El incendio de Notre-Dame en 2019 reveló sarcófagos antiguos y artefactos históricos que ofrecieron información inédita sobre personas y sociedades de hace más de 2000 años.

El 15 de abril de 2019, un incendio devastador arrasó la emblemática Catedral de Notre-Dame en París, un suceso que conmocionó al mundo entero.
Las llamas, que comenzaron al caer la noche, se propagaron rápidamente, consumiendo la alta aguja y gran parte del techo de este monumento histórico.
Mientras los bomberos luchaban incansablemente para salvar lo que quedaba de la catedral, muchos pensaban que el fuego solo traería destrucción. Sin embargo, lo que se descubrió bajo las cenizas fue nada menos que asombroso.
Después de la tragedia, un equipo de aproximadamente 50 arqueólogos se adentró en las ruinas, y lo que encontraron desafió todas las expectativas.
Entre los escombros, emergieron artefactos de más de 2000 años de antigüedad, incluyendo dos sarcófagos de plomo que contenían los restos de dos hombres.
Los científicos, ataviados con trajes especiales para protegerse del plomo, abrieron los ataúdes y hallaron huesos que revelaron historias de vidas pasadas marcadas por el sufrimiento y la riqueza.
Uno de los sarcófagos pertenecía a un hombre que, a pesar de su fortuna, padecía de gota, una enfermedad que afecta las articulaciones y que probablemente le dificultaba caminar.
Este individuo, conocido como Antoan, había contribuido a la catedral, financiando el coro y encargando obras que ahora se exhiben en el Museo del Louvre. El otro sarcófago, en cambio, fue un enigma durante mucho tiempo.
Los investigadores determinaron que pertenecía a un hombre de entre 25 y 40 años, un jinete experimentado que había enfrentado problemas de salud crónicos. Algunos creen que podría ser Joaquim Dubé, un poeta francés del siglo XVI, cuya tumba fue un misterio hasta ahora.

Pero el incendio no solo destapó secretos sobre los muertos, sino que también reveló la ingeniosa arquitectura de la catedral. Los arqueólogos descubrieron miles de grapas de hierro ocultas en las paredes, cada una de entre 20 y 50 centímetros de largo.
Este hallazgo explica cómo las estructuras delgadas de la catedral podían sostener bóvedas de hasta 32 metros de altura, una hazaña arquitectónica que había desconcertado a los expertos durante siglos.
Antes de la utilización del hierro, los constructores empleaban varas de madera, que eran menos resistentes y más propensas a romperse. La incorporación del hierro no solo fortaleció la catedral, sino que también permitió una estética que parecía desafiar la gravedad.
El destino de Notre-Dame estuvo en peligro en el siglo XIX, cuando los parisinos, cansados del estilo gótico, consideraron demolerla.
Fue el escritor Víctor Hugo quien, con su novela “El jorobado de Notre-Dame”, despertó el interés y la apreciación por esta magnífica obra maestra arquitectónica.
Gracias a su influencia, la catedral fue restaurada, y se añadieron elementos como una aguja de 750 toneladas y las icónicas quimeras que adornan su fachada.
Las gárgolas, esos míticos guardianes de piedra, también fueron incorporadas más tarde, durante un periodo en que el estilo gótico estaba en auge.
Estas esculturas no solo embellecen la catedral, sino que cumplen una función práctica al desviar el agua de los muros, protegiendo así la estructura de la erosión.

Un libro publicado en 1926, titulado “El misterio de las catedrales”, afirmaba que los secretos de la alquimia estaban escondidos en las paredes de Notre-Dame. En una de las torres, se encuentra la representación de un alquimista, un símbolo que ha fascinado a los estudiosos.
En la entrada principal, conocida como el portal del juicio final, hay relieves que supuestamente contienen pistas sobre la piedra filosofal, un concepto central en la alquimia que prometía la transformación de metales comunes en oro y la vida eterna.
Uno de los relieves muestra a una mujer sosteniendo una escalera de nueve peldaños, representando las etapas que un alquimista debe recorrer para alcanzar su objetivo.
Además, el símbolo del caduceo, asociado con Hermes, se encuentra en la catedral, sugiriendo conexiones ocultas entre la arquitectura y el conocimiento esotérico.
Las puertas de hierro de Notre-Dame, que parecen complejas incluso en la actualidad, fueron forjadas por un joven artesano llamado Biscornet.
La leyenda cuenta que su trabajo fue tan impresionante que muchos creyeron que había hecho un pacto oscuro para lograr tal belleza. Su muerte prematura alimentó aún más los rumores sobre la conexión sobrenatural de la obra.
El incendio de 2019 no solo dejó cicatrices en la catedral, sino que también desenterró secretos y misterios que habían estado ocultos por siglos.
Cada descubrimiento, desde los sarcófagos hasta las innovaciones arquitectónicas, redefine nuestra comprensión de la historia de Notre-Dame y su significado en el mundo.
La catedral, que ha sobrevivido a tantas adversidades, continúa siendo un símbolo de resiliencia y un tesoro de la humanidad, recordándonos que incluso en la destrucción, puede surgir un nuevo entendimiento y aprecio por el pasado.
