Abel Salazar murió hace 30 años, ahora su Esposa rompió su silencio

La historia de Abel Salazar y Rosita Arenas es una de esas que parecen sacadas del cine, no solo por la trayectoria artística de ambos, sino por la intensidad emocional que definió su relación.

Él, un ícono de la época dorada del cine mexicano, y ella, una actriz de belleza imponente y talento versátil nacida en Venezuela, unieron sus caminos en un romance que desafió los límites del tiempo y las adversidades personales.

Treinta años después de la muerte de Salazar, Rosita ha decidido romper el silencio y hablar por primera vez con profundidad sobre el hombre que marcó su vida, compartiendo recuerdos íntimos que han conmovido a quienes siguieron su historia desde los años sesenta.

Golden Age: who was the great love of Abel Salazar - Infobae

Rosita Arenas nació en Caracas, pero fue en México donde encontró su verdadero hogar y el escenario perfecto para desplegar su talento.

Rápidamente se convirtió en una de las actrices más queridas del país, participando en filmes junto a leyendas como Pedro Infante y Cantinflas.

Su presencia en pantalla, combinada con su elegancia natural y su expresividad, la convirtieron en una figura fundamental del cine nacional.

Sin embargo, a pesar del éxito, en 1963 tomó una decisión radical: abandonar su carrera para dedicarse a su familia.

Fue una pausa que sorprendió al público, pero que respondió a una necesidad íntima de enfocarse en su vida personal, especialmente tras su matrimonio con Abel Salazar, con quien tuvo a su hija Rosa.

 

Abel, por su parte, no solo era un actor de renombre, sino también un productor visionario.

Su papel como figura masculina del cine mexicano fue fundamental para el desarrollo de numerosas películas que aún hoy se consideran clásicos.

Pero su vida sentimental había sido agitada.

Antes de conocer a Rosita, tuvo una relación con la actriz Gloria Marín, la cual terminó en un sonado rompimiento.

Fue en ese contexto emocional que apareció Rosita, y con ella, la posibilidad de una nueva vida más estable.

Se casaron en 1960, en una ceremonia que atrajo la atención de toda la prensa y del público, convirtiéndose en una de las parejas más admiradas del espectáculo.

Cine Mexicano on X: "Una bella foto de la familia de Abel Salazar, uno de  los actor de #cinemexicano. Rosita Arenas fue su segunda esposa y con la  que tuvo a la

La vida en común no fue sencilla.

Como toda pareja, atravesaron momentos complejos.

El mundo del espectáculo y los compromisos profesionales pusieron a prueba su relación en múltiples ocasiones.

Sin embargo, supieron mantenerse unidos gracias a un fuerte lazo de respeto y complicidad.

Rosita ha confesado recientemente que, más allá del amor, existía entre ellos una genuina simpatía, una admiración mutua que los sostuvo incluso cuando las cosas se tornaban difíciles.

Para ella, no se trataba solo de amar a Abel, sino de disfrutar su presencia, de reír con él, de admirar su inteligencia y su pasión por el cine.

 

Después de años de silencio, Rosita celebró en agosto de 2023 su cumpleaños número 90 rodeada de sus seres queridos.

Fue en ese momento de celebración íntima que decidió hablar abiertamente sobre su vida con Abel.

Lo recordó como un hombre de carácter fuerte, pero generoso, con un gran sentido del humor y una sensibilidad artística excepcional.

En sus palabras, se percibe la nostalgia de quien ha vivido una gran historia de amor, pero también la paz de haber compartido su vida con alguien que dejó huella no solo en el cine, sino en su alma.

Abel Salazar con su hija y esposa, en un jardín | Mediateca INAH
Habló con emoción, pero sin tristeza, dejando claro que su amor por Abel no terminó con su partida, sino que ha seguido vivo a través de los recuerdos y de su hija Rosa, quien ha optado por trabajar tras las cámaras, continuando el legado familiar en el mundo del entretenimiento.

 

El camino de Rosita no estuvo libre de obstáculos.

Antes de Abel, vivió una relación con Jaime de Mora y Aragón, aristócrata español, con quien se casó y de quien luego se separó tras ser abandonada.

Ese episodio marcó su vida, pero también la preparó para la fortaleza emocional que necesitaría más adelante.

Su regreso al cine en 1994, después de tres décadas de ausencia, fue una prueba de su determinación.

A pesar de los años, demostró que su pasión seguía intacta.

Participó en telenovelas y películas, ganándose nuevamente el cariño del público y confirmando que el talento no tiene fecha de caducidad.

 

Hoy, cuando se habla de Rosita Arenas y Abel Salazar, no solo se recuerda una pareja emblemática del espectáculo, sino un ejemplo de amor maduro, comprometido y profundamente humano.

Su historia es testimonio de cómo dos personas pueden encontrarse en medio de la vorágine del éxito y construir una vida basada en el respeto, la admiración y el cariño verdadero.

Rosita, en su vejez serena, ha optado por compartir este legado emocional con el mundo, no como un acto de nostalgia, sino como una forma de rendir homenaje a un hombre que fue, para ella, compañero, amigo, confidente y amor.

 

La memoria de Abel Salazar sigue viva no solo en sus películas, sino también en el testimonio de Rosita, que ha sabido transformar el dolor de la pérdida en gratitud.

La forma en que habla de él, con ternura y sin rencores, es quizás la lección más grande de su vida: que el verdadero amor no se desvanece, sino que se transforma en una luz constante que acompaña incluso en la ausencia.

Y es esa luz la que hoy inspira a nuevas generaciones a creer en el amor duradero, en la importancia de la familia, y en la fuerza de los lazos que resisten el paso del tiempo.

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