“No puede saber que estoy viva”: El Impactante Caso de Rachael, Karen y Nicola

La frase “No puede saber que estoy viva” resume el terror silencioso de Rachael Watts, una de las sobrevivientes más extraordinarias de una de las investigaciones criminales más largas y tortuosas del Reino Unido. Su historia está intímamente ligada a los brutales asesinatos de dos niñas de nueve años —Karen Hadaway y Nicola Fellows— en Brighton, Inglaterra, un caso que conmocionó a toda una nación y quedó conocido como los Babes in the Wood murders.
Lo que hace que este caso sea aún más escalofriante es cómo el mismo asesino terminó volviendo a atacar, lo que puso en evidencia graves fallos policiales y dejó una marca permanente en las víctimas, las familias y la justicia británica.
📍 Un día común que terminó en tragedia
El 9 de octubre de 1986 quedó grabado como uno de los peores días en la historia criminal de Brighton. Dos mejores amigas, Nicola Fellows y Karen Hadaway, ambas de 9 años, salieron a jugar cerca de su casa en el barrio de Moulsecoomb. Sin prestar atención a advertencias de adultos para que no fueran a Wild Park, las niñas desaparecieron esa tarde.
Tras una intensa búsqueda que movilizó a vecinos, helicópteros y unidades policiales durante más de 24 horas, sus cuerpos fueron encontrados al día siguiente en una zona boscosa del parque. Las niñas habían sido violadas y estranguladas, asesinadas por alguien que se aprovechó de su inocencia y vulnerabilidad.
🕵️ Un sospechoso que se infiltró en la búsqueda
Desde el principio, las sospechas recayeron en Russell Bishop, un joven local de 20 años conocido por su mirada inquietante hacia las niñas del vecindario. En una de las escenas más perturbadoras del caso, Bishop incluso se presentó como voluntario en la búsqueda de las niñas desaparecidas, llegando a ofrecer a su perro para rastrear huellas.
A pesar de las sospechas y del comportamiento extraño de Bishop, errores forenses graves —como la falta de recolección de huellas dactilares, pruebas de sangre o análisis adecuados de las marcas en los cuerpos— llevaron a que fuera absuelto en 1987 por falta de evidencia concreta.
La absolución permitió que Bishop quedara en libertad, una decisión que tendría consecuencias devastadoras.
☠️ La brutal agresión contra Rachael Watts: “No puede saber que estoy viva”
Cuatro años después de la muerte de Karen y Nicola, la misma persona que la policía había dejado libre volvió a atacar. En 1990, Rachael Watts, entonces una niña de 7 años, fue abordada en la calle por un desconocido mientras patinaba tras salir a comprar golosinas.
El hombre —Russell Bishop— la secuestró atropelladamente, la llevó a una zona remota de Devil’s Dyke y la atacó sexualmente, la estranguló y la dejó por muerta entre la maleza. Milagrosamente, Rachael sobrevivió, aunque gravemente herida. Su historia no solo conmovió, sino que resultó clave para resolver el caso de las niñas asesinadas años antes.
La frase “No puede saber que estoy viva” —usada en relatos mediáticos sobre el caso— refleja el miedo profundo que Rachael vivió al descubrir que el hombre que la había herido era el mismo que la policía había dejado libre tras el asesinato de dos niñas pequeñas.
⚖️ Justicia demoró décadas
El ataque a Rachael movilizó nuevamente a las autoridades a investigar exhaustivamente el caso. Con el tiempo, gracias a pruebas de ADN modernas y un análisis más riguroso de evidencia forense, Bishop fue nuevamente acusado y, esta vez, condenado por los asesinatos de Karen Hadaway y Nicola Fellows, más otros crímenes.
No fue hasta décadas después que la justicia encontró respaldo suficiente para responsabilizarlo legalmente de los hechos atroces de 1986.
🧠 Impacto duradero y reflexión
El caso de Rachael, Karen y Nicola es un recordatorio doloroso de varias verdades difíciles:
Errores policiales pueden tener consecuencias graves, como la liberación temprana de personas peligrosas.
La perseverancia de sobrevivientes como Rachael, que rompió el silencio y ayudó a identificar a su atacante, fue fundamental para corregir una injusticia histórica.
Los avances en tecnología forense (como el ADN) pueden ser decisivos décadas después, en casos que parecían imposibles de resolver.
📌 Conclusión
El caso de Rachael, Karen y Nicola no es solo una historia criminal. Es una narrativa que mezcla tragedia, error institucional, resiliencia y redención. Tras años de silencio, Rachael contó su historia, enfrentó su miedo y jugó un papel crucial para asegurar que un asesino sexual responsabilizado por múltiples crímenes finalmente enfrentara justicia.
La frase “No puede saber que estoy viva” no es solo una declaración de supervivencia: es un eco de valentía, de una víctima que no se dejó enterrar por completo, y cuyo testimonio ayudó a cerrar uno de los casos más estremecedores del crimen británico reciente.