💔A sus 47 AÑOS, ANTONIO MARGARITO VIVE una REALIDAD DOLOROSA que NADIE IMAGINABA

😢ANTONIO MARGARITO CUMPLE 47 AÑOS y REVELA su DURA VIDA ACTUAL: “Así estoy viviendo ahora…”

 

Durante años fue una leyenda viva.

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Antonio Margarito, con su estilo implacable y aguante sobrehumano, se ganó el respeto —y el miedo— de rivales en todo el mundo.

Subía al ring como un guerrero, y bajaba con el rostro ensangrentado, pero siempre con los brazos en alto.

Campeón mundial en tres ocasiones, su nombre era sinónimo de guerra en el cuadrilátero.

Pero hoy, a sus 47 años recién cumplidos, ese mismo hombre vive en el más absoluto anonimato, enfrentando una realidad que duele más que cualquier golpe recibido en el ring.

Margarito vive alejado del ruido, en una casa modesta en una zona periférica de Tijuana.

Ya no hay fanáticos en la puerta, ni flashes, ni cinturones que levantar.

Solo quedan los recuerdos… y las consecuencias físicas y emocionales de una carrera brutal.

En entrevistas recientes, ha confesado que sufre dolores constantes, especialmente en la vista, luego del devastador castigo recibido en su pelea con Manny Pacquiao en 2010, donde sufrió una fractura orbital que, según los médicos, “nunca debió haberle permitido volver a pelear”.

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Pero volvió.

Lo hizo por necesidad.

Y ese fue el principio del fin.

En sus propias palabras, “volví al ring cuando no debía… pero no tenía otra salida.

El dinero ya no alcanzaba, y la fama no paga cuentas”.

Así de crudo.

La vida del deportista retirado no siempre viene con contratos millonarios o estabilidad financiera, y Margarito es prueba viviente de ello.

Tras varios malos manejos, inversiones fallidas y la falta de una red sólida de apoyo, su situación económica se ha deteriorado.

Hoy, vive con lo justo, sin lujos, sin negocios productivos y dependiendo de trabajos esporádicos relacionados con el boxeo para sostener a su familia.

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Lo más triste es cómo ha sido tratado por algunos sectores del deporte que una vez lo ovacionaron.

Muchos lo han dejado fuera del círculo.

Algunas cadenas deportivas se niegan a invitarlo a programas, y hay promotoras que lo evitan “por la polémica de los vendajes”, aquel escándalo que marcó un antes y un después en su carrera.

“Me juzgaron como si fuera un criminal, pero nunca escucharon mi lado completo.

Pagaron justos por pecadores, y hasta hoy sigo cargando con eso”, lamenta.

Las secuelas emocionales también son profundas.

Aunque trata de mostrarse fuerte, en más de una ocasión ha confesado sentirse abandonado y olvidado.

“Cuando ganaba, todos estaban.

Ahora, ni una llamada recibo en mi cumpleaños”, dijo con voz entrecortada en una entrevista que no tardó en volverse viral.

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A sus 47 años, el hombre que alguna vez levantó títulos mundiales vive una existencia silenciosa, casi invisible, lejos del respeto que merece un guerrero de su talla.

Sin embargo, no todo está perdido.

Margarito ha empezado a dar clases de boxeo en un pequeño gimnasio local.

Allí, lejos de las luces de Las Vegas, forma a jóvenes boxeadores, no solo con técnica, sino con lecciones de vida.

“Quiero que ellos no repitan mis errores.

Quiero que sepan que la fama se va… pero lo que haces con ella, queda”, afirma con convicción.

Los fanáticos que aún lo recuerdan han iniciado una campaña para pedir que se le rinda un homenaje digno, ya sea en Tijuana o en el mismo Consejo Mundial de Boxeo.

Porque aunque su carrera estuvo marcada por controversia, su entrega, su corazón y su legado son indiscutibles.

Nadie puede negar que Antonio Margarito dio todo… incluso su salud.

Hoy, a los 47 años, su historia es una advertencia, un llamado de atención al mundo del boxeo, a las autoridades deportivas y a la memoria colectiva.

Detrás de cada cinturón, hay un hombre.

Detrás de cada victoria, hay sacrificios que duran toda la vida.

Y en el caso de Margarito, el precio ha sido demasiado alto.

Antonio sigue de pie.

Herido, sí.

Dolido, también.

Pero vivo, luchando con la misma garra que lo llevó a lo más alto.

Porque aunque el público se olvide… un verdadero campeón nunca se rinde.

 

 

 

 

 

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