no encontrar su ritmo y humillado por las fintas y burlas de Leonard, bajó la guardia en el octavo asalto y pronunció las palabras “no más”.

Ese gesto, inesperado e incomprendido, se convirtió en una sombra que perseguiría al panameño durante el resto de su carrera y en un símbolo de rendición para muchos.

 

Tras aquella noche, surgieron múltiples teorías para explicar la decisión de Durán.

Algunos señalaron que el peso y la preparación física deficiente, debido a dietas extremas y subidas excesivas de kilos entre peleas, lo habían dejado debilitado.

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Otros mencionaron problemas estomacales y calambres que le impidieron continuar.

La prensa estadounidense insistió en que el golpe más fuerte fue al orgullo de Durán, quien no soportó ser ridiculizado frente a millones.

 

Durán mismo negó en entrevistas haber dicho “no más”, afirmando que en realidad pronunció “no sigo” porque su cuerpo no respondía, no por falta de valentía.

También culpó a sus manejadores por apresurar la revancha, sin darle tiempo para recuperarse física y mentalmente de la intensa batalla en Montreal.

 

A pesar de las explicaciones, para el público quedó la imagen de un ídolo que abandonaba una pelea sin estar seriamente lastimado, lo que generó decepción y división.

Incluso en Panamá, su país natal, donde era un héroe nacional, la palabra “traición” comenzó a rondar, como si todo su legado se hubiera reducido a un instante de debilidad.

 

Sin embargo, para Durán, ese episodio no fue el final, sino un nuevo comienzo.

Su esencia como luchador indomable lo llevó a buscar la redención y demostrar que aún quedaba fuego en sus manos de piedra.

En 1983, en el Madison Square Garden, enfrentó al joven campeón invicto David Moore, considerado el futuro del boxeo.

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Desde el primer asalto, Durán salió con la furia de un guerrero herido, decidido a recuperar su nombre y honor.

Round tras round castigó a Moore con combinaciones brutales, dominándolo hasta que el árbitro detuvo la pelea en el octavo asalto.

Con esta victoria, Durán no solo recuperó un título mundial, sino que silenció a quienes lo habían llamado cobarde, demostrando que la grandeza se mide en la capacidad de levantarse tras la caída.

 

Tras su resurrección, Durán se enfrentó a tres de los rivales más temibles de la década de los 80: Marvin Hagler, Thomas Hearns y una vez más a Sugar Ray Leonard.

En 1983, contra Hagler, muchos esperaban una derrota rápida, pero Durán planteó una pelea táctica y paciente, llevando al implacable campeón a los 15 asaltos y ganándose respeto por su inteligencia y resistencia.

 

Sin embargo, en 1984, la pelea contra Hearns fue un duro golpe para Durán.

“El Hitman” descargó un poderoso golpe en el segundo asalto que dejó a Durán tendido en la lona en uno de los nocauts más impactantes de la historia.

Muchos creyeron que sería el fin de su carrera, pero Durán volvió a levantarse.

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En 1989, a los 38 años, protagonizó su tercer combate contra Leonard, que terminó en victoria para el estadounidense por decisión unánime.

Aunque no tuvo la épica esperada, reabrió el debate sobre su rivalidad y mostró que Durán seguía siendo un rival digno.

 

Ese mismo año, Durán protagonizó una de las noches más memorables de su carrera al enfrentar a Iran Barkley, un campeón fuerte y en plena forma.

El mundo esperaba ver a Durán derrotado, pero el panameño demostró astucia, esquivando golpes y conectando combinaciones precisas hasta noquear a Barkley en el undécimo asalto y ganar el título mundial mediano del CMB.

 

Esta victoria fue nombrada pelea del año y confirmó que, a pesar de la edad y las dificultades, Durán seguía siendo un guerrero capaz de renacer y pelear con los mejores.

 

Después de su última gran victoria, el desgaste físico y los años comenzaron a pasar factura.

Durán continuó peleando en los 90, enfrentando a rivales jóvenes y peligrosos, pero las derrotas fueron más frecuentes.

En 1996, disputó su tercera pelea contra Leonard, que terminó en derrota por decisión unánime.

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Su última pelea profesional fue en 2001, a los 50 años, contra Héctor Camacho, donde perdió por decisión unánime.

Cerró una carrera impresionante con 119 combates, 103 victorias y 70 nocauts, siendo campeón mundial en cuatro divisiones.

 

Pero la vida fuera del ring le presentó nuevos desafíos.

A pesar de haber ganado millones, su estilo de vida, generosidad y falta de una administración adecuada lo llevaron a problemas financieros que lo obligaron a seguir peleando más tiempo del deseado.

 

En sus años de retiro, Durán enfrentó problemas de salud y rumores sobre su estado físico debido a excesos con la bebida y la comida.

En 2020, durante la pandemia, dio positivo a COVID-19, pero logró recuperarse con síntomas leves.

 

En marzo de 2024, fue hospitalizado de urgencia por un bloqueo auriculoventricular completo, una grave falla en el sistema eléctrico de su corazón que requirió la implantación de un marcapasos.

Esta intervención pudo salvarle la vida y fue recibida con mensajes de apoyo de todo el mundo.

 

Hoy, a sus 74 años, Durán depende de cuidados médicos constantes y vive una batalla silenciosa contra el deterioro físico, un enemigo que no se enfrenta con golpes, sino con paciencia y disciplina.

Roberto Duran and Sugar Ray Leonard were both beaten into retirement by the  same man

La historia de Roberto Durán trasciende el boxeo. No es solo el guerrero que pronunció “no más”, sino el hombre que se negó a ser derrotado por completo.

Su legado se construye en cada caída y cada regreso, en cada humillación y cada redención.

 

Con un récord impresionante y títulos en múltiples divisiones, Durán es inmortal no solo por sus números, sino por su actitud desafiante, su coraje y su capacidad de levantarse cuando todo parecía perdido.

 

Aunque imperfecto, con errores y excesos, su humanidad es lo que lo hace eterno.

Hoy es un símbolo de lucha y resistencia, un recordatorio de que la grandeza no está en nunca caer, sino en levantarse siempre.

 

Cuando la historia pronuncie su nombre, recordará a un guerrero que brilló con la fuerza indomable de sus manos de piedra, no solo por sus victorias, sino por su espíritu inquebrantable.

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