¡INCREÍBLE REGRESO! María Corina Machado irrumpe desde el balcón del Gran Hotel en Oslo y emociona al cantar el himno de Venezuela

María Corina Machado reapareció públicamente en Oslo tras más de diez meses en la clandestinidad y fue recibida por decenas de venezolanos frente al Gran Hotel.

 

Entrega del Premio Nobel de la Paz, EN VIVO: "¡Oslo, aquí estoy!", María  Corina MachadoAsí fue el saludo de María Corina Machado desde Oslo: su primera aparición  pública tras más de un año en clandestinidad - Semana

 

Oslo — Tras más de 10 meses de silencio, de pasar a la clandestinidad y de sortear un cerco implacable impuesto por el régimen de Nicolás Maduro, la dirigente opositora venezolana María Corina Machado reapareció con una fuerza que estremeció a quienes la vieron este miércoles en el balcón del Gran Hotel, en pleno centro de Oslo.

La capital noruega —donde hoy le fue conferido el Premio Nobel de la Paz— se transformó por unos minutos en el escenario de un salto histórico: de la clandestinidad al reconocimiento internacional, de la persecución al aplauso.

Era ya de noche cuando decenas de venezolanos se congregaron frente al hotel. Sus rostros reflejaban incertidumbre, angustia, pero también esperanza.

Los murmullos crecían: “¿Será ella?”, “¿Realmente salió de Venezuela?”. Y de pronto, allá arriba, iluminada por focos, la silueta de María Corina se recortó contra el balcón. Una ovación estalló. Gritos, lágrimas, ese grito que llevaba meses reprimido: libertad.

Sin más presentación, con su mano derecha puesta sobre el pecho, María Corina entonó con voz firme y emocionada las primeras notas del himno nacional.

Al compás, quienes la rodeaban comenzaron a cantar, algunos con voz entrecortada, otros voceando con toda el alma: “Gloria al bravo pueblo que el yugo lanzó, la ley respetando, la virtud y honor.”

El viento gélido de Oslo no pudo apagar aquel canto fervoroso, cargado de nostalgia y al mismo tiempo de fe.

 

María Corina Machado hace su primera aparición pública fuera de Venezuela  tras horas de incertidumbre por su llegada a Oslo

 

Hubo quienes intentaron grabar con sus celulares, temiendo que aquello solo fuera un espejismo. Pero no había duda. Bajo los aplausos, los cánticos y las voces alzadas, María Corina valió por ella sola.

Una vez terminado el himno, levantó la mano saludando a la multitud. Una voz se alzó desde abajo, con torpeza de emoción, repitiendo: “¡Libertad! ¡Libertad! ¡Libertad!” El coro resonó, multiplicándose, rompiendo el silencio de la noche escandinava:

“¡Libertad! ¡Libertad!” Y en ese instante, más allá del frío aire nórdico, parecía vibrar todo un país en fuga, observando desde lejos, esperando que esa voz de resistencia volviera a escucharla.

Ella cerró los ojos por un instante, inhaló con fuerza, bajó la mano del pecho y asintió, como ratificando: sí, ese grito les pertenece a todos los venezolanos que no se rinden.

Nunca antes había sido tan clara la dimensión del acto: su presencia en Oslo no era sólo una aparición. Era una ruptura simbólica con el miedo impuesto.

Su canto, un acto político y profundamente humano; un canto de regreso, de memoria, de dolor… pero sobre todo de esperanza.

 

De la foto en el avión a saltar la valla frente al hotel: así fueron las  primeras horas de María Corina Machado en Oslo

 

Para muchos de los presentes, escucharla cantar el himno fue como volver a casa —aunque estuvieran a miles de kilómetros de Caracas, Maracaibo, Valencia o Barquisimeto.

Gente lloraba, otros abrazaban a desconocidos. Algunos recordaban a familiares exiliados, otros pensaban en los miles que aún sueñan con volver. Todos sentían, de pronto, que había algo en marcha.

El balcón del Gran Hotel se convirtió en un símbolo vivo: de lucha, de resistencia, de victoria. Su figura, en ese manto de luces, se veía altiva, desafiante. Sin estridencias, sin proclamas agresivas. Solo con su voz, sus gestos, su canto. Un canto libre. Un canto de dignidad.

Al terminar, la dirigente saludó una última vez, y luego desapareció por unos instantes tras las cortinas.

Pero el murmullo no acabó. La multitud seguía allí, con la mirada alzada al balcón, como esperando que volviera a aparecer, o que al menos de su voz saliera otro mensaje, otra señal.

Los presentes comentaban entre ellos: “Nunca imaginé verla así… tan fuerte.” Otro repetía: “Esto cambia todo. Esto nos da fuerza para seguir.”

La bandera venezolana —con sus colores gastados por el exilio— ondeaba al viento. Algunos la sostenían, otros la envolvían sobre sus hombros como un escudo, como un abrazo contra el abandono.

 

Así fue el saludo de María Corina Machado desde Oslo: su primera aparición  pública tras más de un año en clandestinidad - Semana

 

Para quienes han seguido su historia en los últimos meses —su decisión de mantenerse en clandestinidad, los rumores sobre su paradero, los videos breves y clandestinos—, aquella noche marcó el punto de inflexión.

Su reaparición significa que persistirán las voces disidentes, que la resistencia no ha muerto, y que la esperanza sigue viva.

Y es que no se trató solo de cantar. Se trató de mostrar que, aunque huidos, perseguidos, amenazas tras amenazas, las ideas no mueren. Que la fuerza de un pueblo puede reencarnar en forma de himno, de grito, de solidaridad.

Al retirarse del balcón, con pasos firmes, todavía entre bastidores, la imagen de María Corina quedó grabada: vestidos oscuros, semblante serio, mirada fija. Como quien sabe que su camino apenas comienza.

Y mientras los aplausos se fundían con el eco del himno lejano, una sola certeza se abría paso entre la multitud: en Oslo no solo se galardonaba una causa, se celebraba un retorno. Y en ese retorno había mucho más que su nombre: había el nombre de Venezuela.

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