🩸 Cuando el Che miró a la muerte a los ojos: el sobreviviente que rompe 57 años de silencio

🌑 La profecía del Che: el relato oculto que explica cómo supo que no saldría vivo de Bolivia

 

El último sobreviviente del grupo boliviano no habla con orgullo ni con nostalgia: habla como quien carga un peso que no pudo dejar atrás ni en las noches más tranquilas.

Cubadebate

Cuenta que, en los días finales, la atmósfera entre la guerrilla estaba marcada por una tensión imposible de ignorar.

No era solo el hambre, ni el cansancio, ni las emboscadas constantes; era algo más profundo, una sensación que recorría la selva como un presagio.

El Che, según él, parecía moverse con una serenidad extraña, como si hubiese aceptado un destino que el resto aún no estaba dispuesto a enfrentar.

Hubo un momento clave, casi imperceptible, en el que todo cambió: fue cuando el Che se detuvo en medio del sendero fangoso, miró hacia el cielo encapotado y soltó un suspiro que ninguno entendió en ese instante.

El sobreviviente recuerda que la mirada del Che ya no era la del comandante incansable, sino la de un hombre que había descifrado algo que los demás aún ignoraban.

No hubo discurso, no hubo advertencia.

Solo un silencio pesado, casi ritual.

Fue esa quietud lo que más impactó al grupo.

Él lo describe como un instante en que el Che pareció despedirse sin pronunciar palabra, como si la selva misma fuera testigo de un pacto silencioso entre él y su próximo final.

La forma en que sostuvo su fusil, la manera en que bajó los hombros por un segundo… esos detalles minúsculos se grabaron en la memoria del sobreviviente como señales de un presentimiento inevitable.

Los días siguientes confirmaron esa sensación inquietante.

El Che se mostraba reflexivo, observaba a sus compañeros con una mezcla de cariño y gravedad, como si quisiera memorizar sus rostros antes de que la tragedia los alcanzara.

En un momento particularmente tenso, cuando el cerco militar comenzaba a cerrarse, él habría dicho una frase que el sobreviviente asegura que nunca olvidará: “La muerte no me preocupa; lo que me preocupa es no haber hecho suficiente”.

Esa confesión no sonó heroica ni grandilocuente, sino terriblemente humana.

Fue entonces cuando el grupo comprendió que el Che había aceptado algo que ellos aún rechazaban: la misión estaba perdida.

La presión militar aumentaba y el cansancio devoraba el espíritu de la guerrilla.

El último sobreviviente relata que la respiración del Che, afectada por el asma, se volvía más pesada cada día.

Él mismo sabía que su cuerpo ya no respondía como antes.

“Entendió que no podía seguir huyendo para siempre”, dice.

Y añade que hubo una noche en particular en la que lo vio sentado, absorto, con la luz débil del fuego marcando su perfil.

No dijo nada.

No pidió nada.

Pero la expresión que llevaba en el rostro era tan intensa que los demás dejaron de hablar para no romper ese momento.

Acampada, debates y una marcha antiimperialista conmemorarán al Che Guevara  en Bolivia

Parecía un hombre calculando el fin, aceptándolo, incluso preparándose emocionalmente para él.

La caída fue inevitable.

Cuando el grupo quedó reducido y agotado, el Che se vio rodeado.

El sobreviviente recuerda el sonido seco de los disparos, los gritos desesperados, la confusión.

Pero lo más impactante fue la reacción del Che: no gritó, no imploró, no trató de imponer su figura legendaria.

Simplemente levantó la mirada, como quien reconoce que el ciclo se ha cerrado.

“No tenía miedo”, insiste el testigo.

“Tenía certeza”.

Esa certeza, la convicción de que era su última batalla, había estado presente desde días antes, escondida en sus silencios prolongados y en los gestos mínimos que ahora adquieren un sentido devastador.

El testigo asegura que, cuando lo vio capturado, el Che tenía una expresión que jamás había mostrado antes: una mezcla de cansancio y alivio.

Como si, finalmente, la persecución hubiese terminado.

La selva había consumido a muchos, pero él parecía reconciliado con su destino.

El sobreviviente recuerda que, incluso en ese momento límite, hubo un instante en que el Che clavó la mirada en uno de sus propios hombres, un gesto que no necesitó palabras.

Era un adiós tácito, un reconocimiento mutuo de que el camino que habían compartido llegaba a un cierre brutal.

Ese instante marcó para siempre al único que vivió para contarlo.

Tras su muerte, el peso del silencio cayó sobre todos los que sobrevivieron al cerco boliviano.

Algunos callaron por miedo, otros por vergüenza, otros porque las heridas eran demasiado profundas para exponerlas al mundo.

Este último sobreviviente, sin embargo, llevó la historia dentro de él como una carga que no podía soltar.

Y ahora que la ha revelado, lo hace con una mezcla de alivio y angustia, consciente de que está entregando no solo un testimonio, sino una pieza emocional que redefine los últimos días del Che.

Al final, su confesión no resuelve todos los enigmas, pero ilumina uno de los más inquietantes: el Che no cayó por sorpresa, no fue un líder traicionado por su propio mito.

Fue un hombre que entendió que había llegado al límite, que la lucha había cambiado de forma y que su destino ya estaba sellado.

Y lo aceptó con una calma que aún hoy provoca escalofríos.

Porque, según el único sobreviviente, lo más perturbador no fue cómo murió… sino cómo supo que iba a morir.

Si quieres otra versión más oscura, más emocional o centrada exclusivamente en el momento de su captura, puedo escribirla.

 

 

Related Posts

Our Privacy policy

https://colombia24h.com - © 2025 News