Maya Berry Spear, hija de Mónica Spear, rompe el silencio 12 años después del asesinato de sus padres y relata su experiencia como sobreviviente.

Maya Berry Spear, hija de la inolvidable actriz y reina de belleza Mónica Spear, ha decidido finalmente hablar después de más de una década de silencio.
Desde el asiento trasero del carro aquel fatídico día, Maya fue testigo de cómo su mundo cambiaba para siempre, y durante años vivió con el peso de rumores, teorías y versiones contradictorias sobre la muerte de sus padres.
“Hay una parte de mí que nunca terminó de crecer porque estaba escondida detrás del silencio que otros construyeron para protegerme”, confesó.
Aunque apenas era una niña, recuerda cada instante con una claridad que hiela la sangre: cómo su madre intentaba protegerla, cómo todo ocurrió en cuestión de minutos y cómo la violencia arrebató la vida de sus padres sin darle opción alguna de defensa.
Maya ha escuchado durante años que todo fue obra de unos “pillos”, un simple robo que salió mal, pero ella sabe que la realidad era más compleja y cruel.
Desde versiones que hablaban de un plan premeditado hasta teorías que involucraban intereses oscuros detrás del crimen, la verdad completa nunca llegó.
“Crecí escuchando nombres que para muchos no significan nada, pero que para mí marcaron el final de mi familia”, afirmó, mientras relataba el tormento de vivir con la sombra mediática de la tragedia de sus padres.
Las negligencias en la investigación, los silencios incómodos y las especulaciones públicas hicieron que su infancia se desarrollara en medio de miedo, rabia y confusión.
:max_bytes(150000):strip_icc()/maya-5-651d2c89d15c4c0b9eedf6833b8dc56f.jpg)
A pesar de la notoriedad de sus padres y de las detenciones de algunos responsables, para Maya nunca fue suficiente.
“Lo único que puedo decir ahora es que aunque la ley haya caído sobre algunos culpables, la verdad completa aún pesa sobre nosotros y yo estoy aquí para seguir hablándola porque esa es la única manera de honrar su memoria”, dijo con firmeza.
Entre los responsables, Gerardo Contreras, conocido como “El Gato”, confesó su participación en el crimen, pero la joven asegura que ni su confesión ni las condenas aliviaron el dolor que sigue cargando.
Las heridas emocionales de Maya son profundas, porque el crimen no solo arrebató vidas, sino que destruyó la sensación de seguridad y la infancia que ella merecía.
Maya también revela cómo creció viendo que su madre era recordada más por la tragedia que por su talento y su vida.
Mónica Spear nació en Maracaibo y desde muy joven mostró un brillo particular que la llevó a conquistar escenarios, participar en Miss Venezuela y luego en Miss Universo, antes de convertirse en una actriz querida y respetada por su sensibilidad y su compromiso social.
Maya recuerda cómo su madre combinaba talento y humanidad, interpretando personajes que representaban luchas internas y realidades difíciles, y cómo a través de su trabajo buscaba inspirar y dar voz a quienes no la tenían.

La joven no oculta que la tragedia transformó su vida por completo, obligándola a adaptarse a nuevas figuras parentales y a reconstruir su mundo desde la ausencia.
Vivió con sus abuelos en Florida, luego con su tío y su esposa, quienes le brindaron la estabilidad y el cariño que necesitaba para crecer. “Ellos estuvieron ahí en mis 15 años, en cada logro, en cada paso hacia la persona que soy hoy.
Gracias a su apoyo pude crecer sin sentir que mi historia estaba destinada a la tragedia”, confesó. La resiliencia de Maya se forjó entre recuerdos dolorosos, la mediación de su familia y un deseo profundo de honrar la memoria de su madre a través de sus propias palabras.
La joven también recuerda con cariño y orgullo la carrera de su madre antes de la tragedia.
Mónica Spear no solo fue una mujer hermosa y talentosa, sino alguien que usó su visibilidad para abrir diálogos sobre temas sociales, representar a personas con discapacidad y empoderar a mujeres jóvenes a través de su ejemplo.
Maya describe cómo su madre logró equilibrar su carrera con la maternidad, dejando incluso un año de su trabajo para dedicarse a ella, demostrando que el amor y el sacrificio eran parte de su esencia.
El viaje a Venezuela que terminó en tragedia no era un simple retorno, sino un intento de reconciliación familiar y de reconexión con un país que su madre amaba profundamente.
Mónica quería recuperar su vida junto a su esposo, Thomas Henry Berry, y dar a Maya la experiencia de crecer en un hogar lleno de cariño y proyectos compartidos.
Esa oportunidad de renacer como familia se vio truncada por la violencia, y Maya quedó sola, enfrentando la magnitud de la pérdida y las especulaciones que surgieron alrededor del crimen.
:max_bytes(150000):strip_icc()/Screenshot2025-09-10at1.16.59PM-585095a71d374090b45afdbf7f2e3324.png)
Maya describe con detalle cómo su madre protegió su vida hasta el último momento, cómo ella sobrevivió gracias al sacrificio de Mónica y cómo la incertidumbre, los rumores y la cobertura mediática transformaron una tragedia personal en un espectáculo público.
La joven recuerda que incluso tras las detenciones y confesiones, la justicia nunca logró llenar los vacíos, ni devolverle a sus padres, ni devolverle su infancia perdida.
Aun así, Maya ha encontrado fuerza en su propia voz para contar su versión, para reconstruir su historia y para honrar el legado de su madre más allá de la tragedia.
Hoy, 12 años después, Maya Berry Spear se enfrenta al mundo con valentía, compartiendo su verdad con la claridad que solo la madurez puede otorgar.
Habla de la vida de Mónica Spear, de sus sueños, sus logros y su humanidad, recordando que detrás de la tragedia hubo amor, lucha y un ejemplo que merece ser recordado.
Maya no busca revivir el dolor, sino dar voz a lo que nunca se pudo expresar y mantener viva la memoria de una mujer cuya vida fue tan brillante como breve. Su relato es un testimonio de resiliencia, de memoria y de la necesidad de transformar el dolor en fuerza y legado.
La historia de Mónica Spear y de su hija Maya demuestra que el amor, el sacrificio y la búsqueda de justicia pueden trascender el tiempo, y que incluso en medio de la tragedia, la voz de quien sobrevive puede iluminar lo que la violencia intentó borrar.
Maya habla ahora, finalmente, no solo para recordar a su madre, sino para reclamar su propia vida y su derecho a contar lo que nadie más pudo decir con la verdad y el corazón abierto.