😱🔍 “Una Cuna Vacía y un País en Shock: El Crimen que Colombia No Puede Olvidar” 🕳️🧸

🧠🩸 “Cuando el Amor se Pudre: La Madre que Mató a su Hija Tras Ser Abandonada” 💔👩‍👧‍👧

Silvana Torres tenía 26 años y una vida que, desde afuera, parecía estar en ruinas mucho antes del crimen.

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Vivía en una pequeña casa en las afueras de Bucaramanga, Colombia, donde criaba sola a su hija de tres años, Isabela.

El padre de la niña, con quien había tenido una relación marcada por la violencia psicológica y el desprecio, la había abandonado dos semanas antes del asesinato.

Fue ese abandono, según múltiples fuentes, lo que encendió una mecha que venía ardiendo en silencio desde hace años.

El día del crimen, los vecinos notaron algo extraño.

La casa estaba cerrada, las luces apagadas en plena tarde.

Nadie escuchó llanto.

Nadie escuchó nada.

Silvana Torres cuenta a clínica psiquiátrica por qué causó daño a su hija;  no fue venganza

Horas después, una vecina alertó a la policía tras notar un olor extraño y un presentimiento que no podía explicar.

Lo que encontraron al entrar dejó a los agentes paralizados: el cuerpo de la pequeña Isabela estaba en su cama, cubierto con una sábana y sin signos de violencia externa visibles a primera vista.

Pero el horror estaba por comenzar.

Silvana estaba sentada en el suelo, con la mirada fija en un punto invisible de la pared.

No gritaba.No lloraba.

Solo repetía una frase: “No quería que sufriera como yo”.

La escena fue registrada por las cámaras de los agentes, y el video, filtrado días después, desató una ola de furia en redes sociales.

La autopsia reveló que la niña había sido asfixiada mientras dormía.

No hubo forcejeo.

No hubo gritos.

Continúa el impacto por el asesinato de Antonella Torres, una niña de 3  años que habría sido atacada por su madre, Claudia Silvana Torres, en su  apartamento de Manizales. La mujer, que

Fue un acto premeditado, frío, ejecutado con precisión.

Silvana confesó todo durante los interrogatorios.

Dijo que ya no podía más, que el abandono de su pareja fue “la última puñalada”, y que pensó que su hija estaría mejor “libre del mundo”.

La explicación no convenció a nadie.

La indignación fue inmediata.

Miles de personas marcharon por las calles exigiendo justicia, mientras los medios explotaban cada rincón de la historia.

Las redes sociales se llenaron de imágenes de la niña, dibujos, velas encendidas y mensajes de rabia.

Pero también empezaron a surgir preguntas más profundas: ¿por qué nadie notó el deterioro mental de Silvana? ¿Dónde estaban los servicios sociales? ¿Quién falló?

La desgarradora reacción de la abuela que encontró a Silvana Torres y a su  bebé | El Tiempo

El perfil psicológico de Silvana, elaborado por expertos forenses, reveló un cuadro alarmante.

Trastorno depresivo severo, episodios disociativos y una tendencia suicida no tratada.

Según los informes, Silvana había pedido ayuda en dos ocasiones al centro de salud local, pero sus síntomas fueron minimizados como “estrés materno normal”.

Nunca fue derivada a un especialista.

Esa omisión, ahora, pesa como una sentencia moral sobre el sistema.

Las entrevistas con personas cercanas a ella pintan una imagen aún más dolorosa.

Una joven madre que sonreía poco, que rara vez salía de casa, que se había aislado casi por completo tras el abandono de su pareja.

Algunos vecinos dijeron que la escuchaban llorar por las noches, que hablaba sola, que tenía miedo de dormir.

Nadie imaginó que todo terminaría así.

Tras el crimen, la comunidad reaccionó con una mezcla de rabia y tristeza.

Algunos exigían cadena perpetua para Silvana.

Otros, irónicamente, la llamaban “víctima del abandono estatal”.

El juicio, que comenzó con medidas de seguridad extremas por temor a linchamientos, se convirtió en un espectáculo mediático.

Cada palabra suya era analizada, cada mirada era interpretada como señal de frialdad o culpa.

Silvana fue declarada culpable de homicidio agravado, y enfrenta una pena de hasta 50 años de prisión.

Pero su caso ya trascendió el sistema judicial.

Se convirtió en símbolo de algo más oscuro: de las grietas de una sociedad que no sabe detectar el dolor a tiempo, que solo reacciona cuando ya es demasiado tarde.

Hoy, la tumba de Isabela se ha llenado de flores, peluches y cartas que ninguna niña debería recibir.

Silvana, por su parte, permanece en aislamiento bajo vigilancia psiquiátrica.

Sus palabras, repetidas una y otra vez durante su evaluación final, resuenan como un eco trágico: “Nadie me vio.

Nadie nos vio”.

Este no fue solo un crimen.

Fue un grito que nadie escuchó a tiempo.

Un espejo sucio que refleja lo que puede pasar cuando la desesperación encuentra silencio en lugar de ayuda.

Y mientras Colombia trata de entender lo incomprensible, el caso de Silvana Torres se convierte en una herida abierta…que nadie sabe cómo cerrar.

 

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