😢 Lalo el Mimo a sus Casi 90 Años: La Triste Realidad de una Leyenda del Humor Olvidada
Eduardo Manzano, mejor conocido como Lalo el Mimo, fue durante décadas un símbolo del humor blanco, del ingenio escénico y de la ternura convertida en espectáculo.
En los años dorados de la televisión mexicana, su nombre era sinónimo de alegría y su personaje conquistó generaciones enteras.
Nadie que haya crecido viendo la TV de los años 70 y 80 puede olvidar ese rostro maquillado, esa mirada expresiva y esos movimientos que hablaban sin decir una palabra.
Sin embargo, el paso del tiempo ha sido cruel con quien una vez fue el rey del silencio cómico.
Hoy, a sus casi 90 años, Lalo vive en condiciones que muchos describen como tristes, incluso indignas para alguien que dio tanto al entretenimiento nacional.
Lejos de los reflectores, de los aplausos y de los homenajes que merece, el mimo sobrevive en una rutina solitaria y apagada.
Varios reportajes recientes han mostrado su situación actual: una pequeña vivienda modesta, escasos recursos y un estado de salud que va deteriorándose lentamente.
Su voz ya no tiene la fuerza de antes, y sus ojos —aunque aún guardan chispa— reflejan una profunda melancolía.
Durante una breve entrevista concedida desde su hogar, Lalo confesó que muy pocos colegas se acuerdan de él.
“El medio artístico es ingrato… te aplauden mientras estás arriba, pero cuando bajas, desapareces para todos”, declaró con una resignación que dolió más que cualquier palabra.
Contó que pasa la mayoría de sus días viendo televisión o caminando despacio por el patio de su casa, recordando mejores tiempos que parecen hoy un sueño lejano.
A veces lo visitan algunos vecinos o familiares, pero la soledad es una constante con la que ha aprendido a convivir.
Lo más desgarrador es que, según sus propias palabras, siente que ha sido olvidado por un país al que le regaló su vida entera.
“No quiero lástima, solo que se acuerden de mí”, dijo con una sonrisa forzada.
Su situación económica también es delicada.
A pesar de sus años de carrera, sus ingresos actuales apenas alcanzan para lo básico.
Nunca gozó de contratos millonarios ni de regalías importantes, y ahora enfrenta la vejez con lo poco que logró ahorrar y con la esperanza de alguna ayuda ocasional.
Las redes sociales, al conocer esta situación, explotaron en mensajes de apoyo, indignación y tristeza.
Muchos fanáticos, al enterarse de cómo vive su ídolo, han exigido que se le rinda un homenaje digno en vida y no se espere a que sea demasiado tarde.
“No podemos permitir que una leyenda como Lalo el Mimo pase sus últimos días en el olvido”, escribió un seguidor, cuyo comentario fue compartido miles de veces.
La reacción del público ha sido tan intensa que algunos productores ya se plantean organizar un evento especial para reconocer su legado.
Pero mientras eso llega —si llega—, Lalo sigue ahí, en su rincón del mundo, con los recuerdos como única compañía fiel.
A veces revive sus sketches frente al espejo, repite movimientos, se ríe de sus propias ocurrencias, como si tratara de revivir una chispa que se le escapa entre los dedos.
Aunque su cuerpo ya no responde como antes, su espíritu sigue aferrado a ese amor por el escenario que nunca se extinguió del todo.
La magia del mimo aún vive en él, aunque el mundo parezca haberla olvidado.
La historia de Lalo el Mimo no es solo un retrato de la vejez, sino un espejo brutal de cómo la fama puede ser efímera y cómo una industria puede levantar ídolos y luego dejarlos caer en el más cruel anonimato.
Hoy, más que nunca, su historia necesita ser contada, su nombre necesita ser recordado, y su figura merece mucho más que el olvido.
Porque Lalo no solo fue un mimo: fue el alma silenciosa de una generación, y su legado no debe morir en el silencio.