Escapulario con la cruz me salvó la vida REVELA testigo del atentado a Miguel Uribe. ¿Milagro?
El atentado contra Miguel Uribe sigue resonando en la opinión pública colombiana, pero ahora un testimonio inesperado añade un nuevo matiz al drama: “Escapulario con la cruz me salvó la vida”, revela uno de los testigos directos del ataque, desatando una ola de polémica, incredulidad y debate entre quienes creen en los milagros y quienes exigen respuestas más terrenales.
En medio de la confusión, la pregunta se instala en el centro de la discusión nacional: ¿milagro o simple suerte? Porque, como ironiza el propio testigo, “cuando las balas vuelan, algunos rezan y otros corren… pero aquí parece que la fe tiene mejores reflejos que la seguridad oficial.”
El relato del testigo comienza en el momento más tenso de la jornada, cuando el sonido de los disparos rompió la rutina política y sumió a todos en el pánico.
“Estaba a pocos metros de Miguel Uribe. Todo pasó en segundos.
Sentí que algo me rozaba, pero no me alcanzó. Cuando miré hacia abajo, vi el escapulario colgando sobre mi pecho, intacto, como si fuera un escudo invisible”, cuenta con voz temblorosa.
Su declaración, lejos de ser una simple anécdota, ha provocado reacciones encontradas: algunos ven en ella una prueba de intervención divina, mientras otros la consideran una muestra más de la vulnerabilidad de los líderes y ciudadanos frente a la violencia.
Las redes sociales no tardaron en amplificar el drama.
Miles de usuarios compartieron la frase del testigo, acompañada de imágenes del escapulario y mensajes que oscilan entre el fervor religioso y la crítica mordaz a las autoridades.
Los hashtags #MilagroUribe y #FeVSseguridad se convirtieron en tendencia, reflejando la polarización de una sociedad que busca respuestas, consuelo y, sobre todo, explicaciones convincentes.
El testigo, lejos de buscar protagonismo, insiste en que su historia es una invitación a reflexionar sobre el papel de la fe y la protección en tiempos de incertidumbre.
“No quiero que me llamen santo ni héroe. Solo sé que, en ese momento, sentí que algo me cuidaba. Pero también sé que no todos tienen la suerte de estar protegidos por la fe o por un escapulario, y eso debería preocuparnos más que cualquier milagro”, afirma, poniendo el dedo en la llaga de la crisis de seguridad que atraviesa el país.
La polémica se intensifica cuando el testigo compara la protección espiritual con la protección institucional. “Aquí nos dicen que estamos seguros, que hay protocolos, escoltas y cámaras.
Pero cuando llega el peligro, la fe parece tener mejores reflejos que la seguridad oficial
¿De qué sirve tanto discurso si al final dependemos de un milagro para sobrevivir?”, pregunta con sarcasmo, provocando un debate que trasciende lo religioso y toca el corazón del sistema político colombiano.
Expertos en seguridad y líderes religiosos han intervenido en la discusión, cada uno desde su perspectiva.
Mientras algunos sacerdotes hablan de la fuerza del escapulario y la protección divina, analistas políticos advierten sobre el riesgo de convertir la fe en sustituto de la responsabilidad institucional.
“La fe es importante, pero no puede reemplazar la acción del Estado. Si cada colombiano necesita un milagro para sentirse seguro, estamos ante una crisis mucho más grave de lo que creemos”, señala un experto en seguridad ciudadana.
La familia de Miguel Uribe también ha reaccionado al testimonio, agradeciendo la protección recibida pero exigiendo que los hechos no se conviertan en excusa para la falta de avances en la investigación.
“Creemos en los milagros, pero exigimos justicia y verdad. No queremos que la fe o la suerte sean el único escudo de quienes sirven al país”, declaró la esposa del senador en un comunicado público.
El drama humano se mezcla con la exigencia de cambios profundos en el sistema de protección a líderes y ciudadanos.
El testigo insiste en que su historia no debe ser utilizada para desviar la atención de los verdaderos problemas.
“Si mi escapulario me salvó, agradezco a Dios. Pero también quiero que el Estado se haga responsable y que nadie más tenga que depender de un milagro para sobrevivir a la violencia”, concluye, dejando claro que la polémica no es solo religiosa, sino política y social.
El impacto del testimonio ha sido inmediato. Medios nacionales e internacionales han retomado la historia, alimentando el debate sobre la relación entre fe, seguridad y responsabilidad institucional.
Algunos sectores han pedido una revisión urgente de los protocolos de protección, mientras otros insisten en la importancia de fortalecer los valores espirituales en la sociedad.
En el trasfondo del drama, surge una reflexión sobre la cultura del milagro en Colombia. “Vivimos esperando que algo o alguien nos salve, ya sea un escapulario, un policía o un político.
Pero mientras sigamos confiando más en los milagros que en las instituciones, seguiremos siendo vulnerables”, advierte un sociólogo consultado por este medio.
La historia del testigo que atribuye su salvación al escapulario con la cruz se convierte así en un símbolo de la dualidad colombiana: fe profunda y desconfianza institucional.
Su frase, repetida hasta el cansancio, resume el sentimiento de miles de ciudadanos que buscan protección en lo divino ante la falta de garantías terrenales.
El senador Miguel Uribe, aún en proceso de recuperación, ha manifestado su respeto por todas las creencias, pero ha reiterado la necesidad de fortalecer la seguridad y la justicia.
“No podemos depender de milagros para sobrevivir.
Necesitamos instituciones fuertes y líderes comprometidos con la protección de todos”, declaró en su primera aparición tras el atentado.
En definitiva, la exclusiva sobre el escapulario que salvó la vida de un testigo en el atentado a Miguel Uribe es mucho más que una simple historia de fe.
Es un retrato de la crisis de confianza, de la búsqueda de respuestas y de la exigencia de cambios reales en la protección de los ciudadanos.
“Cuando las balas vuelan, algunos rezan y otros corren… pero aquí parece que la fe tiene mejores reflejos que la seguridad oficial”, sentencia el testigo, poniendo en jaque a quienes se esconden detrás de discursos y protocolos que, en la práctica, no siempre funcionan.
La historia no termina con el milagro: continúa en cada debate, en cada revisión de protocolos y en cada oración que busca consuelo y protección.
Porque en Colombia, la fe y la polémica caminan de la mano, y la pregunta sigue en el aire: ¿cuántos milagros más necesita el país para sentirse seguro?.
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