“Riquelme: El Genio que No Necesitaba Correr para Vencer”

“La Magia de Riquelme: Un Jugador que Rompía Todos los Esquemas”

Juan Román Riquelme, uno de los futbolistas más talentosos y controvertidos que haya dado el fútbol argentino, es recordado por muchos como un genio con el balón en los pies.

Sin embargo, su estilo de juego fue tan peculiar que lo llevó a ser tanto amado como criticado.

Juan Román Riquelme: Momentos Mágicos... 😱😈

Un jugador que deslumbraba con su visión, su técnica depurada y su capacidad para dictar el ritmo del juego, pero que, a pesar de su increíble talento, se caracterizaba por una actitud que desconcertaba a muchos: se negaba rotundamente a correr.

En un deporte en el que la velocidad, la resistencia y la capacidad física son fundamentales, Riquelme fue un claro ejemplo de que el talento puro puede ser una herramienta más poderosa que las exigencias físicas.

El mediocampista argentino no era de esos que se lanzaban a presionar al rival, ni de los que recorrían el campo de un lado a otro en busca de una oportunidad.

Normal quality

Su estilo de juego, a veces calificado de “lento” o “perezoso”, no era más que una estrategia maestra para un jugador que sabía perfectamente que el fútbol no se trataba solo de correr, sino de pensar el juego con antelación.

Durante su carrera, Riquelme fue conocido por su actitud algo desinteresada cuando no tenía el balón.

No le gustaba correr sin sentido, sin propósito.

En su mente, el fútbol era un juego de inteligencia y de movimientos precisos, y él era el director de orquesta.

No importaba si su equipo estaba presionando al rival o si el partido se volvía frenético; Román siempre encontraba su lugar, siempre sabía dónde estar en el momento adecuado.

Y cuando la pelota estaba en sus pies, todo el estadio se quedaba en silencio, esperando la siguiente genialidad.

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Lo que sorprendía a muchos era cómo, a pesar de su falta de intensidad física, Riquelme lograba desbordar a sus rivales, desarmar defensas y, sobre todo, marcar la diferencia en los momentos más cruciales.

En partidos decisivos, en finales, era allí donde su talento florecía.

No importaba que los demás corrieran como locos; Riquelme estaba tranquilo, pausado, como si el tiempo se detuviera cuando él tenía la pelota.

El balón se movía a su ritmo, y él era capaz de hacer un pase milimétrico, de realizar una jugada inesperada, de driblar con una suavidad que pocos podían imitar.

Uno de los aspectos más fascinantes de su carrera fue cómo se convirtió en un líder indiscutido, tanto en Boca Juniors como en la selección argentina, a pesar de su actitud relajada en el campo.

En cada partido, Román se encargaba de distribuir el juego, de crear las jugadas que generaban peligro.

No hacía falta que corriera.

Su mente y su talento eran más que suficientes para desarmar a cualquier defensa.

La selección argentina, bajo la dirección de Marcelo Bielsa y más tarde con otras formaciones, veía a Riquelme como el eje sobre el que todo giraba.

La famosa imagen de Riquelme tomando el balón y dejando que el resto del equipo tomara su lugar en la cancha es algo que quedó grabado en la memoria de los hinchas.

Durante su paso por la selección, Riquelme fue clave para que Argentina alcanzara las semifinales del Mundial de 2006, y más tarde, para que el equipo llegara a la final de la Copa América en 2007.

Aunque su actitud fue muy debatida, no cabe duda de que su calidad técnica era inigualable.

Uno de los momentos más emblemáticos de su carrera fue la final de la Copa Libertadores de 2007 con Boca Juniors, donde su equipo enfrentó a Gremio.

Riquelme no corrió más de lo necesario, pero su influencia en el partido fue tan grande que nadie podía detenerlo.

Con un par de pases perfectos, hizo que el partido se decantara a favor de su equipo.

El estadio estalló de júbilo cuando, al final, Boca ganó la copa.

Fue una victoria que consolidó aún más su estatus de ídolo, aunque no fuera el jugador más rápido ni el más físico.

Sin embargo, su estilo de juego y su personalidad también trajeron consigo muchas críticas.

A muchos entrenadores no les gustaba su actitud en los entrenamientos, su falta de presión en los partidos y su reticencia a seguir las indicaciones tácticas que requerían más sacrificio físico.

Para algunos, Riquelme era un lujo innecesario, alguien que podría haber sido aún más grande si hubiese tenido una ética de trabajo más rigurosa, si hubiera estado dispuesto a correr con la misma intensidad que sus compañeros.

Pero al final, ¿quién puede decir que Riquelme no fue uno de los mejores jugadores que el fútbol ha visto? Su capacidad para transformar un partido con un solo pase, su visión de juego y su calma bajo presión eran cualidades que pocos jugadores poseían.

Mientras otros se agotaban corriendo por todo el campo, Riquelme caminaba con su propio ritmo, sabiendo que no hacía falta más que su talento para dejar a todos atrás.

A pesar de su negativa a correr, él destrozaba a todos.

Y esa es una de las razones por las que los fanáticos del fútbol aún lo veneran como uno de los más grandes de todos los tiempos.

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