El mundo del merengue está de luto tras la trágica muerte de Rubby Pérez, una de las voces más icónicas de este género musical que marcó una época en América Latina.
Su fallecimiento en un accidente ha dejado un vacÃo no solo en la República Dominicana, su tierra natal, sino en los corazones de millones de fanáticos que crecieron escuchando su música.
En medio de esta pérdida, Wilfrido Vargas, quien fuera su mentor y lÃder de la orquesta que catapultó a Rubby al estrellato, ha roto el silencio para compartir detalles inéditos sobre la relación profesional y personal que mantuvieron durante años.
La historia de Rubby Pérez y Wilfrido Vargas es una mezcla de gloria, tensiones y redención, marcada por momentos que definieron no solo sus carreras, sino también el legado del merengue.
Según Wilfrido, su primer encuentro con Rubby fue durante una gira en Barranquilla, Colombia, en la temporada de carnavales.
En aquel entonces, Rubby era un joven tÃmido y desconocido que apenas comenzaba a adaptarse a la dinámica de la orquesta.
Sin embargo, su talento innato pronto quedó en evidencia cuando interpretó “El africano” sin necesidad de partituras ni ensayos previos.
Este momento marcó el inicio de una carrera que cambiarÃa para siempre la vida de Rubby Pérez.
El éxito de Rubby Pérez con Wilfrido Vargas alcanzó su punto culminante con la grabación de “Volveré”, un tema que inicialmente no estaba destinado para él.
Según Wilfrido, la canción habÃa sido rechazada por otro cantante debido a diferencias ideológicas con la letra.
Fue entonces cuando Rubby, a pesar de estar agotado y con la voz adormecida, se presentó en el estudio y grabó una interpretación que dejó sin palabras a todos los presentes.
“Su voz no estaba cantando, estaba expresando emociones”, recuerda Wilfrido.
La canción no solo se convirtió en un éxito en la República Dominicana, sino que cruzó fronteras, consolidando a Rubby como una leyenda del merengue.
Sin embargo, no todo fue color de rosa en la relación entre Rubby Pérez y Wilfrido Vargas.
Uno de los episodios más oscuros ocurrió en diciembre de 1985, cuando Rubby, agotado tras una larga jornada de trabajo, pidió permiso para regresar a casa.
La respuesta de Wilfrido fue contundente: “Si quieres irte, ve, pero no vuelvas”.
Esta frase marcó el final de la colaboración entre ambos y dejó a Rubby en una situación precaria, sin trabajo y con una familia que mantener.
Pero como en toda gran historia, la adversidad se convirtió en una oportunidad.
Una llamada a las tres de la mañana de Bienvenido RodrÃguez, presidente de Karen Records, cambió el rumbo de la vida de Rubby.
Fue entonces cuando grabó “Volveré”, el tema que lo llevó a la cima y redefinió su carrera.
A pesar de las diferencias y tensiones que marcaron su relación, Wilfrido Vargas reconoce hoy el impacto de Rubby Pérez en el mundo del merengue.
En sus declaraciones, Wilfrido admite que subestimó el potencial de “Volveré” y que fue un error no confiar en el talento de Rubby desde el principio.
“Nadie podÃa cantar esa canción como él.
Nadie”, afirmó.
Este reconocimiento tardÃo no solo resalta la grandeza de Rubby como artista, sino también la importancia de valorar a las personas en el momento adecuado.
La muerte de Rubby Pérez ha reavivado el interés por su legado y ha llevado a muchos a reflexionar sobre el impacto de su música.
Canciones como “Volveré” no solo definieron una época, sino que también se convirtieron en himnos que trascendieron generaciones.
Su voz, descrita por Wilfrido como única e inigualable, sigue viva en cada rincón donde su música resuena, recordándonos que los verdaderos artistas nunca mueren, sino que viven a través de su arte.
En conclusión, la historia de Rubby Pérez es un testimonio de resiliencia, talento y pasión.
A pesar de los desafÃos y las caÃdas, logró levantarse y dejar una huella imborrable en el mundo del merengue.
Su relación con Wilfrido Vargas, aunque compleja, fue fundamental para su desarrollo como artista.
Hoy, mientras el mundo llora su partida, también celebra su vida y su contribución a la música.
Su legado es un recordatorio de que, incluso en los momentos más oscuros, siempre hay una luz que puede guiarnos hacia un nuevo comienzo.