El imitador de Leonardo Favio, Sergio Moscoso, se conmovió hasta las lágrimas al descubrir que “Yo Me Llamo” homenajeó su faceta como pintor al exhibir varias de sus obras en una galería.
El más reciente capítulo de “Yo Me Llamo” dejó al público con el corazón en la mano y a los jurados completamente conmovidos.
Lo que se vivió con el imitador de Leonardo Favio, cuyo nombre real es Sergio Moscoso, se convirtió sin duda en uno de los momentos más emotivos y sorprendentes de la temporada.
Todo comenzó como una noche normal de gala, pero terminó revelando un costado desconocido del participante que impactó profundamente tanto al equipo de producción como a los televidentes.
Antes de que Moscoso subiera al escenario con su caracterización habitual, el programa preparó un segmento especial para mostrar una faceta íntima y casi secreta del concursante: su talento como pintor.
Aunque su impecable imitación del reconocido artista argentino ha sido su sello desde el inicio, nadie sabía que, fuera de los reflectores, también posee una sensibilidad artística que se expresa a través del lienzo y los pinceles.
Para resaltar este aspecto, la producción decidió llevarlo a una galería de arte donde, sin que él lo supiera, habían reunido varias de sus mejores obras.
Cuando Sergio entró en la galería y vio las pinturas dispuestas en un espacio que parecía rendirle homenaje, se quedó completamente paralizado. La emoción fue tan intensa que apenas pudo articular palabra.
“Eso me estremeció el corazón… quedé derretido, quedé paralizado, nunca me lo esperaba”, dijo con la voz quebrada mientras observaba cada cuadro, cada trazo, como si estuviera reencontrándose con una parte de sí mismo que había dejado en pausa.

El impacto emocional no terminó allí. Uno de los maestros del programa se acercó para analizar junto a él sus pinturas y conversar sobre su proceso creativo. La cercanía del momento, sumada a los recuerdos que evocaban las obras, terminó por desbordarlo.
Entre lágrimas, Sergio confesó que cada cuadro representaba una etapa complicada de su vida, llena de sacrificios, aprendizajes y sueños que había tenido desde pequeño. “Mientras yo pintaba, muchas cosas estaban pasando… cada sacrificio está ahí.
Cada cuadro me llena de alegría. Es un sueño que siempre tuve desde niño”, expresó mientras intentaba limpiarse el rostro.
La producción decidió entonces intensificar aún más el homenaje y le pidió al participante que creara una nueva pintura desde cero, en tiempo real, frente a cámaras y rodeado por el equipo del programa.
Contra todo pronóstico, el imitador demostró que su talento no era una casualidad. En cuestión de minutos trazó una obra que dejó boquiabiertos a los presentes. Su concentración, su técnica y la emoción que plasmó hicieron que el resultado fuera sorprendente.
Fue tal el impacto que Amparo Grisales, visiblemente conmovida, dijo que quería quedarse con la obra y terminó llorando al reconocer el enorme talento del participante, tanto como intérprete como artista plástico.
Con ese ambiente cargado de sensibilidad, llegó finalmente el turno de su presentación musical. Y aunque fue igualmente destacada, quedó claro que esa noche el foco había estado en su historia personal, en su sensibilidad y en la conexión profunda que mostró con su arte.
Sin embargo, su interpretación como Leonardo Favio también fue muy bien recibida por el público, reafirmando por qué se ha convertido en uno de los favoritos del concurso.

El público reaccionó con una ovación masiva y, al momento de revelar los resultados, el imitador se llevó los 60 millones de pesos que estaban en juego en ese capítulo, sumando aún más dinero a la bolsa de premios que ha logrado acumular durante la competencia.
Este triunfo no solo confirmó su talento indiscutible, sino también el cariño y respaldo que ha ganado semana tras semana.
La velada se convirtió automáticamente en una de las más memorables de la temporada. No solo por el llanto, la sorpresa o el homenaje, sino por el hecho de que el programa logró capturar un momento íntimo, humano y profundamente inspirador.
La imagen de Sergio Moscoso llorando frente a sus propias pinturas quedará en la memoria de los televidentes como un recordatorio de que detrás de cada imitador existe una historia real, un pasado lleno de luchas y una sensibilidad que va mucho más allá del escenario.
En definitiva, lo vivido con “Leonardo Favio” no solo mostró su talento como imitador, sino también su esencia como artista integral.
Su reacción genuina, su vulnerabilidad y la fuerza de sus recuerdos conmovieron a todos, convirtiendo esa gala en un capítulo inolvidable donde el arte, la emoción y la autenticidad se robaron el show.