Entre lágrimas, el esposo de Paulina Tamayo rompe el silencio: así fueron los últimos días de la “Dama del Pasillo” 💔🎶
El Ecuador entero todavía siente el vacío que dejó Paulina Tamayo, la voz inconfundible que marcó generaciones. Pero detrás de los aplausos, los reconocimientos y el cariño del público, hubo una historia de amor, lucha y dolor que pocos conocían. Su esposo, profundamente conmovido, rompió el silencio para hablar —entre lágrimas— de los últimos años de vida de la cantante y del duro proceso que ambos enfrentaron juntos.

“Ella era fuerte, pero también era humana”
En una entrevista reciente, el esposo de Paulina recordó cómo su relación estuvo marcada por una mezcla de amor profundo y desafíos constantes. “Paulina era una mujer de carácter, apasionada y honesta. Amarla era fácil, pero acompañarla en su entrega total por la vida no siempre lo era. Tenía una energía inmensa y un sentido de la justicia que la hacía enfrentarse incluso a sí misma cuando algo no estaba bien.”
La describió como una mujer intensa, con un espíritu libre e independiente, que no soportaba la falsedad. “Nunca aceptaba medias verdades. Su autenticidad era su mayor virtud, pero también su mayor peso. A veces se exigía demasiado, y eso le pasaba factura.”
Una lucha silenciosa contra la enfermedad
Durante sus últimos años, Paulina enfrentó una insuficiencia cardíaca congestiva, una enfermedad progresiva que afecta la capacidad del corazón para bombear sangre adecuadamente. Los médicos le recomendaron reposo, cambios en su dieta y un control riguroso, pero su pasión por la vida y el escenario no le permitió detenerse del todo.
“Había días en los que apenas podía respirar y aun así se levantaba a ensayar o a cantar. Me decía: ‘Si dejo de hacerlo, dejo de vivir’. Su voz era su manera de resistir al dolor”, relató su esposo.
Los síntomas —fatiga extrema, hinchazón en las piernas, palpitaciones, dificultad para dormir— fueron empeorando con el tiempo. Sin embargo, Paulina se negaba a mostrarse débil. “Frente al público era siempre luz, sonrisa, perfección. Pero cuando llegábamos a casa, yo veía el cansancio en su mirada. Había noches en que no dormía, solo respiraba profundo y me decía: ‘No te preocupes, mañana estaré mejor’. Siempre pensaba en los demás antes que en ella.”

El amor y la familia como su refugio
Su esposo y su hija fueron su soporte emocional. “Durante ese tiempo, nos volvimos uno solo. Mi vida giraba en torno a ella. Aprendí a medirle el pulso, a reconocer sus gestos, a saber cuándo el dolor era más fuerte. Nuestra casa se convirtió en un refugio de amor, de fe y de esperanza.”
Pese a las limitaciones físicas, Paulina mantenía una rutina de meditación, lecturas y pequeños paseos por el jardín. “Le encantaban las flores y los animales. Decía que mirar el cielo cada mañana le daba fuerzas. Aunque su cuerpo se debilitaba, su espíritu seguía siendo indomable.”
También tuvo que enfrentarse a rumores sobre su salud, algo que la afectó profundamente. “Ella era muy reservada. No quería que la gente la viera como una enferma, sino como una artista. Le dolía leer cosas falsas, pero nunca perdió la calma. Decía que la verdad no necesitaba defensa.”
“Nunca perdió su alegría”
Pese a las dificultades, Paulina nunca dejó de sonreír. Sus amigos más cercanos relatan que seguía cantando en reuniones familiares, y que incluso en los momentos de mayor debilidad buscaba transmitir paz.
“Un día, cuando ya estaba muy delicada, me tomó la mano y me dijo: ‘No llores. No quiero que recuerdes mi enfermedad, quiero que recuerdes mis canciones’. Fue su forma de despedirse, sin drama, sin miedo, solo con amor.”
Su esposo recordó que los últimos meses fueron de reflexión. “Ella hablaba mucho del sentido de la vida, del valor de la gratitud. Decía que el tiempo era el verdadero lujo, que lo importante no era cuánto se vive, sino cómo se vive.”

El legado de una mujer valiente
Paulina Tamayo dejó una huella imborrable no solo en la música ecuatoriana, sino en todos los que la conocieron. “Era un ser humano luminoso. Nos enseñó que la fuerza no está en no caer, sino en levantarse una y otra vez, incluso cuando el cuerpo ya no puede más”, afirmó su esposo.
Hasta el final, Paulina mantuvo su dignidad y su sentido de propósito. Se preocupaba por su familia, por su público y por dejar una enseñanza: la vida, incluso en medio del dolor, siempre merece ser celebrada.
“Su último gesto fue sonreírme”, contó su esposo, con la voz quebrada. “Esa sonrisa me dijo más que mil palabras. Me dejó la paz de saber que cumplió su misión: amar, cantar y vivir con el corazón.”
Hoy, el Ecuador la recuerda no solo como “La Dama del Pasillo”, sino como una mujer que transformó la adversidad en arte y el dolor en esperanza. 💐
Su voz puede haberse apagado, pero su eco seguirá vivo en cada nota que alguna vez cantó y en cada corazón que tocó.