La verdad de lo que pasó con Gustavo Díaz Ordaz y sus ATROCIDADES

Gustavo Díaz Ordaz, presidente de México entre 1964 y 1970, es una de las figuras más controversiales y polémicas de la historia moderna del país.

Su mandato estuvo marcado por dos caras muy distintas: por un lado, un periodo de crecimiento económico y estabilidad inflacionaria que muchos mexicanos recuerdan con añoranza; por otro, la represión brutal y la masacre de Tlatelolco en 1968, uno de los episodios más oscuros y trágicos en la historia política mexicana.

Este artículo repasa su vida, sus logros y sus atrocidades, para entender mejor el legado de un hombre que dejó una huella imborrable en México.

Gustavo Díaz Ordaz nació en Tlacolula

Gustavo Díaz Ordaz nació el 12 de marzo de 1911 en San Andrés Chalchicomula, Puebla, en medio de la Revolución Mexicana.

Provenía de una familia con raíces políticas y sociales importantes; su padre, Ramón Díaz Ordaz, y su madre, Sabina Bolaños Cacho, pertenecían a familias reconocidas de Oaxaca, con vínculos directos con figuras históricas como Porfirio Díaz y José María Díaz Ordaz, héroe liberal y gobernador de Oaxaca.

A pesar de estas conexiones, la familia enfrentó dificultades económicas tras la Revolución, lo que llevó a varios traslados hasta establecerse en Puebla.

 

Desde joven, Gustavo mostró un carácter metódico, serio y obsesionado por el orden, características que lo acompañarían durante toda su carrera.

Estudió derecho y, tras ejercer en cargos judiciales y administrativos, comenzó a escalar en la política poblana bajo la tutela de Maximino Ávila Camacho, gobernador de Puebla y hermano del entonces presidente Manuel Ávila Camacho.

Tras la muerte de su padrino político en 1945, Díaz Ordaz consolidó su carrera, llegando a ser senador y, finalmente, secretario de Gobernación bajo el mandato de Adolfo López Mateos.

 

En 1964, gracias al tradicional “dedazo” del PRI, fue designado candidato presidencial y ganó las elecciones con más del 88% de los votos, iniciando un sexenio que marcaría profundamente la historia de México.

 

Durante su gobierno, México vivió un periodo de notable crecimiento económico.

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El Producto Interno Bruto (PIB) creció entre un 6% y 8% anual, mientras que la inflación se mantuvo baja, alrededor del 2.7%.

Este crecimiento económico se tradujo en un aumento del ingreso per cápita y una mejora en la estabilidad financiera del país, lo que muchos mexicanos recuerdan como una época de prosperidad.

 

Entre sus obras más destacadas está la iniciación de la construcción del Metro de la Ciudad de México, un proyecto ambicioso que transformó la movilidad urbana y que aún hoy es vital para millones de capitalinos.

Con la colaboración de figuras como la actriz María Félix y el empresario francés Alex Berger, Díaz Ordaz logró inaugurar la primera línea del metro en 1969, un símbolo tangible de modernización.

 

Además, su presidencia tuvo la responsabilidad de organizar dos eventos internacionales de gran envergadura: los Juegos Olímpicos de 1968 y el Mundial de Fútbol de 1970, que pusieron a México en el centro de la atención mundial y proyectaron una imagen de avance y desarrollo.

 

Sin embargo, el legado de Díaz Ordaz está marcado indeleblemente por uno de los episodios más trágicos de la historia reciente de México: la masacre de Tlatelolco, ocurrida el 2 de octubre de 1968, apenas diez días antes de la inauguración de los Juegos Olímpicos.

 

El movimiento estudiantil de 1968 surgió como una protesta pacífica y transversal que exigía el fin del autoritarismo, la liberación de presos políticos y reformas democráticas.

Sin embargo, el gobierno calificó a los manifestantes como comunistas y subversivos, y respondió con una brutal represión.

Gustavo Díaz Ordaz: el malo del 68 y de la historia

El 2 de octubre, miles de estudiantes y simpatizantes se congregaron en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco, un lugar simbólico que representa las tres grandes etapas de la historia mexicana: prehispánica, colonial y moderna.

Fuerzas militares y policiales, incluyendo el Batallón Olimpia —un cuerpo especial y secreto— rodearon la plaza con miles de soldados, tanquetas y francotiradores apostados en edificios cercanos.

 

La masacre comenzó cuando se lanzó una bengala, señal para que las fuerzas armadas abrieran fuego contra la multitud.

Se calcula que murieron entre 300 y 400 personas, aunque el número exacto nunca se ha confirmado oficialmente.

Entre las víctimas había estudiantes, transeúntes, periodistas y niños.

La violencia fue tal que cuerpos fueron recogidos en camiones de basura y muchas personas fueron arrestadas, golpeadas y humilladas.

 

La prensa oficialista replicó la versión del gobierno, culpando a los estudiantes de iniciar la violencia y presentando el evento como una respuesta legítima a una amenaza comunista.

Sin embargo, investigaciones posteriores y testimonios revelaron la responsabilidad directa del gobierno de Díaz Ordaz y sus fuerzas especiales en la masacre.

File:Gustavo Diaz Ordaz Richard Nixon San Diego (cropped).jpg - Wikimedia  Commons

Además de su papel en la represión, la vida personal de Díaz Ordaz estuvo llena de episodios polémicos.

Durante su presidencia mantuvo una relación amorosa con la cantante y actriz Irma Serrano, conocida como “La Tigresa”.

Según relatos, esta relación fue intensa y conflictiva, llegando incluso a provocar un desprendimiento de retina en Díaz Ordaz tras una bofetada de Serrano, un episodio que refleja la complejidad y tensión de su vida privada.

 

Su esposa, Guadalupe Borja, sufrió problemas nerviosos tras los acontecimientos de 1968 y tuvo que retirarse de sus funciones como primera dama, falleciendo en 1974.

 

Durante más de tres décadas, los gobiernos priistas evitaron investigar a fondo la masacre de Tlatelolco.

No fue sino hasta la llegada de Vicente Fox en 2000 que se ordenó una investigación formal, revelando documentos que confirmaban la participación del Batallón Olimpia y la responsabilidad gubernamental en la represión.

 

Luis Echeverría, secretario de Gobernación durante la masacre y sucesor de Díaz Ordaz en la presidencia, fue acusado de genocidio en 2002, aunque fue absuelto en 2009 tras un largo proceso judicial.

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Documentos desclasificados también evidenciaron la colaboración de Estados Unidos con el gobierno mexicano, proporcionando armas, municiones e inteligencia para controlar el movimiento estudiantil.

 

Además, se reveló que Díaz Ordaz fue informante de la CIA bajo el nombre clave “Litempo 23”, colaborando con la agencia en varios países latinoamericanos antes de distanciarse tras la masacre.

 

Gustavo Díaz Ordaz murió el 16 de julio de 1979 a causa de cáncer de colon. Su legado es profundamente ambivalente.

Por un lado, es recordado por su contribución al desarrollo económico y la modernización de México; por otro, es condenado por la brutal represión y la masacre de Tlatelolco, que dejó una herida abierta en la memoria colectiva del país.

 

Su presidencia es un recordatorio de los riesgos del autoritarismo y la importancia de la memoria histórica.

La historia de Díaz Ordaz enseña que el progreso económico no puede ni debe estar separado del respeto a los derechos humanos y la democracia.

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