“El susurro del asesino: la confesión desconocida de Aburto que reabre la herida de México” 🎬⚡
El día en que Colosio cayó abatido por un disparo en plena campaña presidencial, el país entero se paralizó.
Las imágenes corrieron como pólvora: un político con un discurso de cambio, asesinado frente a multitudes, en un acto que debía simbolizar cercanía con el pueblo.
En cuestión de minutos, la esperanza se convirtió en horror y el sueño en tragedia.
Y junto con el desconcierto, apareció el nombre de Mario Aburto, un joven que, según las autoridades, había disparado sin piedad contra el candidato.
Pero detrás de la narrativa oficial, siempre latió una sospecha: ¿era realmente Aburto el culpable o fue convertido en el chivo expiatorio de una maquinaria política dispuesta a encubrir algo mucho más oscuro? Durante años, esa pregunta se repitió en pasillos, conversaciones y reportajes, mientras el hombre condenado insistía en que su voz nunca había sido escuchada.
Su versión, muchas veces ignorada, emerge con la fuerza de un secreto mal enterrado.
Aburto asegura que fue detenido antes del asesinato, que las autoridades lo golpearon y torturaron para obligarlo a declararse culpable, y que el verdadero asesino nunca fue presentado ante la justicia.
Según él, el rostro que el pueblo vio en televisión como “el asesino capturado” ni siquiera era el suyo, sino el de un hombre que usaron como doble para sellar la narrativa de un caso cerrado.
Cada palabra de su relato es un golpe contra la estructura de poder que en aquel entonces dominaba al país.
Si lo que dice es cierto, no solo se trataría de una manipulación judicial, sino de una conspiración de Estado.
El asesinato de Colosio, que muchos ya veían como un crimen político, se convertiría en la confirmación de una operación diseñada para silenciar cualquier intento de cambio.
Las descripciones de Aburto son escalofriantes.
Habla de celdas oscuras, de golpes interminables, de amenazas contra su familia si no cooperaba con el guion que le imponían.
Asegura que el dolor y la desesperación lo llevaron a aceptar un papel que nunca le correspondía: el del verdugo de Colosio.
Sus palabras no suenan como un simple intento de limpiar su nombre; suenan como un grito ahogado que resurge después de años de encierro y de silencios impuestos.
La reacción de la opinión pública ante esta versión ha sido de desconcierto y furia.
En redes sociales, muchos exigen reabrir el caso, investigarlo desde cero y destapar de una vez por todas quién estuvo realmente detrás del magnicidio.
Otros, más escépticos, consideran que se trata de una estrategia tardía, un intento desesperado por buscar protagonismo.
Pero lo innegable es que su testimonio reabre una herida que nunca cicatrizó y que sigue latiendo en la historia de México.
El caso Colosio siempre estuvo rodeado de enigmas.
Testigos que declararon haber visto más de un arma, inconsistencias en los informes balísticos, videos que desaparecieron misteriosamente y una prisa inusual por cerrar el expediente.
Cada detalle alimenta la teoría de que la verdad que se contó nunca fue la verdad completa.
Y en ese entramado de dudas, las palabras de Aburto se insertan como una pieza incómoda que no encaja con la versión oficial, pero que tampoco puede ser ignorada.
Lo más perturbador es el silencio posterior.
Décadas después, muchos de los responsables políticos y judiciales de aquella época se rehúsan a hablar, como si la historia aún pesara sobre sus conciencias.
La figura de Colosio, convertida en símbolo de lo que pudo ser y no fue, se mantiene como un recordatorio de un México que estuvo al borde de cambiar y fue brutalmente frenado por una bala.
Y ahora, con Aburto lanzando su versión desconocida, la duda vuelve a sacudir las bases del relato oficial.
Las implicaciones son aterradoras.
Si el testimonio de Aburto es cierto, el país entero fue testigo de una farsa histórica, de un montaje que no solo condenó a un inocente, sino que enterró para siempre la posibilidad de saber quién ordenó realmente el asesinato.
¿Fue un ajuste de cuentas dentro del propio sistema? ¿Un mensaje de las élites a quienes intentaban romper con el poder establecido? ¿O simplemente un crimen perfecto, planeado para nunca ser resuelto?
Lo único claro es que la voz de Mario Aburto, tantas veces silenciada, hoy resuena como un eco incómodo en la memoria colectiva.
Su versión, desconocida para muchos, no solo cuestiona el pasado, sino que amenaza con desestabilizar la narrativa que durante años se presentó como incuestionable.
El caso Colosio no es solo un capítulo oscuro de la historia; es una herida abierta que sigue supurando dolor, sospecha y desconfianza hacia las instituciones.
Y cada palabra de Aburto es como sal sobre esa herida, recordándole a México que la verdad, por más que se intente ocultar, siempre encuentra una forma de regresar.
Porque a veces, la historia no se mide por las versiones oficiales, sino por los silencios que pesan más que las palabras.
Y el silencio de aquellos que callaron durante décadas hace que la confesión desconocida de Mario Aburto suene hoy como un trueno que amenaza con derribar todo lo que creíamos saber sobre la muerte de Luis Donaldo Colosio.