“Muerto…”: La Llamada Nocturna Que Cambió Todo en el Caso de Víctor Iturbe, El Pirulí – ¡Impactante Testimonio!
El Pirulí, cuyo nombre real era Víctor Manuel de Anda Iturbe, nació un 8 de mayo de 1936.
Algunos dicen que en Puerto Vallarta, otros que en Guadalajara.
Lo cierto es que su vida fue una constante mezcla de luces y sombras, como un bolero triste con una melodía hermosa pero un fondo de tragedia.
Comenzó como un payasito acuático en Acapulco, hasta que un accidente lo dejó fuera del espectáculo circense.
La vida le dio un giro brutal, pero también una oportunidad: se refugió en los boleros.
Fue en la Posada Vallarta donde su voz enamoró por primera vez, y no solo al público.
Allí conoció a Irma, el gran amor de su vida, con quien se casó en 1963, a pesar del desprecio inicial de sus suegros.
La historia de amor parecía sacada de una novela rosa… hasta que los escándalos la tiñeron de rojo sangre.
Su carrera artística despegó en 1967 en el Café Panema, en la Ciudad de México.
Conocido por su tenacidad, se autonombró “el albañil de la canción”.
Pero tras esa imagen de hombre sencillo, se escondía una vida de excesos, pasiones prohibidas y conexiones peligrosas.
Su famosa canción Verónica habría sido dedicada a nada menos que Verónica Castro, con quien se decía vivió un romance secreto… a pesar de los rumores de que
ella ya tenía un vínculo con el actor cómico El Loco Valdés.
Y si crees que eso es escandaloso… apenas estamos empezando.
Víctor Iturbe era un enamorado del cielo, literalmente.
Soñó con ser piloto comercial, y cuando el dinero se lo permitió, compró una avioneta Cessna, volaba globos aerostáticos y controlaba aviones a escala.
Pero un accidente en Morelos, en el que murió su amigo Manuel Santos, lo marcó para siempre.
Desde entonces, la muerte sobrevolaba su vida como un ave de rapiña.
Tenía joyas, un rancho, una avioneta, propiedades, dinero…
y enemigos.
Muchos enemigos.
Su vida ostentosa en un México económicamente roto llamó la atención de más de uno, especialmente cuando comenzó a perder grandes sumas en el juego.
Era un jugador empedernido y mujeriego sin remedio.
Se peleó con Jorge Vargas por supuestamente coquetearle a Lupita D’Alessio, y se rumoraba que tenía aventuras con esposas de políticos y empresarios ligados al narco.
Un cóctel explosivo.
El 29 de noviembre de 1987, El Pirulí fue asesinado a balazos en la puerta de su casa en Atizapán de Zaragoza.
Se dice que esperaba a su hija, quien había salido al cine, cuando sonó el timbre.
Abrió confiado.
Pero no era su hija.
Era la muerte.
Lo acribillaron sin piedad, y según testigos, su esposa e hijo bajaron corriendo para encontrarlo moribundo.
Murió desangrado.
Al principio se habló de robo.
Pero la violencia del ataque, la falta de objetos robados y el extraño comportamiento de la familia, que vendió la casa y se mudó rápidamente a Los Ángeles, generaron muchas sospechas.
Lo más perturbador: alguien lavó el cojín lleno de sangre donde cayó Víctor, y el mueble fue reacomodado al día siguiente, todavía húmedo.
¿Quién limpió la escena del crimen?
Los rumores apuntaron en todas direcciones.
Jorge Vargas, por celos.
El Loco Valdés, por Verónica Castro.
Incluso el entonces presidente Miguel de la Madrid y su secretario de Gobernación, por sentirse ridiculizados en los shows de El Pirulí.
Nada se comprobó.
Días después, un suceso escalofriante sacudió a su círculo más íntimo: el teléfono del secretario de Víctor, Fernando Aranda, sonó en plena madrugada.
Al contestar, una voz grave dijo una sola palabra: “Muerto”.
Y colgó.
Las autoridades, presionadas por figuras de poder, cerraron el caso como un simple asalto.
Pero los peritos sabían que fue un asesinato por venganza.
Había disputas con su mánager, Wal Vallejo, quien había amenazado con matarlo.
Había una mujer, Fete, con la que Víctor tuvo una relación peligrosa.
Se decía que tuvo un romance con la esposa de un mafioso… y eso, en México de los años 80, era sentencia de muerte.
La investigación se tornó un laberinto sin salida.
Contradicciones.
Testimonios inconsistentes.
Vecinos que lo describían como prepotente, grosero y siempre armado.
Y luego, el silencio.
El caso se cerró en diciembre de 1987, archivado entre papeles polvorientos y amenazas veladas.
Pero ahora, 37 años después, la familia rompe su silencio.
Aunque no se han revelado todos los detalles, han confirmado que el crimen fue una represalia.
Aseguran que Víctor fue traicionado por alguien muy cercano.
No mencionan nombres.
No acusan directamente.
Pero dejan claro que la verdad estaba en casa… y por miedo, fue enterrada.
Los fanáticos no olvidan.
El Pirulí, con su voz y su misterio, sigue vivo en la memoria colectiva.
Y ahora, con esta nueva ola de revelaciones, su historia podría resucitar como nunca antes.
¿Fue un crimen pasional? ¿Un ajuste de cuentas? ¿Una conspiración de Estado?
La única certeza es que alguien muy poderoso quiso que el caso muriera… junto con él.
Y tú… ¿crees que algún día sabremos la verdad?
