Nino Bravo, cuyo nombre real era Luis Manuel Ferri Llopis, es una de las voces más emblemáticas y queridas de la música española y latinoamericana.
Nacido en Aielo de Malferit, un pequeño pueblo valenciano, su legado musical ha trascendido generaciones, convirtiéndolo en un ícono indiscutible de la canción romántica y popular.
Este año se conmemora el 50º aniversario de su fallecimiento, y es momento de recordar y rendir homenaje a este excepcional artista que, a pesar de su corta vida, dejó una huella imborrable en la historia musical.
Luis Manuel Ferri Llopis nació el 3 de agosto de 1944 en Aielo de Malferit, un pueblo de la Comunidad Valenciana.
Desde muy joven, la música fue una parte fundamental de su vida, aunque sus comienzos no fueron fáciles.
A los dos años se trasladó con su familia a Valencia capital, donde más tarde, a los 16 años, comenzó a trabajar en una joyería como lapidario.
Paralelamente a su trabajo, su pasión por el canto crecía y poco a poco fue abriéndose camino en el mundo musical.
En Aielo de Malferit aún se conserva la casa donde nació, un lugar que hoy funciona como museo y que cuenta con una placa en la que se le rinde homenaje con frases de sus canciones más emblemáticas, como “Un beso y una flor” o “Te quiero, te quiero”.
La visita a este lugar es un viaje al pasado, un recuerdo tangible de los humildes orígenes de quien se convertiría en una leyenda.
En Valencia, Nino Bravo combinó su trabajo con su amor por la música.
En 1962 fundó el grupo “Los Hispanos”, aunque esta experiencia duró poco, ya que el grupo se disolvió al cabo de un año.
Sin embargo, este fue solo el inicio de su carrera.
Poco después, se unió a “Los Superson”, grupo en el que su amigo Vicente López tocaba el bajo.
Su talento vocal pronto destacó, y su carrera comenzó a tomar impulso.
Durante esos años, Nino Bravo también cumplió con su servicio militar en Cartagena, Murcia, en la Infantería de Marina.
Este período fue difícil para él, ya que consideró abandonar la música, pero gracias al apoyo de sus amigos Pepe Juezas y Vicente López, decidió continuar.
Ellos le recordaron que su voz y su registro eran únicos, un don que pocos en el mundo podían igualar.
El cambio decisivo en su carrera llegó cuando cambió de representante y comenzó a trabajar con José Meri, quien también gestionaba la carrera de Bruno Lomas.
Fue entonces cuando contactó con el compositor Augusto Alguerón, quien le presentó la canción “Te quiero, te quiero”.
Esta canción fue el trampolín que lanzó a Nino Bravo a la fama, y con ella logró conquistar al público y a la crítica.
A partir de ese momento, su carrera fue imparable.
Participó en numerosos festivales y concursos, como el Festival de la Canción de Puerto de la Cruz o el Festival de Dublín, y realizó giras por América, visitando países como Chile, Venezuela, Colombia y Argentina.
Sus discos alcanzaban los primeros puestos en las listas de éxitos, y Nino Bravo se consolidó como un ídolo internacional.
Entre sus canciones más emblemáticas se encuentra “Libre”, un tema que no solo fue un éxito musical, sino que también tenía un profundo mensaje social.
Compuesta especialmente para él, “Libre” está inspirada en la historia real de Peter Fechter, un joven de 18 años que fue la primera víctima fatal al intentar cruzar el Muro de Berlín.
La sensibilidad y fuerza con la que Nino Bravo interpretaba esta canción la convirtieron en un himno de libertad y esperanza.
En lo personal, Nino Bravo vivió un amor profundo con María Amparo Martínez, con quien se casó y tuvo dos hijas, Amparo y Eva.
Lamentablemente, Eva falleció antes de nacer, un golpe duro para la familia.
En marzo de 1972, Nino Bravo grabó su quinto y último álbum, “América, América”, con el que esperaba continuar su éxito y realizar nuevas giras por el continente americano.
El 16 de abril de 1973, mientras viajaba por la carretera de Valencia a Madrid, cerca de Villarrubio en Cuenca, Nino Bravo sufrió un grave accidente de tráfico.
Fue trasladado inicialmente al hospital de Tarancón, pero debido a la gravedad de sus heridas, fue llevado al Hospital Gregorio Marañón de Madrid, donde lamentablemente falleció a los 28 años, justo cuando esperaba el nacimiento de su segunda hija.
La noticia conmocionó a España y a toda América Latina.
La voz que había emocionado a millones se apagaba prematuramente, pero su música y su legado permanecen vivos hasta hoy.
Su tumba en el cementerio municipal de Valencia es un lugar de peregrinación para sus admiradores, un espacio donde se honra la memoria de uno de los cantantes más grandes de la historia hispana.
Visitar la tumba de Nino Bravo es mucho más que un acto de respeto; es un encuentro con la historia de un hombre que, a través de su voz, logró transmitir emociones profundas y universales.
En Aielo de Malferit, su pueblo natal, y en Valencia, donde vivió y murió, se respira la presencia de un artista que sigue inspirando a nuevas generaciones.
Sus canciones, como “Un beso y una flor”, “Te quiero, te quiero”, “Libre” o “América, América”, siguen siendo himnos de amor, libertad y esperanza.
Más allá del mito, Nino Bravo fue un hombre con sueños, luchas y un talento extraordinario que supo compartir con el mundo.
El 50º aniversario de la muerte de Nino Bravo es una oportunidad para recordar no solo su música, sino también su historia humana.
Desde sus humildes comienzos en Aielo de Malferit hasta su consagración internacional, pasando por sus dudas, su amor y su trágico final, su vida es un testimonio del poder de la música para trascender el tiempo y las circunstancias.
Hoy, más que nunca, su voz sigue resonando en los corazones de quienes lo escuchan, y su recuerdo permanece vivo en cada nota que canta el viento en su pueblo natal y en cada lágrima que sus canciones aún provocan.
Nino Bravo no solo fue un cantante; fue y será siempre un símbolo de pasión, talento y humanidad.
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