A sus 79 años, Priscilla Presley ha decidido finalmente levantar el velo sobre uno de los romances más emblemáticos y enigmáticos de la historia del espectáculo: su matrimonio con Elvis Presley, el Rey del Rock and Roll.
Décadas después de su apasionada y tumultuosa unión, Priscilla comparte detalles íntimos y desconocidos que ofrecen una nueva perspectiva sobre la relación con el icónico cantante, una historia marcada por amor, dolor, fama y desafíos personales.
La historia de amor entre Elvis y Priscilla comenzó en septiembre de 1959 en Alemania Occidental, en un encuentro fortuito durante una fiesta.
Priscilla, entonces una adolescente de apenas 14 años, cruzó miradas con Elvis Presley, quien ya era una estrella consagrada de 24 años y estaba cumpliendo su servicio militar.
La vida de Priscilla había estado marcada desde su infancia por la tragedia, tras la pérdida de su padre en un accidente aéreo cuando ella tenía solo seis meses.
Criada bajo la protección de su madre y padrastro, un oficial de la Fuerza Aérea de Estados Unidos, Priscilla vivía en un entorno militar que la llevó a residir en Wiesbaden, el escenario de aquel encuentro que cambiaría su destino.
Por su parte, Elvis atravesaba un momento crucial.
Reclutado en 1958, su carrera musical estaba en pleno auge tras su explosiva aparición en “The Ed Sullivan Show”.
Sin embargo, la muerte de su madre Gladis Presley en agosto de 1958 lo devastó profundamente, afectando su estabilidad emocional.
A pesar de su fama y lujos, Elvis era un hombre sentimental, con una visión tradicionalista sobre las mujeres, buscando en ellas pureza y devoción, cualidades que parecía encontrar en Priscilla.
Priscilla recuerda con claridad aquella primera noche en la casa que Elvis había alquilado cerca de la base militar en Bad Nauheim.
Elvis, con su carisma inconfundible, intentó impresionarla tocando el piano y cantando solo para ella.
Aunque ella se sentía paralizada por la sorpresa, una sencilla adolescente frente a una leyenda viva, ese momento marcó el inicio de una relación intensa y compleja.
En una tercera cita, Elvis le pidió a Priscilla que subiera a su habitación para estar a solas.
Con voz tranquilizadora, le prometió que nunca le haría daño y que la trataría como a una hermana, una promesa que reflejaba la dinámica de un romance prohibido y lleno de incertidumbre.
Los padres de Priscilla se opusieron firmemente a la relación debido a la diferencia de edad y la fama de Elvis.
Sin embargo, al ver la determinación de su hija, su padrastro accedió a conocer al cantante.
Elvis, en su uniforme militar, causó una buena impresión, asegurando que cuidaría bien de Priscilla y que su relación era seria y madura.
A pesar de las garantías, la relación enfrentó desafíos.
Elvis, con una educación sureña tradicional, creía que la mujer adecuada debía reservarse para el matrimonio, y veía en Priscilla a esa mujer.
Sin embargo, comenzó a moldearla a su imagen, eligiendo su ropa, peinado y maquillaje, una señal temprana de control que marcaría su relación.
Aunque Priscilla adoraba a Elvis, pronto comenzó a resentir la soledad y la atención que él recibía de fanáticas en todo momento.
Solo en la intimidad de su habitación sentía que tenía a Elvis completamente para ella.
Pero esa felicidad efímera fue solo el preludio de los desafíos que vendrían.
Uno de los aspectos más oscuros que Priscilla revela es la introducción de las anfetaminas en su vida.
Elvis, que había comenzado a usarlas durante su servicio militar, le ofreció a ella Dexedrina para mantenerse despierta, un símbolo inquietante de la complejidad y peligro que se gestaba tras la fachada de cuento de hadas.
Tras el servicio militar, Elvis regresó a Estados Unidos y empezó a salir con otras celebridades, como Nancy Sinatra, dejando a Priscilla en un estado de espera angustiante.
Durante casi dos años, la comunicación fue esporádica y la distancia emocional creció, hasta que Elvis la invitó a Los Ángeles, donde la colmó de regalos y lujos, pero también dejó claras reglas de exclusividad y control.
En 1962, Priscilla se mudó a Memphis para terminar la secundaria, viviendo principalmente en Graceland, la famosa mansión de Elvis.
Allí, la vida era un contraste entre el lujo y la soledad.
Elvis pasaba mucho tiempo en Hollywood filmando películas, mientras Priscilla enfrentaba la realidad de una relación marcada por la ausencia y la presión mediática.
A pesar de ello, Elvis le propuso matrimonio en 1966, entregándole un deslumbrante anillo de diamantes que simbolizaba una promesa de futuro juntos.
La boda, celebrada en secreto en Las Vegas en 1967, fue íntima y discreta, lejos del bullicio mediático.
Nueve meses después de la boda, nació Lisa Marie Presley, la única hija de la pareja.
Aunque Elvis adoraba a su hija, no se involucraba en las tareas cotidianas de la paternidad, reflejando su estilo de vida y prioridades.
Priscilla se convirtió en una esposa dedicada, pero su vida giraba en torno a Elvis y la fama que lo rodeaba.
La atención constante, las mujeres que gravitaban alrededor de Elvis y su temperamento volcánico comenzaron a afectar la relación.
Priscilla se convirtió en una sombra vigilante, siempre atenta a Elvis, una dinámica que con el tiempo debilitó su vínculo.
Elvis sentía una profunda pasión por el karate y Priscilla comenzó a entrenar con él, inicialmente como una forma de compartir tiempo juntos.
Sin embargo, con el tiempo, su dedicación creció y comenzó a tomar clases privadas con Mike Stone, con quien desarrolló un romance.
Este episodio marcó el principio del fin de su matrimonio.
Priscilla tomó la difícil decisión de separarse, expresando que necesitaba encontrarse a sí misma, un acto de independencia que puso fin a una era en sus vidas.
La dependencia de Elvis a medicamentos recetados se volvió cada vez más evidente y problemática.
Priscilla recuerda momentos difíciles y escenas perturbadoras que reflejaban la espiral descendente del Rey.
El divorcio se finalizó en 1973 en términos amistosos, con ambos saliendo tomados de la mano, un gesto que sorprendió a muchos y que reflejaba la compleja relación que mantenían.
Tras la muerte de Elvis en 1977, Priscilla quedó devastada, enfrentando la pérdida de un amor inmenso y el peso de preservar su legado.
Se convirtió en coejecutora del patrimonio y jugó un papel fundamental en la transformación de Graceland en un lugar de peregrinación mundial.
A pesar de seguir adelante con su vida, Priscilla nunca volvió a casarse y siempre reconoció que Elvis fue la única persona que realmente importó en su vida.
Priscilla apoyó la película biográfica de 2022, elogiando la actuación de Austin Butler y la autenticidad con la que se contó la historia de Elvis.
Su participación en eventos y estrenos relacionados con la película reafirma su rol como guardiana del legado y narradora de la verdad detrás de la leyenda.
La historia de Priscilla Presley es un testimonio conmovedor de amor, pérdida y resiliencia.
Su revelación ofrece una visión íntima y humana del hombre detrás de la leyenda, mostrando que incluso las figuras más icónicas enfrentan luchas personales y desafíos profundos.
A sus 79 años, Priscilla continúa honrando la memoria de Elvis y compartiendo su verdad, inspirando a millones con su fortaleza y autenticidad.
Su relato nos recuerda que detrás del brillo y la fama, existe una historia real de emociones, sacrificios y, sobre todo, amor.
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