De la esperanza al silencio: así fueron los últimos 18 días de Valeria Afanador, hasta su muerte 😱⚖️
La cronología del caso de Valeria Afanador se ha vuelto un rompecabezas cargado de tristeza.
Tenía 10 años, era frágil, pero al mismo tiempo transmitía una fuerza única.
Quienes la conocieron aseguran que su manera de enfrentar la vida, pese al síndrome de Down, era admirable.
Sin embargo, todo cambió en cuestión de días.
Los primeros reportes indican que Valeria empezó a presentar malestares que, en un principio, parecían menores.
Fiebre intermitente, cansancio y dolores que fueron interpretados como síntomas pasajeros.
Nadie imaginó que se trataba del inicio de un calvario.
Los médicos recomendaron reposo, pero su condición empeoraba con cada jornada.
La niña, que solía participar en actividades escolares con entusiasmo, comenzó a aislarse.
El día 5 de la cronología fue crucial: la llevaron al hospital por primera vez.
Allí recibió atención básica, estudios preliminares y un diagnóstico que no convenció a la familia.
“Dijeron que no era grave, que volveríamos a casa pronto.
Pero yo sabía que algo no estaba bien”, declaró un familiar cercano.
Esa intuición se confirmaría días más tarde.
Entre los días 7 y 12, Valeria estuvo en una montaña rusa de síntomas.
Mejoraba por horas y luego volvía a caer.
Los doctores hablaban de un cuadro controlable, pero la realidad en el cuerpo de la niña era otra.
Su fragilidad, combinada con el síndrome de Down, hacía que cada recaída fuera más dura, más peligrosa.
Llegó el día 15, y con él, la desesperación.
Valeria ya no respondía igual.
Su energía se había agotado.
Su mirada, antes llena de vida, reflejaba cansancio.
Fue entonces cuando la familia exigió una atención más profunda.
“No podemos seguir esperando”, dijeron entre lágrimas.
Pero el tiempo ya jugaba en contra.
El día 18, la tragedia se consumó.
Valeria falleció, dejando tras de sí un silencio insoportable.
La noticia no tardó en difundirse: una niña de 10 años, con síndrome de Down, murió después de 18 días de lucha, en medio de cuestionamientos sobre la atención recibida.
Los testimonios de sus maestros y amigos de escuela son desgarradores.
“Siempre llegaba con una sonrisa enorme, todos la adorábamos.
No entiendo cómo ya no está aquí”, relató una docente.
Sus compañeros la recuerdan como la niña que nunca decía no, que siempre quería participar, aunque las dificultades la acompañaran de cerca.
La Fiscalía abrió una investigación para determinar si hubo negligencia médica o retrasos en la atención.
La reconstrucción de los hechos ya reveló detalles que incomodan: largas esperas en el hospital, diagnósticos superficiales y, sobre todo, la falta de seguimiento a un cuadro que claramente se agravaba con el paso de los días.
En redes sociales, el caso estalló como pólvora.
Miles exigieron justicia y que la muerte de Valeria no quedara como una simple estadística.
“Ella tenía derecho a vivir, a recibir lo mejor, no lo mínimo”, escribió una usuaria.
El hashtag #JusticiaParaValeria se volvió tendencia en cuestión de horas.
Hoy, el recuerdo de Valeria Afanador es un llamado urgente.
Su muerte no solo dejó una familia destrozada, sino también una comunidad entera que exige respuestas.
Porque en cada uno de esos 18 días hubo oportunidades de salvarla, y sin embargo, la historia terminó en tragedia.
La pregunta que resuena es devastadora: ¿cuántas Valerias más deben morir para que la atención médica, la protección infantil y la sensibilidad hacia quienes viven con condiciones especiales sean tomadas en serio?
La vida de Valeria fue corta, pero su partida se convirtió en un grito que nadie debería ignorar.
Un grito que pide justicia, memoria y, sobre todo, que nunca más se repita una historia así.