⚡👁️ “Dos Revoluciones, Un Solo Choque”: El conflicto prohibido entre Guevara y Kabila que nadie quiso revelar

🌑💥 “Cuando el Che Perdió la Paciencia”: La tensión explosiva con Kabila que cambió el rumbo de la guerrilla

 

Cuando el Che llegó al Congo en 1965, llevaba consigo la convicción ardiente de extender la revolución mundial.

Adelante - Septiembre no fue mejor en la guerrilla boliviana

Deseaba encontrar un líder africano capaz de encender la chispa revolucionaria con la misma determinación con la que él había combatido en Cuba.

Kabila, joven, carismático y con un aura de liderazgo natural, parecía el aliado perfecto.

Al menos en teoría.

Sin embargo, bastaron las primeras reuniones para que el Che notara algo inquietante: las prioridades de Kabila no siempre coincidían con la disciplina férrea que él consideraba indispensable para una insurgencia real.

Los combatientes congoleños, desordenados, dispersos, con una moral fluctuante, contrastaban brutalmente con la visión militar del Che.

Cada día era un choque silencioso entre ideales y realidad.

Y allí, en ese espacio lleno de tensiones, emergió el conflicto central: Kabila no siempre aparecía en los entrenamientos, no seguía los planes al pie de la letra y, según testimonios posteriores, pasaba largas horas en reuniones políticas que el Che consideraba estériles.

Lo que NUNCA te contaron sobre el CONFLICTO entre Che y Kabila - YouTube

Esa diferencia de prioridades fue la primera grieta entre ambos.

Hubo un día especialmente revelador.

El Che había preparado una operación nocturna meticulosamente, convencido de que aquel ataque sería el punto de inflexión en la región.

Pero al caer la noche, Kabila no estaba allí.

Llegó tarde, con excusas vagas y un brillo en los ojos que no transmitía urgencia, sino un cierto desapego del plan.

El silencio que siguió entre ambos fue tan denso que varios combatientes lo recordaron como “el momento en el que todo se quebró”.

El Che, con la mandíbula tensa y la mirada endurecida, comprendió algo devastador: estaba luchando una guerra que quizá solo él tomaba con absoluta seriedad.

A partir de entonces, cada conversación entre Guevara y Kabila se volvió un campo minado.

Che y sus compañeros de la guerrilla - Periódico Vanguardia

El Che criticaba la falta de disciplina; Kabila replicaba que la revolución africana tenía sus propios ritmos y que no podían copiar el modelo cubano.

El Che insistía en actuar; Kabila insistía en esperar.

Había un choque ideológico profundo, sí, pero también un conflicto personal: ninguno de los dos estaba dispuesto a ceder la autoridad moral del movimiento.

Era como ver a dos volcanes silenciosos acumulando presión sin que nadie se atreviera a intervenir.

Uno de los episodios más tensos ocurrió durante una reunión improvisada en una choza semiderruida.

El Che, exhausto y frustrado, golpeó la mesa con el puño después de que Kabila anunciara que pospondrían otra operación.

Algunos guerrilleros se quedaron congelados.

Kabila lo miró fijamente y, sin parpadear, le dijo que no permitiría que un extranjero dictara el destino de la lucha congoleña.

Ese cruce, breve pero incendiario, marcó el punto máximo del distanciamiento.

Nadie levantó la voz, pero la intensidad emocional fue tan fuerte que varios presentes describieron la escena como “dos mundos chocando en silencio”.

Los días siguientes intensificaron el deterioro.

El Che comenzó a escribir en su diario reflexiones que mostraban una mezcla de decepción y tristeza: sentía que estaba viviendo una derrota interna antes que militar.

Mientras tanto, Kabila adoptó una actitud más hermética, hablando cada vez menos con su aliado cubano y rodeándose exclusivamente de su círculo más cercano.

Era evidente que la confianza, si alguna vez había existido plenamente, se había evaporado.

Lo más impactante del conflicto, sin embargo, no fue una pelea abierta, sino la manera en que ambos dejaron de buscarse.

Había un silencio extraño entre ellos, un silencio que pesaba más que cualquier discusión.

El Che caminaba por el campamento como un general cansado; Kabila lo observaba desde la distancia, con una mezcla de respeto, desconfianza y orgullo herido.

Era la imagen de una alianza rota sin necesidad de palabras.

Finalmente, la decisión de retirarse del Congo llegó como un golpe seco.

El Che, consciente de que la misión estaba condenada por las divisiones internas, anunció que volvería a Cuba.

No hubo una despedida emocional, ni un gesto grandioso.

Solo una frase escueta de Kabila —“Hicimos lo que pudimos”— y un asentimiento silencioso del Che, que dejó claro que ninguno estaba satisfecho con aquel final.

Ese intercambio, frío y breve, fue la sentencia definitiva de una relación que había comenzado llena de esperanza.

Años después, cuando Kabila logró finalmente consolidar su poder y convertirse en presidente de la República Democrática del Congo, muchos se preguntaron si recordaría aquel choque con el Che como una herida o como una lección.

Para Guevara, el Congo quedó grabado como uno de los capítulos más frustrantes de su vida revolucionaria, un recordatorio de que no todas las luchas pueden ser moldeadas por voluntad, disciplina o romanticismo.

Lo no dicho entre ellos —esas miradas tensas, esos silencios prolongados— reveló un conflicto mucho más profundo que cualquier desacuerdo táctico: la colisión de dos egos, dos visiones y dos mundos enfrentados dentro de una misma causa.

Lo que nunca te contaron sobre el conflicto entre el Che y Kabila es que no fue solo político ni estratégico.

Fue, sobre todo, humano.

Una historia de expectativas rotas, de ideales que chocan con la realidad y de dos líderes incapaces de encontrar un puente en medio del caos.

Y en ese silencio final entre ambos, en esa despedida breve y casi incómoda, se esconde la verdadera tragedia de aquella alianza que prometía cambiar la historia… pero terminó consumida por sus propias sombras.

 

 

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