Miguel Palmer, uno de los actores más emblemáticos y reconocidos de la televisión mexicana, cuya carrera abarcó más de cuatro décadas y más de 40 producciones, vivió un destino marcado por el éxito profesional y profundas tragedias personales.
Su vida, que comenzó en un entorno familiar vinculado a la medicina, estuvo plagada de altibajos que culminaron en un abandono cruel y un maltrato que terminaron por arrebatarle la vida en condiciones deplorables.
Este artículo busca repasar su trayectoria artística, sus luchas personales y las circunstancias que rodearon su triste final.

Miguel Palmer nació en un hogar donde la medicina era la tradición familiar, pero desde muy joven mostró una inclinación natural hacia las artes escénicas y la música.
A pesar de la oposición férrea de su padre, quien consideraba que la actuación no era una carrera digna, Palmer encontró en un colegio dirigido por religiosas el espacio ideal para desarrollar su talento.
Allí participó en múltiples obras teatrales, destacando por su carisma y expresividad.
A los 17 años, comenzó su carrera en la radio local de Villahermosa, lo que le dio sus primeras nociones de fama y reconocimiento.
Sin embargo, su padre le impuso la condición de graduarse en medicina antes de dedicarse plenamente al arte, lo que lo llevó a trasladarse a la Ciudad de México para estudiar en la UNAM.
La tragedia golpeó pronto su vida personal: la pérdida de un hijo no nacido y la muerte de su padre marcaron un punto de inflexión que lo liberó de la promesa y le permitió dedicarse por completo a la actuación.
Miguel Palmer se consolidó como un actor versátil y talentoso, especialmente conocido por interpretar villanos memorables en telenovelas clásicas como *Mundo de Juguete*, *Viviana*, *Bodas de Odio*, *El Maleficio* y *Los ricos también lloran*.
Su capacidad para dar vida a personajes complejos y matizados le valió el respeto y la admiración del público y sus colegas.

Durante su carrera también vivió relaciones personales intensas y dolorosas. Se casó con la actriz Maite Carol, con quien tuvo a su hija Valeria Palmer, quien continuó su legado en la actuación.
Más adelante, enfrentó la pérdida de un hijo en un mes de nacido, un golpe que lo sumió en una profunda tristeza.
Su vida sentimental estuvo marcada por altibajos y conflictos, incluyendo una relación prolongada y controvertida con Edith Clean, que terminó en disputas legales.
A partir de 2019, la salud de Miguel Palmer comenzó a deteriorarse notablemente.
Fue hospitalizado por un dolor abdominal intenso, aunque logró recuperarse y regresar a casa. Sin embargo, la pandemia de COVID-19 agravó su situación.
Su pareja, Edith Clean, dejó de visitarlo alegando temor a contagiarlo, lo que lo dejó prácticamente solo y sin el cuidado necesario.
En medio de este abandono, su hija Valeria recibió una llamada que cambiaría todo: su padre había solicitado ingresar a un asilo para actores retirados, lugar que él siempre había rechazado.
Al visitar su casa, Valeria encontró a su padre en condiciones alarmantes: desnutrido, deshidratado, con la piel verdosa y los labios amoratados.
Estaba prácticamente inmovilizado en una silla de ruedas, bajo el cuidado de dos hombres que no le brindaban la atención adecuada.

La situación que encontró Valeria fue desgarradora. Su padre presentaba signos claros de maltrato y negligencia.
Durante su estancia hospitalaria, se descubrió que Miguel había sufrido dos infartos cerebrales que no fueron tratados adecuadamente.
Además, denunció que fue amarrado a la cama en varias ocasiones, supuestamente para evitar que se moviera debido a su inquietud, lo que ella interpretó como un acto de agresión física.
Mientras tanto, Edith Clean negó cualquier acusación de abandono o maltrato, alegando que su relación con Miguel había terminado antes de que su salud empeorara y responsabilizó a Valeria por la falta de cuidado.
Esta disputa desembocó en un proceso legal por la custodia y responsabilidad del actor, con acusaciones cruzadas entre ambas mujeres.
Miguel Palmer pasó siete meses internado, tiempo durante el cual su estado físico se deterioró progresivamente a pesar de los tratamientos médicos y transfusiones de sangre.
El 18 de octubre de 2021, a los 78 años, falleció tras sufrir dos paros cardíacos consecutivos.
Su muerte no solo significó la pérdida de una figura icónica de la televisión mexicana, sino que también dejó pendientes legales y familiares.
La disputa entre Valeria y Edith continuó, esta vez posiblemente centrada en asuntos testamentarios y de herencia.
La vida de Miguel Palmer fue una mezcla de éxito profesional y tragedias personales. Perdió a dos hijos, enfrentó divorcios y problemas de salud que afectaron sus últimos años.
Sin embargo, su legado artístico permanece vivo, recordado por su talento y dedicación en más de 30 telenovelas que forman parte de la historia de la televisión mexicana.
Su historia también pone en evidencia la vulnerabilidad de las figuras públicas una vez que dejan los reflectores, y cómo el abandono y la negligencia pueden transformar vidas brillantes en tragedias invisibles para el público.
La lucha de su hija Valeria por denunciar el maltrato y buscar justicia es un llamado a la conciencia sobre el cuidado y respeto que merecen las personas mayores, especialmente aquellas que han entregado su vida al arte y la cultura.
Miguel Palmer fue mucho más que un actor; fue un hombre que enfrentó con valentía las adversidades y que dejó una huella imborrable en el mundo del entretenimiento.
Su trágico final nos recuerda la importancia de valorar y cuidar a quienes nos han dado tanto a través de su trabajo y dedicación.
Que su historia sirva para honrar su memoria y para impulsar un cambio en la forma en que la sociedad trata a sus mayores y a sus leyendas vivientes.
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