Un tiroteo en una playa de Sydney durante la celebración de Hanucá dejó 11 muertos, incluyendo una niña de 12 años, y casi 30 heridos en apenas seis minutos.
Una tragedia sacudió a Australia cuando un tiroteo relámpago en una playa de Sydney durante la celebración de Hanucá dejó al menos 11 muertos, incluyendo una niña de apenas 12 años, y casi 30 personas luchando por sus vidas.
Lo que debía ser un evento familiar lleno de música, juegos y alegría se convirtió en un episodio de violencia brutal que ha conmocionado al país y al mundo entero.
Los presentes en la playa no entendían lo que estaba sucediendo. Entre gritos de pánico y el estruendo de los disparos, las familias corrían intentando ponerse a salvo.
“Estaba en el hotel, escuché como si fueran fuegos artificiales. Abrí las persianas para ver qué pasaba y vi cómo disparaban a una señora mayor que estaba en el suelo”, relató un testigo con voz temblorosa.
Otro agregó: “Vi también a un hombre mayor gravemente herido. No sabía qué pasaba. Todos corrían, había muchísimas balas y no sabíamos de dónde venían. Teníamos mucho miedo”.
Entre el caos, un civil decidió actuar por su cuenta y logró neutralizar a uno de los atacantes, mientras que el segundo fue abatido por las autoridades. En apenas seis minutos, la calma de la playa se transformó en un escenario de horror y muerte.
El evento atacado estaba pensado para celebrar Hanucá en un ambiente seguro para familias, con alrededor de 1000 asistentes disfrutando de conciertos y actividades recreativas.
Sin embargo, terminó convirtiéndose en un acto que ya es catalogado como antisemita, generando conmoción en la comunidad judía y en la sociedad australiana en general.

“Como musulmán me entristece porque algunos pensarán que todos los musulmanes somos así, que matamos gente.
No tenemos nada que ver con esto. Se supone que nadie debe matar a nadie”, declaró un testigo, intentando separar el acto de violencia de cualquier comunidad religiosa en particular.
Desde Israel, el primer ministro Benjamín Netaniahu confirmó que uno de sus conciudadanos murió durante el ataque y recordó que había advertido a las autoridades australianas sobre el aumento de ataques contra la comunidad judía en el país.
Por su parte, el primer ministro australiano Anthony Albanese declaró que ha ordenado la implementación de medidas inmediatas para prevenir nuevas tragedias. “Un ataque contra los judíos australianos es un ataque contra todos los australianos.
Hoy todos los australianos estamos devastados por este ataque a nuestra forma de vida. No hay cabida para este odio, esta violencia y este terrorismo en nuestra nación”, aseguró con firmeza.
El impacto de este ataque ha generado alerta internacional. En Nueva York, las autoridades incrementaron la presencia policial en eventos de Hanucá programados para la jornada, mientras que en Reino Unido se tomaron medidas de seguridad similares.
Tanto el primer ministro británico, Rishi Sunak, como el rey Carlos III, enviaron sus condolencias a las familias afectadas, mostrando la magnitud global de la conmoción causada por el tiroteo.

Testigos describen escenas desgarradoras: padres arrastrando a sus hijos lejos de los disparos, personas intentando cubrirse detrás de sombrillas y sillas, y un estruendo constante que mezclaba sirenas, gritos y disparos.
“No entendíamos nada. Todo pasó tan rápido, eran apenas unos minutos y ya había muertos en el suelo.
Nunca imaginé que algo así pudiera pasar en un lugar donde íbamos a celebrar y divertirnos”, narró otro asistente visiblemente afectado.
El ataque ha vuelto a poner en el foco internacional la preocupación sobre la seguridad de las comunidades judías, no solo en Australia sino en todo el mundo.
La combinación de odio, violencia y acceso a armas letales resultó en un episodio devastador que deja heridas profundas tanto físicas como emocionales en los sobrevivientes y sus familias.
La respuesta de las autoridades fue inmediata. Equipos de emergencia, policías y servicios médicos acudieron al lugar para atender a los heridos y asegurar la zona, mientras que el gobierno australiano reforzaba la vigilancia en toda la ciudad y en eventos comunitarios similares.
La rapidez con que se actuó logró que los atacantes fueran neutralizados antes de que la masacre se extendiera, pero el trauma y la pérdida ya estaban presentes.
Mientras la investigación continúa, los ciudadanos de Sydney y del resto de Australia expresan su indignación y tristeza.
La combinación de conmoción, miedo y solidaridad ha marcado el inicio de un periodo de luto nacional, con un llamado unánime a erradicar la violencia y proteger a todas las comunidades de actos similares en el futuro.
Este tiroteo no solo refleja la vulnerabilidad de los espacios públicos frente a la violencia, sino también la importancia de la conciencia social y la cooperación entre gobiernos y ciudadanos para prevenir tragedias.
La comunidad internacional sigue de cerca el caso, y las imágenes de la tragedia continúan circulando en medios y redes sociales, recordando la gravedad de un acto que ocurrió en solo seis minutos, pero que dejará cicatrices imborrables en la memoria colectiva.
El dolor de los sobrevivientes, la pérdida de vidas inocentes y la reacción inmediata de héroes civiles y autoridades dejan en evidencia tanto la fragilidad como la resiliencia de la sociedad frente a ataques motivados por odio.
En medio de la tristeza, la solidaridad y el apoyo mutuo emergen como respuesta a un hecho que nadie olvidará jamás.