💔 Tito Rojas: El Gallo que Cayó por Excesos, Mujeres y Soledad | La Triste Verdad Detrás del Ídolo
Julio César Rojas López, mejor conocido como Tito Rojas, nació para ser leyenda.
Desde niño, el ritmo corría por sus venas gracias a sus abuelos, y aunque sus primeros pasos musicales fueron en la música navideña, el corazón rebelde de Tito lo
llevó a enamorarse del rock y las baladas.
Pero fue en la salsa donde encontró su voz… y su destino.
A los 17 años ya estaba en coros de Pedro Conga y poco después, Justo Betancourt lo bautizó con el apodo que marcaría su vida: “El Gallo Salsero”.
Desde entonces, Tito voló alto.
Pasó por agrupaciones clave como Conjunto Borincuba, Puerto Rican Power, y luego se lanzó al ruedo como solista.
Con cada paso, su fama crecía…
pero también sus vicios.
En los años 90, su carrera explotó con el álbum “Sensual”, una joya llena de temas que destilaban pasión y tristeza.
“Me mata la soledad”, “Tormenta de amor”, “Siempre seré”…
cada canción parecía sacada de su propia alma.
El compositor Manuel Benny Bonito fue clave, transformando una balada pop en lo que se convertiría en himno de Tito.
La música lo catapultó al estrellato, pero también encubría una vida personal plagada de excesos.
Tito era un volcán en tarima, pero fuera de ella, vivía en un huracán.
El alcohol, el tabaco y las mujeres lo acompañaban de gira en gira.
No era raro verlo llegar desorientado a sus presentaciones, como aquella infame noche en el homenaje a Héctor Lavoe, donde subió al escenario tan alterado que no
podía ni cantar.
El público lo abucheó, y ese fue solo uno de tantos episodios donde su vida privada saboteaba su carrera.
Las consecuencias no tardaron.
En 2001 sufrió un paro respiratorio y un infarto.
Los médicos le advirtieron que su cuerpo no aguantaría mucho más.
“O cambias o te vas”, fue el ultimátum.
Tito prometió bajarle, pero nunca pudo dejar del todo sus demonios.
En 2010 volvió a caer, esta vez por una bronquitis asmática y otro susto cardíaco.
Su hija contó que intentó disimular durante las fiestas navideñas, pero terminó en cuidados intensivos.
Entre recaídas, escándalos y presentaciones fallidas, Tito seguía siendo querido por el pueblo.
Su humildad lo hacía entrañable, y aunque no hablaba mucho de sus dolores, se notaba que cargaba con un vacío interior.
En entrevistas confesó que la soledad era su compañera constante y que muchas veces se sentía emocionalmente agotado.
Pero como buen artista, prefería cantarlo antes que llorarlo.
En el escenario era pura energía, pero en el camerino, Tito Rojas era otro.
Un hombre que sentía el peso de la fama, que se refugiaba en la bebida y en fiestas descontroladas para olvidar que por dentro también dolía.
Su frase recurrente era que las mujeres y el humo eran parte del “combo” que lo acompañaba…
y así se mantuvo hasta el final.
El 26 de diciembre de 2020, después de una cena familiar en Humacao, Puerto Rico, Tito se sintió mal.
Salió a tomar aire en su balcón y nunca regresó.
Un infarto fulminante lo apagó para siempre.
Lo encontraron sin vida, como si la vida le hubiese dicho basta mientras aún tenía melodías sin cantar.
Tenía 65 años.
Su muerte fue un golpe brutal para la salsa.
El “Gallo” que tantas veces gritó a pulmón pelao ahora era silencio.
Pero ni siquiera eso pudo apagar su legado.
Con más de 40 años de carrera, miles de seguidores y canciones que siguen sonando con fuerza, Tito Rojas dejó una huella imborrable.
Y como si el destino quisiera rendirle tributo eterno, un año después, gracias a inteligencia artificial, lo vimos “regresar” con el video de “Nadie es eterno”, que
emocionó a millones y recordó que la leyenda aún vive.
Pero detrás de los premios, de las nominaciones al Grammy, de las giras por Colombia, España y América Latina, quedó la historia real: la de un hombre que lo dio
todo en tarima, pero que se quebró en silencio.
Que bailó con la fama, se enamoró de las tentaciones y murió con la música aún vibrando en sus venas.
Tito Rojas fue más que un cantante.
Fue un espejo de lo que muchos artistas esconden detrás de las luces: vulnerabilidad, tristeza, adicciones y un deseo inmenso de ser amados más allá del escenario.
Y por eso, aunque el gallo se nos fue…su canto sigue resonando.
Porque, como él mismo decía: “Nadie es eterno”.
Pero algunos, como Tito, se vuelven inmortales.