🏰🚘 ¡Mansiones, autos y excentricidades! Así disfruta Alejandro Fernández su fortuna en este 2025 de puro derroche
Alejandro Fernández se despierta todos los días rodeado de mármol, arte exclusivo y vistas que cortan la respiración.
Su mansión principal en Guadalajara parece más un palacio que una casa.
Tiene más de 3.000 metros cuadrados, una piscina tipo infinity con fondo de cristal, spa privado, cine subterráneo, cava con vinos de colección y una sala de música completamente equipada donde ensaya con frecuencia.
Pero eso no es todo.
En la zona más exclusiva de Punta Mita, posee una residencia frente al mar valorada en más de 12 millones de dólares.
Allí recibe a sus hijos, amigos íntimos y algunas celebridades que prefieren mantener la visita en secreto.
Su dormitorio principal tiene una cama hecha a medida con sábanas de seda italiana, un techo retráctil para ver las estrellas y un jacuzzi con vista panorámica al océano Pacífico.
En cuanto a vehículos, su colección es simplemente demencial.
Tiene un Ferrari SF90 Spider personalizado en color negro mate con detalles en oro.
Un Rolls-Royce Cullinan blindado que usa en viajes largos, con interiores en cuero blanco y madera de nogal.
Y un Lamborghini Urus diseñado exclusivamente para él, con su firma bordada en los asientos.
Además, cuenta con una línea de autos clásicos restaurados entre los que destacan un Chevrolet Impala 1961 convertible y un Mustang Fastback que mandó traer desde Estados Unidos en una subasta privada.
En su rancho, ubicado en las afueras de Jalisco, tiene más de 40 caballos de raza pura.
Algunos de ellos, según expertos en equinos, están valuados en más de 150.000 dólares cada uno.
El rancho incluye establos de lujo, pista profesional, zona de entrenamiento y una casa para jinetes y cuidadores.
También ha mandado construir una capilla privada donde acude a orar y reflexionar lejos de las cámaras.
Pero su vida no se limita al terreno nacional.
Alejandro Fernández viaja constantemente a Europa y Medio Oriente.
Suele vacacionar en Ibiza, Santorini y los Alpes suizos.
Hace poco fue fotografiado en Dubái entrando a una joyería donde habría comprado un reloj Richard Mille valuado en más de medio millón de dólares.
También tiene participación en negocios de lujo.
Es inversionista en una cadena de hoteles boutique en la Riviera Maya y en un proyecto de viñedos en Baja California.
Incluso ha co-firmado una colección limitada de tequila con botellas decoradas a mano, cada una vendida en más de 5.000 dólares.
Su estilo de vestir sigue siendo tan icónico como extravagante.
Suele usar trajes de diseñadores como Tom Ford, Dolce & Gabbana y Saint Laurent, siempre hechos a medida.
No escatima en relojes: posee más de 30 piezas entre Patek Philippe, Audemars Piguet y Rolex.
En cuanto a tecnología, su casa principal cuenta con un sistema de domótica integral controlado desde su teléfono.
Desde abrir portones hasta cambiar la iluminación de la piscina o programar el sonido ambiente, todo está automatizado.
A pesar de todo ese lujo, Alejandro asegura que no ha perdido el piso.
En entrevistas recientes, ha dicho que su familia sigue siendo lo más importante y que vive para consentir a sus nietos.
Tiene espacios dedicados exclusivamente a ellos, incluyendo una mini granja, salas de juegos temáticas y un cine infantil dentro de su residencia.
También destina gran parte de su fortuna a fundaciones.
Ayuda a niños con enfermedades raras, apoya a comunidades rurales y recientemente donó equipo médico a un hospital en Guadalajara.
Pero no todo es miel sobre hojuelas.
Sus excentricidades han generado polémica en redes sociales.
Muchos critican el exceso, mientras otros lo defienden argumentando que se lo ha ganado con años de carrera impecable.
Él, por su parte, responde con clase y sin escándalos.
Simplemente publica una foto, sonríe, y deja que el lujo hable por sí solo.
2025 ha sido, hasta ahora, uno de sus años más activos tanto en lo artístico como en lo personal.
Y si algo queda claro, es que Alejandro Fernández no solo sigue siendo una figura imponente en la música, sino también un símbolo de poder, estilo y lujo desmedido.
Un hombre que, tras décadas en la cima, ahora disfruta del fruto de su éxito con una intensidad que solo pocos pueden darse el lujo de vivir.
Y lo hace, por supuesto, al estilo “Potrillo”: sin límites, sin miedo y con elegancia brutal.
