😤 Orgullo, principios y una verdad silenciada: Por qué el hijo favorito de Bonanza lo dejó todo atrás 🚪🔥
A principios de los años 60, Bonanza se había convertido en un fenómeno imparable.
Los domingos por la noche, millones de familias americanas se sentaban frente al televisor para ver las aventuras de los Cartwright.
Entre ellos, uno brillaba con luz propia: Adam, el hijo mayor, interpretado por Pernell Roberts.
Su presencia imponente, su voz profunda y su porte intelectual lo distinguían del resto.
Para muchos, él era el verdadero corazón moral de la serie.
Pero, en el detrás de cámaras, las cosas eran muy distintas.
Pernell Roberts era un actor entrenado en teatro clásico.
Formado en Shakespeare y con una visión crítica de la televisión comercial, desde el inicio sintió que Bonanza era una plataforma limitada para su talento.
Pero no era solo cuestión artística.
Según testimonios de personas cercanas a él, Roberts sentía que la serie promovía una imagen anticuada, racista y patriarcal de la sociedad americana.
Uno de los primeros roces con los productores surgió cuando él propuso que Bonanza incluyera personajes afroamericanos con roles significativos.
“¿Por qué en Nevada del siglo XIX no hay negros con voz propia?”, preguntaba.
Nadie le respondía.
Solo le recordaban su contrato y la necesidad de “mantener la armonía del show”.
Esa armonía, según Pernell, era una fachada para justificar la falta de representación y profundidad.
Pero el verdadero quiebre vino cuando Roberts comenzó a negarse a decir ciertos diálogos que consideraba “ridículos o insultantes para la inteligencia del público”.
En particular, le molestaba cómo su personaje, Adam, un hombre supuestamente culto y viajado, se veía obligado a actuar como un hijo obediente de papá Ben Cartwright en cada episodio, sin espacio para el cuestionamiento o la evolución emocional.
“Tenía que actuar como un niño de 35 años con barba”, dijo una vez con ironía.
Los ejecutivos de NBC intentaron retenerlo.
Le ofrecieron aumentos salariales escandalosos, guiones personalizados e incluso su propia línea de mercancía.
Pero Pernell ya había tomado la decisión.
En 1965, tras seis temporadas, abandonó Bonanza para siempre.
Y lo hizo sabiendo que podría significar el fin de su carrera.
Lo fue, en parte.
Aunque participó en otras producciones, ninguna alcanzó el nivel de éxito de Bonanza.
Durante años, fue etiquetado como “el actor difícil”, “el que dejó el oro por orgullo”.
Pero él nunca se retractó.
En entrevistas posteriores, dejó claro: “Prefiero perder contratos antes que perder el respeto por mí mismo”.
En una industria obsesionada con el estrellato y la obediencia, Roberts fue un caso atípico.
Y pagó el precio.
Pero al mismo tiempo, se convirtió en una figura de culto: el hombre que dijo “no” cuando todos le exigían “sí”.
El actor que eligió principios por encima del aplauso fácil.
El Cartwright que prefirió desaparecer del rancho antes que traicionarse.
Hoy, décadas después, su salida de Bonanza ya no se ve como un acto de locura o rebeldía.
Se reconoce como una protesta silenciosa contra un sistema narrativo limitado, y contra una televisión que, en ese momento, prefería la comodidad del cliché a la incomodidad de la verdad.
Y así, Pernell Roberts no solo dejó una serie: dejó una lección.
Una que todavía resuena en los pasillos de Hollywood, aunque muchos prefieren no escucharla.
Porque a veces, decir adiós es la única forma de mantenerse fiel a uno mismo.