Tere Velázquez fue una de las figuras más luminosas y seductoras del cine mexicano durante los últimos años de la Época de Oro.

Su belleza elegante, su talento precoz y su proyección internacional la convirtieron en una estrella antes de cumplir los 20 años, cautivando no solo al público de México, sino también al de España, Italia y gran parte de América Latina.
Junto a su hermana Lorena Velázquez formó uno de los dúos más icónicos del cine nacional, símbolo de glamour, sofisticación y carisma en una industria que vivía sus años de mayor esplendor.
Sin embargo, detrás de esa carrera brillante se escondía una tragedia devastadora que terminaría arrebatándole la vida de forma injusta y evitable.
Nacida el 8 de marzo de 1942 en la Ciudad de México como María de los Ángeles Teresa de Jesús Villar, Tere creció en un entorno estrechamente ligado al mundo artístico.
Tras el divorcio de sus padres, su madre rehízo su vida junto al actor y director teatral Víctor Velázquez, quien acogió a Tere y a su hermana Lorena como hijas propias y les dio legalmente su apellido.
Desde muy joven, Tere mostró una sensibilidad artística excepcional.
Estudió actuación, danza e idiomas, y vivió una temporada en San Francisco, donde aprendió inglés con fluidez, una habilidad que más tarde impulsaría su carrera internacional.
Sus primeros pasos profesionales se dieron en el teatro, pero no tardó en llegar al cine siguiendo la estela de su hermana mayor.
Con apenas 15 años debutó en la pantalla grande y rápidamente llamó la atención por su presencia magnética y su mezcla de inocencia y sensualidad.
En pocos años trabajó con grandes figuras de la comedia y el drama, como Germán Valdés “Tin Tan”, Antonio Espino “Clavillazo” y Mario Moreno “Cantinflas”, con quien además mantuvo un romance discreto que fue muy comentado en su momento.
Aquella joven actriz ya no era solo una promesa: se estaba convirtiendo en una estrella.
El gran salto en su carrera llegó a los 18 años, cuando protagonizó películas que consolidaron su imagen como una de las actrices jóvenes más atractivas de su generación.
Compartió créditos con leyendas como Dolores del Río y Libertad Lamarque, y su talento comenzó a ser reconocido más allá de las fronteras mexicanas.
A inicios de los años sesenta, el cine europeo puso los ojos en ella.
Participó en producciones españolas e italianas, trabajó con actores de prestigio internacional y llegó a presentarse en festivales de cine donde su actuación fue ampliamente elogiada.
Durante esa etapa, Tere Velázquez vivió una vida intensa tanto en lo profesional como en lo personal.
Se casó en dos ocasiones y fue madre de dos hijos, a quienes siempre consideró el centro de su vida.
Aunque su carrera comenzó a disminuir en los años ochenta y noventa, su legado ya estaba firmemente establecido.
Su nombre seguía siendo sinónimo de elegancia, misterio y una sensualidad natural que muchos críticos compararon con la de Brigitte Bardot.
Pero cuando parecía haber encontrado una etapa de estabilidad lejos de los reflectores, ocurrió el hecho que marcaría el desenlace más doloroso de su historia.
A los 54 años, Tere acudió al médico por una molestia persistente.
Esperaba un diagnóstico sencillo, algo común, pero lo que recibió fue una falsa tranquilidad.
El médico le aseguró que se trataba de hemorroides y le recomendó una cirugía rápida y aparentemente sin riesgos.
Nunca ordenó estudios profundos ni consideró otras posibilidades.
Su hermana Lorena, siempre protectora, le ofreció llevarla a la Ciudad de México para obtener una segunda opinión médica.
Tere, confiada en el diagnóstico y con la operación ya programada para el día siguiente, decidió no posponer el procedimiento.
Aquella decisión, basada en la confianza en un médico, resultó fatal.
Durante la cirugía, algo salió terriblemente mal. La operación se prolongó durante horas, generando una angustia creciente en su familia.
Cuando el médico finalmente salió del quirófano, la verdad fue devastadora.
Tere no tenía hemorroides, sino un cáncer de colon avanzado.
Peor aún, el intento de operar directamente el tumor sin el protocolo adecuado provocó que el cáncer se diseminara rápidamente por su cuerpo, desencadenando una metástasis agresiva.
Lo que pudo haberse tratado a tiempo se convirtió, por negligencia médica, en una sentencia de muerte.

Desesperados, sus hijos la llevaron a Dallas, Texas, con la esperanza de que especialistas estadounidenses pudieran revertir el daño.
Sin embargo, tras múltiples evaluaciones, los médicos fueron contundentes: el cáncer estaba demasiado avanzado y ya no había opciones curativas.
Tere regresó a México para enfrentar la enfermedad rodeada de su familia, con el apoyo del sindicato de actores y, sobre todo, con la presencia constante de su hermana Lorena, quien nunca se separó de ella.
Durante más de un año, Tere Velázquez luchó con valentía y dignidad.
Enfrentó el dolor físico y emocional sin perder su elegancia ni su fortaleza interior.
Para Lorena, aquella etapa fue la más dura de su vida.
Años después confesaría que la muerte de su hermana fue la pérdida que más la marcó, incluso por encima de otras tragedias personales que también tuvo que afrontar.
El 7 de enero de 1998, a los 55 años, Tere Velázquez falleció.

Su muerte no fue consecuencia de excesos, escándalos ni del paso del tiempo, sino de un error médico prevenible.
Una mala diagnosis y una intervención equivocada apagaron una vida que aún tenía mucho por ofrecer.
Su partida dejó un vacío profundo en el cine mexicano y una herida imborrable en su familia.
Hoy, su historia es recordada no solo por su extraordinaria carrera artística, sino también como un doloroso recordatorio de las consecuencias de la negligencia médica.
Tere Velázquez permanece en la memoria colectiva como una estrella brillante, una actriz de belleza inolvidable y una mujer cuya vida fue truncada injustamente.
Su legado sigue vivo en cada una de sus películas y en el recuerdo de quienes la admiraron, demostrando que, incluso en la tragedia, su luz nunca se apagará.