Amor, engaño y muerte: la oscura verdad detrás del temido “Mata Novias”
Su rostro no llamaba la atención.
Era el típico hombre que cualquiera podría cruzarse en la calle, el que saluda con cortesía y sonríe con calma.
Así comenzó la historia de Jorge Luis González, el sujeto al que los medios bautizaron como “El Mata Novias”, tras una serie de crímenes tan fríos como meticulosos.
Su modo de operar era siempre el mismo: seducía, enamoraba, manipulaba… y luego desaparecía junto con las mujeres que caían en su red.
Lo que más estremeció a México no fueron solo los asesinatos, sino la frialdad con la que mantenía una vida doble.
Ante sus amigos, era un hombre normal, un trabajador más.
Con sus víctimas, un amante apasionado.
Pero cuando la relación llegaba a su punto más intenso, la tragedia se desataba.
La primera desaparición que levantó sospechas fue la de Mariana, una joven universitaria que había conocido a Jorge Luis a través de redes sociales.
Al principio todo parecía perfecto: cenas, flores, promesas, fotos en pareja.
Pero tras unos meses, Mariana desapareció sin dejar rastro.
Su familia inició una búsqueda desesperada, hasta que el horror se reveló en un pequeño departamento de la Ciudad de México.
La policía encontró restos humanos escondidos entre paredes y pertenencias personales que pertenecían no solo a Mariana, sino a otras dos mujeres.
A partir de ese momento, la figura del “Mata Novias” se convirtió en el símbolo del terror moderno.
La investigación reveló una red de mentiras tejida con precisión escalofriante.
Jorge Luis utilizaba múltiples identidades, borraba rastros digitales y cambiaba de domicilio con frecuencia.
En su teléfono, los agentes hallaron mensajes amorosos a distintas mujeres, enviadas con apenas minutos de diferencia.
Una doble vida perfectamente calculada.
En uno de los mensajes, enviado días antes de su captura, escribió: “Nadie me entiende.
El amor siempre termina mal.
” Ese mensaje se convirtió en la clave de su perfil psicológico.
Los expertos en criminología lo describieron como un psicópata funcional, alguien que podía fingir emociones sin sentirlas realmente.
“Era un hombre que no mataba por impulso, sino por control”, explicó una de las investigadoras del caso.
“Su placer estaba en tener poder sobre sus víctimas, en decidir cuándo y cómo terminaba la historia.
” Lo más perturbador del caso fue la manera en que mantenía la fachada de un hombre normal incluso después de sus crímenes.
Se presentaba en reuniones, hacía publicaciones en redes sociales, hablaba de amor y soledad, mientras los cuerpos de sus víctimas seguían ocultos.
Su habilidad para mentir lo volvió casi invisible para la justicia durante años.
Cuando finalmente fue capturado, su mirada heló a los presentes.
No mostró remordimiento, ni sorpresa.
Solo dijo una frase que aún hoy eriza la piel: “Ellas sabían quién era yo.
” Esa declaración, captada por las cámaras, se volvió viral.
Era la confesión más fría que México había escuchado.
Los familiares de las víctimas exigieron justicia mientras el país entero seguía el juicio con morbo e indignación.
Cada detalle que salía a la luz —los mensajes, los videos, los objetos personales— mostraba un nivel de perversidad que parecía sacado de una historia de terror.
Pero no lo era.
Era real.
Los psicólogos que lo evaluaron concluyeron que no padecía un trastorno mental incapacitante.
Era plenamente consciente de sus actos.
Y esa fue, quizás, la parte más aterradora.
Durante el juicio, su defensa intentó presentar los crímenes como “arrebatos de emoción”, pero las pruebas fueron contundentes: cada asesinato había sido planeado.
Jorge Luis fue condenado a cadena perpetua, aunque para muchos, ninguna sentencia bastaba para compensar el dolor.
En redes sociales, su caso desató un debate feroz sobre el peligro de las relaciones digitales, la manipulación emocional y la violencia de género.
“El Mata Novias” se convirtió en una advertencia, una historia que marcó un antes y un después en la percepción del amor y el peligro.
Hoy, años después, su nombre sigue siendo sinónimo de horror.
Las familias de las víctimas viven con la herida abierta, mientras el país recuerda a aquel hombre que, con una sonrisa amable y palabras dulces, escondía el alma de un depredador.
Y aunque la justicia lo encarceló, el eco de su historia sigue resonando como un recordatorio brutal: detrás del amor aparente, a veces, se oculta la oscuridad más profunda.
Porque “El Mata Novias” no fue solo un asesino.
Fue la personificación del engaño, la muestra de que el mal puede usar cualquier rostro… incluso uno que promete amor.