🌹⏳ El adiós más doloroso: lo que ocurrió en el último día de vida de Paulina Tamayo te romperá el alma

😢🎤Entre canciones, lágrimas y silencio: así fueron las últimas horas de la Dama del Pasillo


Era una mañana tranquila en Quito.

El sol entraba por la ventana del pequeño estudio donde Paulina Tamayo solía ensayar cuando no estaba de gira.

Dónde será velada Paulina Tamayo? - El Comercio

A sus 60 años, mantenía la misma rutina de siempre: café negro, un cuaderno lleno de letras a medio escribir y esa mirada melancólica que parecía contener mil historias.

Ese día, sin saberlo, escribió su último verso: “A veces el alma canta cuando ya se está despidiendo”.

Nadie le prestó mucha atención, pero esas palabras quedaron ahí, como una profecía escondida entre las hojas de su libreta.


Pasado el mediodía, recibió la visita de su hija menor.

Compartieron un almuerzo sencillo, lleno de risas y anécdotas.

Hablaron del pasado, de los escenarios, de los viajes que hicieron juntas.

“Mamá estaba feliz”, contó su hija más tarde, “aunque en su voz había algo distinto, una calma extraña, como si ya lo supiera todo”.

Después de comer, Paulina se sentó frente al espejo, tomó su guitarra y comenzó a cantar ‘Sendas distintas’.

Lo hizo con una ternura que estremeció a todos los presentes.

La grabación de ese momento —su última interpretación— se volvió viral después de su muerte.

En el video, su mirada se pierde en el vacío, como si estuviera despidiéndose sin palabras.


Al caer la tarde, recibió una llamada.

Era una vieja amiga, también cantante, con quien había compartido escenario en los años dorados del pasillo.

Paulina Tamayo, 'La Grande del Ecuador', es despedida entre lágrimas y  cantos - El Comercio

Hablaron durante casi una hora, recordando tiempos pasados, risas y traiciones que ya no dolían.

“Me dijo que estaba en paz, que sentía que había cumplido su misión”, relató su amiga entre lágrimas.

“No imaginé que esa sería nuestra última conversación”.

Esa noche, el cielo se cubrió de nubes.

Paulina preparó té de manzanilla, su favorito, y escribió unas líneas en su diario personal.

“Si mañana no despierto, que sepan que amé intensamente, que canté con el alma y que el escenario fue mi casa”.

Esas fueron las últimas palabras que dejó escritas.

A las once y media de la noche, llamó a su hermana para decirle que se sentía un poco cansada, que se iba a acostar temprano.

“Descansa, mañana hablamos”, fue la respuesta.

De qué murió Paulina Tamayo y por qué Ecuador la llora?

Pero ese “mañana” nunca llegó.


Según el reporte médico, Paulina sufrió un infarto mientras dormía.

No hubo dolor, no hubo angustia.

Simplemente cerró los ojos y se fue.

Cuando su familia la encontró a la mañana siguiente, la guitarra estaba a un costado de la cama, y sobre la mesita de noche, un rosario entrelazado con una flor marchita.

En la radio sonaba, casi por casualidad, una de sus propias canciones: ‘El alma en los labios’.

Fue como si la vida, en su último acto de poesía, le hubiera preparado su propia despedida.


La noticia corrió como fuego por las calles de Ecuador.

Las redes sociales se inundaron de mensajes, videos y homenajes.

Artistas, políticos y fanáticos lloraron su partida.

Las emisoras interrumpieron su programación para transmitir sus canciones; las plazas se llenaron de su voz, y por un día entero, el país entero se detuvo para escucharla una vez más.


En el velorio, miles de personas hicieron fila para despedirse.

Algunos dejaban flores, otros cartas, otros simplemente lloraban en silencio.

Entre la multitud, una anciana dijo una frase que conmovió a todos: “Se fue la voz del Ecuador, pero su eco se queda en el alma del pueblo”.


Horas después, su familia reveló que Paulina había dejado instrucciones detalladas sobre cómo quería ser recordada.

Nada de tristeza, nada de homenajes grandilocuentes.

“Solo pongan mis canciones y déjenme ir con música”, escribió.

Y así fue.

En su entierro, los músicos que la acompañaron durante décadas tocaron sus melodías más queridas.

No hubo discursos políticos, ni cámaras invasivas.

Solo acordes, lágrimas y una sensación indescriptible de paz.


Las últimas 24 horas de Paulina Tamayo no fueron trágicas.

Fueron una despedida lenta, silenciosa, tejida con amor y arte.

Vivió como cantó: con el corazón abierto, con una mezcla de fuerza y ternura que solo ella podía sostener.


Dicen que los grandes artistas no mueren, solo cambian de escenario.

Y quizás eso es lo que hizo Paulina.

Tal vez, en algún rincón del cielo, sigue cantando pasillos para quienes ya partieron antes.

Su voz, inconfundible y eterna, sigue flotando entre los recuerdos, recordándonos que la muerte no tiene poder sobre quienes supieron vivir con alma.


Porque la suya, la de Paulina Tamayo, fue un alma que nunca dejó de cantar, incluso cuando el mundo guardó silencio.

 

 

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