Rubby Pérez, uno de los nombres más emblemáticos del merengue, no solo dejó una profunda huella en la historia musical del Caribe, sino también una historia personal llena de secretos que, tras su fallecimiento, salieron a la luz para cambiar el modo en que el mundo lo recuerda.
Su muerte repentina, ocurrida durante una presentación en el popular centro nocturno Jet Set, sacudió a la comunidad artística.
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Sin embargo, más allá de la tristeza por su partida, fue una revelación inesperada la que capturó la atención del público: la existencia de un hijo no reconocido, fruto de un amor silencioso con una periodista venezolana.
Durante años, Rubby Pérez fue sinónimo de alegría, energía y ritmo.
Su poderosa voz y su presencia en el escenario lo convirtieron en uno de los artistas dominicanos más queridos y respetados.
Aunque su carrera estuvo marcada por la fama y los aplausos, su vida privada fue celosamente resguardada.
En medio de sus giras por América Latina, Rubby conoció a Mariana Colmenares, una joven periodista cultural venezolana con quien desarrolló una relación intensa pero discreta.
Lo que parecía ser un amor de paso terminó teniendo consecuencias duraderas, pues Mariana quedó embarazada.
El embarazo sorprendió a Rubby, quien en ese momento priorizaba su carrera.
Incapaz o poco dispuesto a asumir la responsabilidad, decidió cortar todo vínculo con Mariana, dejando atrás no solo una historia de amor truncada, sino también a un hijo que jamás llegó a conocer.
Carlos Colmenares nació en un entorno complicado, sin la presencia de su padre, y fue criado únicamente por su madre.
Mariana, a pesar del abandono, nunca habló con rencor sobre Rubby, pero tampoco ocultó la verdad a su hijo.

Carlos creció con el apellido de su madre y con la imagen distante de un padre famoso que parecía inalcanzable, presente únicamente a través de canciones y portadas de discos.
La infancia de Carlos no fue fácil.
Su madre, decidida a darle lo mejor, trabajó sin descanso para brindarle una educación digna.
Mientras tanto, el niño crecía rodeado de interrogantes sobre su identidad y su lugar en el mundo.
Aunque admiraba la música de su padre, también cargaba con el dolor del abandono.
A medida que pasaban los años, ese vacío fue formando en él una necesidad de respuestas, de justicia emocional, y quizás, también de reconocimiento público.
En el año 2024, Rubby Pérez sorprendió a todos al regresar a Venezuela, país que había dejado atrás hacía décadas.
Fue un viaje silencioso, sin conciertos ni entrevistas.
Lo que muchos no sabían era que el verdadero motivo de su visita era reencontrarse con Mariana.
Fue un encuentro tenso y emotivo.
No se sabe con certeza qué palabras se intercambiaron, pero sí se supo que Rubby dejó un sobre cerrado sobre la mesa del comedor.

Desde ese momento, comenzaron a surgir especulaciones: ¿era una carta? ¿Un documento legal? ¿Un reconocimiento de paternidad? Lo cierto es que Rubby se marchó de nuevo sin ver a Carlos, quien no se encontraba en casa ese día.
La muerte de Rubby, ocurrida poco después de su regreso a República Dominicana, generó un revuelo que fue más allá del ámbito artístico.
Al difundirse la noticia del fallecimiento, Carlos Colmenares decidió dar un paso que había postergado durante años: enfrentarse a su pasado y hacer valer su historia.
Sin buscar escándalos ni atención mediática, asistió al funeral de su padre y se mantuvo al margen, observando desde la distancia a la familia que nunca lo reconoció.
Fue en ese momento que algunas personas comenzaron a preguntarse por su identidad.
Pronto, los rumores se convirtieron en noticia, y los medios empezaron a investigar quién era este joven que afirmaba ser hijo de Rubby Pérez.
Carlos, decidido a reclamar su lugar legítimo, se presentó ante una notaría con toda la documentación que pudo reunir.
Fotografías antiguas, cartas manuscritas de su madre y, lo más importante, un examen de ADN que confirmaba su vínculo biológico con el artista.
Sin embargo, lo que debía ser un proceso legal claro y transparente, se complicó al descubrirse que el testamento de Rubby había desaparecido misteriosamente.
Aquel sobre que dejó en la casa de Mariana nunca volvió a aparecer, y las versiones de su contenido se multiplicaron sin que nadie pudiera confirmar nada.

La batalla por la herencia comenzó entonces, no solo en los tribunales, sino también en los medios de comunicación, donde la figura de Carlos dividió opiniones.
Algunos lo apoyaron, viendo en él a un joven valiente que luchaba por su identidad y por un derecho que le correspondía.
Otros, sin embargo, lo acusaron de oportunismo, insinuando que solo aparecía por interés económico.
La familia reconocida de Rubby se mostró hermética y evasiva ante las preguntas de la prensa, mientras que Carlos insistía en que su búsqueda no era solo por lo material, sino también por cerrar un capítulo personal que llevaba demasiado tiempo abierto.
La historia de Rubby Pérez y Carlos Colmenares no es simplemente un escándalo más del mundo del espectáculo.
Es una historia profundamente humana, que habla del amor, el abandono, la identidad y la necesidad de ser reconocidos.
Rubby, con toda su gloria artística, también fue un hombre con errores y decisiones difíciles.
Su legado musical seguirá brillando, pero también quedará marcado por esa herencia en la sombra que aún espera justicia.
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