😱🔥 “Algo no encaja”: las últimas horas de Maradona como nunca fueron contadas

 El día que el mundo se detuvo: los secretos, el caos y la verdad detrás del final de Diego Armando Maradona

 

Diego Maradona estaba en su casa de Tigre, Buenos Aires, bajo supuesta vigilancia médica.

Anulan el juicio por la muerte de Maradona tras el escándalo por un  documental grabado en secreto

Hacía solo tres semanas se había sometido a una cirugía por un hematoma subdural en la cabeza, una operación delicada que había salido bien.

“Diego está fuerte, recuperándose”, decían los médicos, los familiares, los medios.

Pero lo que nadie sabía era que su entorno se había convertido en un caos, una mezcla de abandono, descontrol y excesos disfrazados de cuidados.

En los días previos, las señales eran alarmantes.

Maradona dormía mal, apenas comía, y alternaba momentos de lucidez con crisis emocionales.

La MUERTE De DIEGO MARADONA como NUNCA te la CONTARON! (Documental)

Testigos aseguran que pedía ver a sus hijas y que lloraba con frecuencia.

Su círculo más íntimo —una combinación de médicos personales, asistentes, enfermeros y acompañantes— intentaba mantener las apariencias.

“No querían que se supiera que Diego estaba mal”, declaró después uno de los investigadores.

El 25 de noviembre comenzó como un día normal dentro de la rutina en la casa del barrio San Andrés.

Diego se levantó tarde, alrededor de las 10:30.

Desayunó apenas un mate y un par de galletas.

A las 11:30, una de las enfermeras lo vio recostarse nuevamente.

Minutos después, el silencio.

DOCUMENTAL | LA VERDAD SOBRE LA MUERTE DE MARADONA

Un silencio que todavía retumba en la memoria de quienes estuvieron ahí.

Cuando finalmente entraron a su habitación, Maradona ya no respondía.

Estaba pálido, frío, sin signos vitales.

Las llamadas desesperadas a los servicios de emergencia llegaron demasiado tarde.

“Cuando lo tocamos, ya no había nada que hacer”, relataría luego uno de los paramédicos.

El informe oficial fue claro: paro cardiorrespiratorio.

Pero detrás de esa frase médica se escondía una historia de descuido.

La autopsia reveló algo que indignó al mundo: Diego estaba solo, medicado de forma irregular y sin monitoreo constante.

No tenía equipo de reanimación cerca, no había un médico presente al momento de su colapso y, peor aún, se detectaron sustancias psicotrópicas en su cuerpo que no debían combinarse con los sedantes que le habían recetado.

Fue un cóctel mortal.

Conmoción mundial: así reflejaron los portales del planeta la muerte de Diego  Maradona | Crónica | Firme junto al pueblo

La investigación posterior destapó lo que muchos llaman “la trama de la muerte”.

Su médico de cabecera, Leopoldo Luque; su psiquiatra, Agustina Cosachov; y varios enfermeros fueron imputados por homicidio culposo.

Se descubrió que hubo manipulación de registros, falsificación de reportes y negligencias graves.

En uno de los audios filtrados, un integrante del equipo médico decía con tono irónico: “Parece que se va a morir Diego, ja.

” Esa burla se transformó en una prueba clave del desinterés con el que fue tratado uno de los hombres más importantes de la historia del deporte.

Pero lo más doloroso es cómo se vivieron esas horas en su entorno.

Mientras el cuerpo de Maradona yacía en la cama, algunos asistentes llamaban a familiares y amigos sin saber qué decir.

Otros, en pánico, intentaban borrar mensajes y limpiar la escena.

Afuera, la noticia comenzaba a correr.

Giampiero Mughini: "sbagliato santificare Maradona" - La Zanzara 26.11.2020  - YouTube

A las 12:50, los portales ya confirmaban lo impensable: Murió Diego Armando Maradona.

Argentina entera se paralizó.

En las calles, el llanto era colectivo.

Personas de todas las edades salieron a las plazas, encendieron velas, cantaron su nombre.

Pero mientras el país lloraba, las dudas crecían.

¿Por qué un hombre que estaba bajo “vigilancia médica constante” murió solo? ¿Por qué no había una ambulancia fija en su residencia? ¿Por qué nadie actuó a tiempo?

Las grabaciones y los testimonios revelaron que Maradona llevaba semanas pidiendo ayuda.

Sufría dolores intensos, ansiedad, y una sensación de soledad devastadora.

“Me estoy muriendo por dentro”, habría dicho días antes a un amigo.

Aun así, quienes debían cuidarlo prefirieron callar, temerosos de contrariarlo o perder su trabajo.

Los investigadores concluyeron que su entorno creó una “burbuja de abandono”, donde nadie tomaba decisiones por miedo o conveniencia.

Fue un círculo vicioso que terminó sellando su final.

“Murió en las peores condiciones posibles”, declaró la fiscal Laura Capra.

“Sin la atención médica mínima que requería su estado.

Y así, el hombre que desafió a los poderosos, que levantó copas imposibles y que se convirtió en mito, murió solo, rodeado de indiferencia.

Su partida no fue la de un ídolo en paz, sino la de una víctima de su propio entorno, traicionado por quienes decían amarlo.

Las imágenes de su funeral recorrieron el mundo: el féretro cubierto con la bandera argentina, la multitud gritando su nombre, las lágrimas que parecían eternas.

Pero entre la devoción y la tristeza, flotaba una pregunta que aún duele: ¿quién mató a Maradona?

Hoy, casi cinco años después, el juicio sigue en marcha.

Ocho personas enfrentan cargos, pero ninguna sentencia parece suficiente para devolver lo que se perdió ese día.

Cada detalle que sale a la luz refuerza la sensación de que Diego no murió… lo dejaron morir.

En el fondo, su historia final refleja la tragedia de un hombre que fue demasiado grande para su propio mundo.

Amado, adorado, pero también devorado por la fama, la presión y los errores de quienes lo rodeaban.

Y aunque el mito de Maradona sigue vivo —en los murales, en los estadios, en cada grito de gol—, su muerte sigue siendo una herida abierta.

Una herida que recuerda que incluso los dioses caen… y que a veces, el mayor enemigo no está en la cancha, sino en casa.

Porque la historia de Diego Armando Maradona no terminó aquel 25 de noviembre.


Comenzó ese día, cuando el mundo entendió que su corazón dejó de latir, pero su leyenda, en cambio, nunca morirá.

 

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