Adolfo Ángel of Los Temerarios’ Worst Business Asked for $3,000,000

Adolfo Ángel, uno de los integrantes más reconocidos del grupo musical Los Temerarios, no solo ha enfrentado retos en el ámbito artístico sino también en el mundo de los negocios.

Uno de sus episodios más complicados y polémicos fue la compra de los derechos de la película *Sueño y realidad* por la suma de 3 millones de dólares, una inversión que terminó siendo un fracaso financiero y que marcó un antes y un después en la carrera del grupo.

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En este artículo, exploraremos a detalle esta historia, las circunstancias que la rodearon, y las lecciones que dejó para Adolfo y sus socios.

 

La película *Sueño y realidad* fue filmada en 1992 y estrenada en 1993, en plena etapa de éxito para Los Temerarios.

La idea original surgió del productor Rodolfo de Anda, quien, al observar la popularidad del grupo, decidió acercarse a Adolfo Ángel para proponerle un proyecto cinematográfico que, según él, sería un negocio redondo y muy rentable.

 

El guion fue desarrollado con la participación del grupo, y la filmación se llevó a cabo durante ocho semanas en la Ciudad de México, con la participación de alrededor de 100 personas, incluyendo técnicos, actores y todo el equipo necesario para la producción.

La película buscaba reflejar la realidad y los sueños del grupo, aprovechando su fama para atraer a un público masivo.

 

Cuando la producción estaba en marcha, alguien sugirió a Adolfo Ángel que comprara los derechos de la película a Rodolfo de Anda, el productor original.

La idea era que al adquirir los derechos, Adolfo podría controlar la distribución y los beneficios económicos del filme.

Sin embargo, esta decisión se tomó sin consultar a sus socios principales, Gustavo Ángel y Fernando, lo que generó tensiones internas.

 

El precio fijado para la compra fue de 3 millones de dólares, una cifra considerable que Adolfo tuvo que financiar mediante un préstamo bancario.

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Esta operación convirtió a Adolfo en productor ejecutivo de la película, un rol para el cual no tenía experiencia previa ni conocimientos específicos sobre la industria cinematográfica, lo que resultó ser un error estratégico.

 

Tras la compra de los derechos, Rodolfo de Anda continuó dirigiendo y produciendo la película, pero comenzó a aumentar significativamente los gastos.

Se incrementaron los salarios del personal, se añadieron horas extras y se mejoraron las condiciones para el equipo, lo que elevó el presupuesto original de manera considerable.

 

Estos gastos adicionales recayeron directamente sobre Adolfo, quien debía cubrirlos como productor ejecutivo.

La falta de experiencia y la confianza en el productor original llevaron a que los costos se dispararan, afectando la rentabilidad del proyecto.

 

A pesar de la promoción realizada, incluyendo premieres en ciudades importantes como Ciudad de México, Guadalajara y Monterrey, la película no logró recuperar la inversión realizada.

Los ingresos obtenidos en taquilla fueron insuficientes para cubrir el préstamo y los costos de producción.

 

Este fracaso financiero afectó no solo a Adolfo, sino también a sus socios Gustavo y Fernando, quienes tuvieron que asumir parte de la deuda para mantener la estabilidad del grupo.

La compra impulsiva y mal asesorada de los derechos se convirtió en una de las peores decisiones empresariales en la carrera de Los Temerarios.

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Cuatro años después, en 1996, Los Temerarios participaron en una segunda película titulada *La mujer de los dos*, producida por los señores Martínez Solares.

Esta producción contó con un presupuesto mucho menor y una logística más austera, buscando evitar los errores del pasado.

 

Aunque la calidad de los actores y la producción fue inferior a la primera película, esta segunda cinta logró ser más rentable, recuperando al menos parte de la inversión.

Los derechos pertenecían a los productores, quienes vendieron los derechos de transmisión a cadenas de televisión, lo que generó ingresos adicionales para el grupo.

 

Adolfo Ángel aprendió de esta experiencia y decidió no involucrarse directamente en la producción ni asumir riesgos financieros tan grandes, limitándose a colaborar como artista.

 

En algún momento se planeó una tercera película de Los Temerarios, incluso se comenzó a escribir el guion.

Sin embargo, debido a problemas internos dentro del grupo y a la inestabilidad del mercado, este proyecto nunca llegó a concretarse.

 

Las tensiones entre los miembros, la fatiga por las dificultades acumuladas y la falta de acuerdos con productores externos contribuyeron a que la idea quedara en el olvido, cerrando así un ciclo complicado en la relación del grupo con la industria cinematográfica.

 

La experiencia de Adolfo Ángel con la compra de los derechos de *Sueño y realidad* es un claro ejemplo de los riesgos que implica incursionar en negocios sin el conocimiento adecuado.

Aunque Los Temerarios contaban con fama y recursos, la falta de asesoría y la confianza en terceros llevó a pérdidas millonarias que pudieron haberse evitado.

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Este episodio también muestra la importancia de la comunicación y el consenso entre socios, ya que la decisión unilateral de Adolfo generó conflictos y afectó la estabilidad financiera del grupo.

 

Por otro lado, la segunda película y la intención de continuar en el cine reflejan el deseo del grupo por diversificar su carrera, aunque con mayor cautela y aprendizaje.

 

La historia de la compra de los derechos de la película *Sueño y realidad* por parte de Adolfo Ángel es una lección valiosa sobre la gestión empresarial y los desafíos que enfrentan los artistas cuando intentan expandir su carrera hacia otras áreas.

Aunque la inversión no resultó exitosa, Los Temerarios continuaron consolidándose como uno de los grupos más importantes de la música regional mexicana.

 

Este episodio también resalta la importancia de la experiencia y la asesoría profesional en proyectos de alto riesgo, así como la necesidad de mantener una comunicación abierta entre socios para evitar malentendidos y decisiones precipitadas.

 

Finalmente, la trayectoria de Los Temerarios demuestra que, a pesar de los tropiezos, el talento y la perseverancia pueden superar las dificultades, y que cada experiencia, buena o mala, es una oportunidad para crecer y aprender.

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