😱BOMBAZO Enrique Peña Nieto, a los 58 años, CONFIESA lo INIMAGINABLE sobre Mónica Pretelini
Enrique Peña Nieto, expresidente de México y figura polémica de la política nacional, ha vuelto a colocarse bajo el reflector de forma inesperada y estremecedora.
A sus 58 años, en lo que parecía una entrevista más sobre su vida postmandato, el exmandatario soltó una frase que dejó al país entero congelado: “Yo sí la eliminé… a mi manera”.
Las palabras, que muchos aún intentan procesar, fueron en referencia a Mónica Pretelini, su esposa fallecida en 2007, cuya muerte ha estado desde siempre rodeada de misterio, versiones poco claras y silencios incómodos.
La entrevista, transmitida por un canal digital independiente, parecía ir por un rumbo convencional: política, familia, retiro.
Sin embargo, cuando el periodista le preguntó sobre la relación con su primera esposa, Peña Nieto bajó la mirada, hizo una pausa larga… y dijo lo que nadie esperaba.
“Con Mónica fue difícil.
No todos saben lo que realmente pasó.
Yo sí la eliminé, pero no como todos creen.
Fue una eliminación emocional, fría, calculada.
Yo la borré de mi vida antes de que muriera físicamente.
La frase, aunque ambigua, detonó una tormenta mediática.
Las redes sociales explotaron y los titulares comenzaron a especular con lo que realmente quiso decir.
¿Fue una metáfora? ¿Una confesión disfrazada? ¿Un acto fallido de arrogancia o una verdad incómoda que lleva años reprimiendo?
Lo cierto es que, tras esa impactante declaración, Peña Nieto no se retractó.
Por el contrario, profundizó en lo que describió como “un proceso silencioso de abandono emocional” hacia Mónica Pretelini durante sus últimos años juntos.
“Yo estaba enfocado en mi carrera, en escalar, en conseguir lo que quería.
Y sí, la dejé sola, la traicioné emocionalmente, y eso la destruyó.
Yo no empuñé un arma, pero la fui matando lentamente con mi indiferencia”, dijo con una frialdad que heló la sangre de los presentes.
Mónica Pretelini falleció el 11 de enero de 2007, oficialmente por una crisis epiléptica mientras dormía.
Sin embargo, siempre existieron voces que cuestionaron las circunstancias exactas, especialmente por la rapidez con la que se cerró el caso, la falta de pruebas forenses públicas y el hermetismo de la familia.
Ahora, con esta confesión, esas dudas vuelven a cobrar fuerza.
Peña Nieto también confesó que, al momento de su muerte, no estaba presente en casa, y que las llamadas telefónicas entre ellos en los días previos habían sido frías y llenas de tensión.
“Sabía que ella no estaba bien.
Pero decidí ignorarlo.
Lo que pasó esa noche fue consecuencia de muchas cosas que venían mal desde hace tiempo.
Yo lo sabía… y no hice nada.
”
La confesión ha provocado una ola de reacciones desde todos los sectores.
Analistas políticos, periodistas, figuras del espectáculo y miles de ciudadanos han condenado la insensibilidad del exmandatario.
Algunos lo acusan de cinismo, otros de intentar limpiar su conciencia demasiado tarde.
Incluso allegados a la familia Pretelini han salido a pedir respeto, afirmando que “lo que dice Peña Nieto es una forma cruel de reescribir una tragedia privada que él nunca quiso enfrentar”.
También se han alzado voces legales que exigen que se reabra el caso de Mónica Pretelini.
Aunque no hay pruebas de que su muerte haya sido provocada, lo dicho por Peña Nieto abre la puerta a una posible revisión de los hechos, especialmente por el peso emocional que sus palabras llevan.
“Yo la maté emocionalmente.
La dejé morir”, reiteró durante la entrevista.
Lo que parece claro es que, más allá de lo literal o metafórico, Enrique Peña Nieto ha admitido su responsabilidad moral en la muerte de una mujer que, según muchos, fue víctima del poder, del abandono y del silencio.
Y lo ha hecho sin lágrimas, sin disculpas y sin intención aparente de redención.
En una nación acostumbrada a las máscaras políticas, esta confesión no solo remueve heridas antiguas, sino que vuelve a poner sobre la mesa la pregunta que millones nunca dejaron de hacerse: ¿qué pasó realmente con Mónica Pretelini?
Hoy, la historia da un giro brutal.
Y aunque Peña Nieto siga viviendo entre lujos y privilegios, su frase quedará tatuada en la memoria colectiva: “Yo sí la eliminé”.
Porque hay verdades que, aunque disfrazadas, gritan más fuerte que cualquier sentencia.
Y esta… ha dejado a todo México petrificado.
