En las luces tenues de un estudio en Miami, donde el eco de melodías pasadas se entremezcla con el bullicio de la vida cotidiana, Enrique Iglesias decidió abrir un capítulo largamente guardado.
El 10 de octubre de 2025, coincidiendo con un momento de reflexión personal, el cantante español, ahora con 50 años cumplidos, concedió una entrevista exclusiva que sacudió las redes y los titulares internacionales.
Allí, con voz serena y mirada fija, admitió que él y su pareja de toda la vida, Anna Kournikova, esperan su cuarto hijo, confirmando las especulaciones que durante meses habían circulado en círculos cercanos y foros de fans.
“Sí, es verdad.
Estamos expandiendo la familia una vez más”, dijo, reconociendo lo que muchos intuían por fotos veladas y ausencias prolongadas en eventos públicos.
Esta revelación, pronunciada con una sencillez que contrasta con su trayectoria de éxitos globales, pone fin a un velo de privacidad que la pareja ha mantenido durante más de dos décadas.
Para entender esta confesión que entrelaza fama, amor y paternidad, es necesario remontarse a los orígenes de un artista que emergió de las sombras de un apellido ilustre para forjar su propio legado.

Madrid, en la primavera de 1975, bullía con el fin del franquismo y el amanecer de una nueva era democrática.
Un telón de fondo que enmarcó el nacimiento de Enrique Miguel Iglesias Preysler el 8 de mayo en una clínica de la capital española.
Hijo del icónico cantante Julio Iglesias y de la modelo hispanofilipina Isabel Preysler, Enrique entró al mundo en un hogar donde la celebridad ya era moneda corriente.
Sus primeros años transcurrieron en una mansión del barrio de Puerta de Hierro, rodeado de lujos sutiles, jardines amplios para correr, niñeras atentas y visitas esporádicas de figuras del jet-set.
Sin embargo, esta fachada de opulencia ocultaba tensiones familiares.
El matrimonio de sus padres, unido en 1971, se deshilachaba bajo el peso de las giras interminables de Julio y la vida social de Isabel.
Enrique, el menor de tres hermanos, junto a Chábeli y Julio Jr., absorbía el ambiente con una sensibilidad precoz, jugando con vinilos de su padre que resonaban en las habitaciones vacías.
El divorcio en 1978, cuando Enrique apenas tenía tres años, fracturó este universo.
La separación, anunciada en revistas del corazón, dejó a los niños bajo el cuidado inicial de su madre, pero el miedo a la inestabilidad social marcó un giro dramático.
En 1981, el secuestro de su abuelo paterno, Julio Iglesias Puga, por la banda terrorista ETA, sembró pánico en la familia.
Ante el riesgo, Julio Iglesias decidió llevar a sus hijos a Miami en 1982, separándolos de Isabel.
Enrique, con siete años, aterrizó en una mansión de Coral Gables, donde el sol floridano contrastaba con la grisura madrileña.
Su niñera, Elvira Olivares, se convirtió en figura materna sustituta, mientras su padre, absorbido por conciertos mundiales, aparecía como un visitante fugaz.
Estos años forjaron en él una independencia temprana y una melancolía que más tarde se reflejaría en su música.

Los 90 marcaron el despegue de Enrique en un panorama musical dominado por el pop latino y el crossover anglosajón.
Para evitar el peso del apellido Iglesias, adoptó el seudónimo Enrique Martínez, presentándose como guatemalteco en audiciones por Latinoamérica.
En 1994 firmó con Fonovisa y lanzó su álbum homónimo en 1995, una colección de baladas que capturó la esencia juvenil.
Temas como “Si tú te vas” y “Experiencia religiosa” escalaron al tope de las listas Billboard latinas.
Este éxito inicial marcó el inicio de una carrera que lo llevaría a convertirse en uno de los artistas más influyentes de su generación.
La esfera íntima de Enrique siempre ha navegado entre el escrutinio mediático y un deseo de privacidad, un equilibrio precario en una familia de celebridades.
En 2001, durante el rodaje del video “Escape”, conoció a la tenista rusa Anna Kournikova, entonces en la cima de su carrera deportiva.
Su química en pantalla trascendió a la realidad, evolucionando en una relación estable lejos de los flashes.
Anna, retirada del tenis en 2003 por lesiones, encontró en Enrique un compañero que valoraba su independencia.
Juntos se instalaron en una mansión en Miami, un refugio con vistas al mar donde cultivaron una vida discreta.
La paternidad llegó en 2017 con los mellizos Nicholas y Lucy, nacidos el 16 de diciembre.
Un anuncio sorpresa que tomó al mundo por sorpresa.
Enrique, en una rara declaración, expresó: “Ser padre es el mayor hit de mi vida”.
La llegada de Mary en enero de 2020 profundizó su dinámica familiar.
Fotos familiares en Instagram mostraban momentos cotidianos como paseos en barco o juegos en la playa.
Enrique pausó conciertos para priorizar la familia, un cambio que analistas ven como madurez tardía.

Rumores persistentes sobre un cuarto hijo circulaban desde 2024, basados en ausencias de Anna en eventos y publicaciones veladas.
Enrique, protector de su intimidad, evitaba confirmaciones hasta que la evidencia, una foto familiar en agosto de 2025, avivó el fuego.
Esta discreción, un escudo contra el acoso mediático, ha fortalecido su vínculo, pero también generado mitos que la reciente revelación disipa.
El 10 de octubre de 2025, en una entrevista transmitida por una cadena latina desde Miami, Enrique Iglesias decidió poner fin a meses de especulaciones.
Sentado en un sofá minimalista con el océano Atlántico de fondo, el cantante de 50 años miró directamente a la cámara y confirmó: “Sí, Anna y yo estamos esperando nuestro cuarto hijo”.
Esta admisión, simple pero cargada de emoción, respondió a lo que fans y medios intuían.
La noticia, filtrada inicialmente por fuentes cercanas en agosto, había generado un torbellino de rumores, desde confirmaciones en revistas hasta debates en foros en línea.
Reacciones inmediatas inundaron las redes.
Celebridades como Pitbull y Ricky Martin enviaron felicitaciones, mientras fans compartían memes sobre el “hit familiar”.
Medios como Hola y People reportaron avistamientos en Miami, como un paseo en barco familiar post anuncio donde la pareja lucía relajada.
Analíticamente, esta confesión representa un punto de inflexión.
Enrique, históricamente reservado, elige la transparencia en un momento de madurez.
Influenciado por su propia infancia fragmentada, prioriza la unidad familiar.
Anna, extenista que abandonó la fama por la privacidad, complementa esta visión.
Rutinas diarias de yoga prenatal y juegos con los niños fortalecen su rol.
El anuncio coincide con el fin de su gira “The Trilogy Tour”, sugiriendo un paréntesis para la paternidad.
Esta ruptura del silencio, lejos de ser un capricho, fortalece su imagen auténtica, transformando sospechas en celebración colectiva.
La confesión de Enrique ha reverberado en múltiples esferas, desde el ámbito personal hasta el cultural, redefiniendo su rol no solo como artista, sino como padre y compañero.
A los 50 años, Enrique Iglesias consolida un legado que trasciende charts, premios y récords.
Su familia, ahora en expansión, añade profundidad humana a su narrativa artística.
Con Anna como constante, navega esta nueva fase con optimismo, planeando pausas para la crianza que podrían inspirar un álbum introspectivo.
¿Qué opinas? ¿Esta revelación fortalecerá su carrera o lo impulsará hacia un retiro definitivo? Comparte tus pensamientos en los comentarios.