¡NO ES UNA TEORÍA! Carlos Salinas de Gortari admite el secreto mejor guardado del poder mexicano 🇲🇽🔥
Carlos Salinas de Gortari, el expresidente más polémico y enigmático del México moderno, ha roto un silencio que parecía eterno.
A sus 77 años, en una entrevista inesperada, admitió algo que durante décadas fue considerado solo un rumor: su participación directa y activa en decisiones que beneficiaron a unos pocos a costa del futuro de millones de mexicanos.
Lo dijo sin rodeos, como quien ya no tiene nada que perder.
Y aunque muchos lo sospechaban, escucharlo de su propia boca ha causado un verdadero terremoto político.
Durante años, Salinas fue señalado como el cerebro detrás de las privatizaciones más agresivas en la historia del país, la concentración de poder en manos de unos cuantos empresarios y la consolidación de una élite que aún hoy domina el panorama económico mexicano.
Pero nunca lo había dicho abiertamente.
En un tono mesurado pero con palabras que calan hondo, Salinas aceptó que “se tomaron decisiones que favorecieron a ciertos grupos, con la esperanza de que el beneficio se extendiera al resto de la población, cosa que no ocurrió como se esperaba”.
Esta frase, aparentemente inocente, es en realidad una admisión directa de que el modelo económico impuesto en su sexenio fue diseñado —consciente o inconscientemente— para beneficiar a los más poderosos.
Pero eso no fue todo.
En un giro inesperado, también confesó su cercanía con personajes que después serían acusados de corrupción sistemática, incluidos empresarios que obtuvieron contratos millonarios sin licitación y líderes sindicales que manejaban fortunas sin rendir cuentas.
“Confiábamos en ellos porque representaban estabilidad”, dijo Salinas, “pero algunos traicionaron esa confianza”.
La reacción no se hizo esperar.
En redes sociales, miles de usuarios explotaron de indignación, preguntándose si esta “confesión tardía” no era más que una jugada para limpiar su legado antes de partir de este mundo.
Otros, más escépticos, creen que se trata de una estrategia política para desviar la atención de temas actuales o incluso para proteger a su círculo cercano.
Lo cierto es que esta declaración ha reavivado uno de los debates más intensos de la historia reciente: ¿fue Salinas el arquitecto de la modernización de México o el responsable de sembrar las semillas de la desigualdad que hoy vivimos? Su sexenio, que va de 1988 a 1994, fue uno de los más intensos en cambios estructurales, pero también uno de los más oscuros en cuanto a transparencia, represión política y manipulación electoral.
Incluso se atrevió a hablar sobre el asesinato de Luis Donaldo Colosio, tema que siempre ha estado rodeado de sospechas.
Sin afirmarlo directamente, Salinas dijo que “hubo muchas cosas que nunca se supieron y que es mejor que así se queden”.
Esta frase enigmática no ha hecho más que echar gasolina al fuego de las teorías que lo vinculan directa o indirectamente con uno de los crímenes más traumáticos para la democracia mexicana.
Algunos analistas políticos ya comparan esta confesión con otras caídas históricas del poder, donde figuras aparentemente intocables finalmente revelan lo que siempre negaron.
¿Será que Salinas teme por su legado? ¿O acaso sabe que el juicio de la historia será implacable y quiere, al menos, ofrecer una versión más humana de sus decisiones?
En cualquier caso, el daño ya está hecho.
Su confesión no solo valida las sospechas de una generación entera, sino que también obliga a replantear el relato oficial de los años 90.
Lo que muchos consideraban un modelo a seguir, ahora parece más bien una advertencia.
Mientras tanto, miles de ciudadanos exigen que esta admisión tenga consecuencias reales: que se reabran investigaciones, que se revisen contratos firmados en su sexenio y que, si aún hay responsables vivos, se les lleve ante la justicia.
Porque si algo ha quedado claro con estas palabras de Carlos Salinas de Gortari, es que el poder, tarde o temprano, tiene que rendir cuentas.
Lo que parecía imposible, finalmente ocurrió.
Y aunque llegue con décadas de retraso, su confesión ha abierto una puerta que ya no podrá cerrarse.
El México de hoy no es el mismo de los años 90, pero las heridas siguen abiertas.
Y ahora, más que nunca, el país exige respuestas.
