Jacobo Sabludowski fue, durante décadas, una de las figuras más emblemáticas del periodismo mexicano.
Su rostro y voz aparecían cada noche en los hogares de millones de mexicanos, convirtiéndose en la voz confiable que narraba los acontecimientos más importantes del país y del mundo.
Sin embargo, detrás de esa imagen pública impecable y respetada, se escondía una historia mucho más compleja, llena de secretos, contradicciones y tragedias personales que marcaron su vida y que aún hoy generan debate.
Nacido en la Ciudad de México en un día marcado por la explosión de una bomba en la Cámara de Diputados, Jacobo creció en barrios populares como La Merced, donde la pobreza era parte del paisaje cotidiano.
Su infancia estuvo llena de mudanzas que simbolizaban el progreso de su familia, y desde pequeño desarrolló una visión de la vida basada en la resiliencia y el desapego material.
Su padre, David Sabludowski, un refugiado polaco que llegó a México en 1926, fue una influencia fundamental en su formación.
David no solo trabajaba vendiendo retazos de tela, sino que tenía una profunda pasión por la literatura, la cual transmitió a sus hijos.
Jacobo fue introducido desde niño a la obra de grandes escritores rusos como Chejov, Dostoyevski y Pushkin, fomentando en él un amor por la cultura y el conocimiento que lo acompañaría toda su vida.
Aunque estudió derecho en la UNAM, Jacobo nunca pensó en ejercer como abogado.
Su verdadera vocación era el periodismo, carrera que inició en 1946 y que lo llevó a convertirse en el conductor del noticiero “24 horas”, el más visto en México durante 27 años.
Su voz fue testigo y narradora de momentos históricos: la llegada de Fidel Castro a La Habana, la entrevista con Che Guevara, el asesinato de John F.
Kennedy, funerales emblemáticos como los de Churchill y Robert F.
Kennedy, el alunizaje del Apolo XI, los Juegos Olímpicos de Munich y el escándalo de Watergate.
Su capacidad para informar con seriedad y profesionalismo lo convirtió en un referente para millones de mexicanos, quienes confiaban en él para entender los hechos que marcaban la historia mundial y nacional.
No obstante, la carrera de Jacobo estuvo marcada también por la polémica.
Durante la llamada Guerra Sucia y eventos como la masacre de Tlatelolco en 1968, su noticiero minimizó o ignoró la violencia estatal, lo que generó críticas severas.
Su estrecha relación con el partido gobernante, el PRI, lo convirtió en símbolo del control mediático y la censura, siendo acusado de ser un vocero del poder más que un periodista independiente.
Bandas como Molotov lo criticaron en canciones, acusándolo de aceptar sobornos y manipular la información para favorecer a quienes ostentaban el poder político.
Esta dualidad entre su imagen pública y su papel en el sistema político mexicano generó un debate intenso sobre su legado.
En 1995, la vida personal de Jacobo se vio envuelta en una tragedia que proyectó una larga sombra sobre su imagen.
Gerardo Hemer, un joven actor de 25 años en ascenso, fue hallado muerto en su departamento, oficialmente a causa de una fuga de gas.
Sin embargo, comenzaron a circular rumores inquietantes: Gerardo habría mantenido una relación sentimental con Jacobo Sabludowski, una relación que, según versiones, se volvió volátil y conflictiva.
Se dijo que Gerardo había amenazado con hacer pública esta relación y que días después apareció muerto bajo circunstancias sospechosas, con reportes que sugerían que había sido torturado.
Sin embargo, nunca se abrió una investigación profunda, y la versión oficial permaneció intacta, alimentando la sospecha de un encubrimiento.
El periodista Víctor Hugo Sánchez afirmó que Televisa, la empresa para la que trabajaba Jacobo, ayudó a enterrar la verdad para proteger reputaciones y evitar escándalos que podrían haber dañado a figuras poderosas.
Más allá de esta tragedia, se rumoró que Jacobo tenía vínculos cercanos con otras figuras públicas, incluidos actores y periodistas, y que posiblemente era bisexual.
Nunca habló públicamente sobre estos rumores, manteniendo intacta su imagen pulida y profesional.
Se movía en círculos sociales poderosos, frecuentando fiestas legendarias con personajes como Rubén Olivares y Paco Malgesto, pero siempre mantuvo el control y la serenidad que lo caracterizaban en su vida pública.
En 1998, el noticiero “24 horas” llegó a su fin, marcando el cierre de una etapa para Jacobo y para la televisión mexicana.
A pesar de los cambios y críticas, continuó trabajando en radio y televisión hasta poco antes de su muerte.
En 2015, Jacobo fue hospitalizado con un cuadro severo de deshidratación y falleció a causa de un derrame cerebral.
Sin embargo, en los círculos donde se movía se especuló que su muerte no fue solo por causas naturales.
Algunos creen que sabía demasiado y que su fallecimiento pudo haber sido inducido para silenciarlo definitivamente.
Jacobo Sabludowski fue un pionero del periodismo televisivo en México, un hombre que narró la historia de su país y del mundo con profesionalismo y voz firme.
Pero también fue una figura envuelta en contradicciones, lealtades políticas cuestionables y secretos personales nunca revelados.
Su historia nos recuerda que detrás de las caras públicas que vemos en pantalla, muchas veces existen vidas complejas, con sombras y verdades ocultas.
La fama y el poder pueden ser una máscara que oculta realidades difíciles y decisiones controvertidas.
La vida de Jacobo Sabludowski es un ejemplo de cómo la historia personal y profesional pueden entrelazarse de manera profunda y a veces dolorosa.
Su carrera dejó una huella imborrable en el periodismo mexicano, pero también plantea preguntas sobre la ética, la verdad y el precio de mantener secretos en un mundo donde la imagen lo es todo.
Aunque su muerte y los rumores que la rodean siguen siendo un misterio, su voz y su legado continúan presentes en la memoria colectiva de México, recordándonos que la verdad, a veces, es más compleja de lo que parece.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.