🧥🔥 ‘No sé si me arrodillé o grité’: María Sorté revive el día en que casi pierde a su hijo — y el mundo vio por primera vez a la estrella temblar
Cuando María Sorté apareció por primera vez en la televisión mexicana, el país entero quedó cautivado.
Su belleza, su dulzura, su talento natural.
Parecía destinada a reinar los hogares para siempre.
Pero nada es para siempre.
Detrás del brillo, María escondía una historia marcada por renuncias, pérdidas… y un dolor que ni los reflectores más potentes pudieron disimular.
Hoy, más de cinco décadas después, el personaje se desvanece, la madre sufre, y la mujer —aquella mujer que fue ídolo— guarda un silencio que pesa como un luto.
Su historia empezó en Camargo, Chihuahua, no como actriz, sino como estudiante de medicina.
Quería sanar cuerpos, pero terminó curando almas en televisión.
Un giro inesperado la llevó al Instituto Andrés Soler, donde una decisión sin retorno cambiaría su destino.
Pero lo que nunca cambió fue su esencia: una mujer fuerte, entregada, siempre madre antes que celebridad.
Con su voz cantó, con su rostro enamoró y con su presencia marcó una era dorada en la pantalla chica.
De Frente al Sol, Por Amor, Abandonada.
Cada telenovela era una extensión de su vida, cada lágrima en escena era el eco de una verdad privada.
Pero nada en la ficción se compara con lo que viviría como madre.
El 28 de junio de 2020, mientras el país aún estaba atrapado en la sombra del confinamiento, María recibió la llamada que ninguna madre debería contestar.
Su hijo, Omar García Harfuch —el rostro de la seguridad nacional— había sido emboscado en un atentado casi cinematográfico.
50 hombres armados, balas por centenares, sangre en la calle… y su hijo dentro de una camioneta acribillada.
El corazón de María se congeló.
El miedo, ese que ya habitaba en ella desde hacía años, se materializó en forma de pantalla encendida y noticia de último momento.
“Salté como una araña asustada”, dijo después.
Y desde ese día, cada amanecer es una batalla contra la ansiedad.
Porque no importa cuántos premios hayas ganado, ni cuántas portadas hayas protagonizado.
Cuando una madre teme perder a su hijo, el mundo deja de importar.
María lo confesó con voz temblorosa: “Sin fe, me habría vuelto loca.”
Hoy, aunque aparece ocasionalmente en alguna telenovela —como Vencer la culpa o Las hijas de la señora García—, su brillo es distinto.
No por falta de talento, sino por exceso de cicatrices.
Su rostro ya no actúa, confiesa.
Sus ojos ya no brillan solo por emoción, sino por lágrimas que se ocultan tras cada toma.
Muchos la llaman “la suegra de México”, con ternura y respeto, por el lugar que Omar ha ocupado en la vida pública.
Pero nadie se detiene a pensar en lo que implica ser madre de un hombre que vive amenazado de muerte.
La actriz que alguna vez bailó con Cantinflas hoy camina sola entre rumores de desaparición.
En junio de este año, las redes explotaron con la falsa noticia de que María Sorté estaba desaparecida.
El pánico fue instantáneo.
Pero no fue más que un silencio prolongado que la gente interpretó como ausencia.
Ella lo aclaró con una foto y un mensaje sereno: “No lo crean.
Estoy bien, tranquila y feliz.
” Pero ¿realmente lo está?
Porque la tristeza no siempre se grita.
A veces se esconde detrás de una sonrisa profesional.
Y en el caso de María, esa tristeza tiene nombre: soledad.
Viuda desde 1998, marcada por el miedo constante que rodea a su hijo, y rodeada de una industria que ha olvidado a sus leyendas en vida, su historia es la de muchas mujeres que un día fueron aplaudidas…
y hoy solo son recordadas cuando se viraliza un rumor.
María Sorté lo ha dado todo: carrera, alma, maternidad, fe.
Incluso su legado como madre se volvió público, expuesto, idealizado.
Pero pocos saben lo que ella misma ha tenido que callar.
En entrevistas recientes, ha confesado que aún le ruega a su hijo que deje su cargo, que viva, que respire, que la acompañe un poco más.
Pero también reconoce, entre susurros, que ya no tiene control.
“Hay que aprender a soltarlos”, dice con resignación.
Como si sus propias manos se rindieran ante una realidad implacable.
Y, sin embargo, la fortaleza permanece.
En cada oración que publica en redes.
En cada saludo que ofrece a técnicos de Televisa que la vieron crecer como estrella.
En cada lágrima que se traga en lugar de dejar correr.
Hoy, María Sorté no está desaparecida.
Pero tampoco está completa.
Está en pie.
Pero desgastada.
Está presente.
Pero silenciada.
Y aunque dice estar feliz, su historia, contada en voz baja, deja una sensación inquietante.
Como si la actriz estuviera viviendo su escena final… en cámara lenta, sin aplausos, sin reflectores.
Solo con su fe.
Solo con sus recuerdos.
Solo con su miedo.
Así es como vive ahora María Sorté.
No con glamour.
No con tragedia abierta.
Sino con esa tristeza callada que no necesita maquillaje.
Porque algunas actrices no mueren en pantalla.
Se apagan en la vida real.