La historia de José Luis Perales es, en esencia, la victoria de la sencillez sobre la estridencia.

En 2025, al alcanzar la simbólica cifra de los 80 años, el cantautor de Castejón no solo representa una de las fortunas más sólidas de la música española, sino que se ha convertido en el referente máximo de cómo retirarse con elegancia.

Aquel joven que soñaba con ser albañil como su padre y que terminó estudiando ingeniería eléctrica por una beca en Sevilla, hoy contempla su legado desde la paz de sus refugios castellanos.

Su fortuna, valorada actualmente en cerca de 18 millones de euros, no es fruto del azar, sino de una disciplina inquebrantable que lo llevó a vender más de 55 millones de discos y a registrar más de 510 canciones.

El patrimonio inmobiliario de Perales es un mapa de sus afectos y su arraigo a la tierra española.

Su residencia principal en el casco histórico de Cuenca es una joya de piedra valorada en un millón de euros, donde los muros gruesos y las vigas de madera parecen custodiar las partituras de una vida entera.

Sin embargo, es en su finca de Castejón, de 4 hectáreas y valorada en 1,5 millones de euros, donde el artista encuentra su verdadera esencia rodeado de olivos y la luz del embalse de Buen Día.

A estas propiedades se suman su ático en el exclusivo Parque del Conde Orgaz en Madrid, valorado en 1,8 millones de euros, y dos apartamentos en Valencia que utiliza para sus escapadas al Mediterráneo.

Incluso en su colección de vehículos, Perales mantiene esa “elegancia silenciosa” que define su música.

Suele desplazarse entre sus propiedades en un Mercedes-Benz Clase E de 70,000 euros, valorando la fiabilidad sobre la velocidad.

Para los terrenos más abruptos de Guadalajara y Cuenca, confía en su Range Rover Vogue de 110,000 euros, un vehículo robusto que encaja con su amor por la vida rural.

No obstante, el objeto más preciado en su garaje sigue siendo un viejo Peugeot 504 que conserva por puro valor sentimental, recordándole los días en que el éxito era solo un horizonte lejano.

La vida diaria de Perales tras su retiro oficial de los escenarios en la gira “Baladas para una despedida” está lejos de ser pasiva.

El artista ha sustituido los hoteles y aeropuertos por su taller de cerámica y sus labores de arqueología local en Cuenca.

Es un secreto a voces en la región su participación en excavaciones, habiendo formado parte del equipo que rescató el impresionante mosaico romano de Nojeda.

Además, su faceta como escritor ha florecido con novelas como “La melodía del tiempo” y “Al otro lado del mundo”, demostrando que su capacidad narrativa trasciende la métrica de una canción.

En el ámbito personal, su historia de amor con Manuela Vargas sigue siendo el cimiento de su existencia.

Casados desde el 30 de julio de 1977 en una ceremonia multitudinaria en el convento de San Pablo, han superado juntos casi cinco décadas de fama sin un solo escándalo.

Sus hijos, Pablo y María, han heredado su vena creativa; Pablo como productor musical en Tom Music y María en el diseño de interiores, regalándole a Perales la alegría de cuatro nietos que hoy son su mayor audiencia.

Incluso con el paso de los años, Perales ha tenido la generosidad de desmitificar sus grandes éxitos para sus seguidores.

En 2025, sigue siendo fascinante recordar que su himno “¿Y cómo es él?” no fue escrito para una hija celosa o una amante perdida, sino por encargo para Julio Iglesias tras su ruptura con Isabel Preysler.

Fue la visión de su discográfica la que le prohibió entregarla, intuyendo que ese lamento de amor y curiosidad se convertiría en el sello personal del compositor conquense.

Pero quizás el aspecto más admirable de este Perales octogenario es su filantropía silenciosa.

Se estima que a lo largo de su carrera ha donado más de un millón de euros a causas humanitarias, destacando su compromiso histórico con Aldeas Infantiles SOS y UNICEF.

Sus himnos como “Que canten los niños” no fueron solo éxitos comerciales, sino herramientas de recaudación que han ayudado a miles de menores en situaciones vulnerables.

Incluso durante la reciente pandemia, el artista realizó donaciones discretas de 200,000 euros para fortalecer la asistencia sanitaria en su amada Castilla-La Mancha.

A los 80 años, José Luis Perales no es solo el hombre que le preguntó al viento por qué te vas o el que construyó un velero llamado libertad.

Es el hombre que entendió que el éxito más grande es poder volver a casa y ser reconocido, no como una estrella inalcanzable, sino como un vecino que ama su tierra y su gente.

Su vida en 2025 es el testimonio de que se puede ser inmensamente rico en posesiones, pero sobre todo en paz y coherencia.

Hoy, Perales ya no busca la próxima gran melodía para el mundo, sino que disfruta de la música que hace el viento entre los olivos de su finca, sabiendo que su tarea está cumplida.

La eternidad, para él, no se mide en discos de platino, sino en el tiempo que le dedica a sus nietos y en el silencio de su taller de cerámica bajo el sol de Cuenca.