En el mundo del teatro y el cine británico, pocas relaciones han sido tan complejas y fascinantes como la que une a Judi Dench y Maggie Smith.

Dos leyendas vivientes, íconos del arte dramático, cuyas carreras se entrelazaron durante más de medio siglo, marcadas por una mezcla de respeto, admiración, rivalidad y silencios que Hollywood y la prensa intentaron ocultar.
A sus 89 años, Dame Judi Dench ha decidido abrirse y compartir la verdad detrás de esa relación que muchos solo conocían a medias.
Mientras el público veía a Judi Dench como el alma gentil y maternal del teatro británico, la realidad entre bastidores era mucho más compleja.
Judi misma confesó en un momento de brutal honestidad que Maggie Smith tiene “rincones oscuros a los que no puedo llegar”.
La prensa británica, ávida de historias sensacionales, pintó a ambas como amigas inseparables, compartiendo tazas de té y risas, pero la verdad era que detrás de las luces existía una red de rivalidad silenciosa y competencias feroces que solo salieron a la luz décadas después.
Judi Dench admitió que si alguien lograba hacer que sus manos temblasen antes de salir al escenario, esa era Maggie Smith, una fuerza de la naturaleza que intimidaba incluso a los actores más veteranos.
Esta rivalidad se gestó en los años 60, en el Teatro Nacional bajo la dirección de Laurence Olivier, donde Maggie, joven y afilada, no era la típica actriz sumisa.
Su inteligencia y carácter fuerte desafiaban la autoridad, lo que llevó a tensiones notorias, incluyendo una leyenda no confirmada de una bofetada entre Olivier y Maggie tras una discusión durante un ensayo.

La tensión entre Maggie Smith y Olivier fue solo el comienzo.
En los años siguientes, Maggie se enfrentó a otras grandes actrices como Vanessa Redgrave y Helen Mirren, en duelos artísticos que alimentaron la narrativa mediática de “duelo de reinas”.
Aunque en público ambas se mostraban cordiales, el silencio y las miradas gélidas entre bastidores alimentaban el misterio y la leyenda.
El perfeccionismo de Maggie era legendario.
Directores y compañeros de escena recuerdan cómo podía detener una obra minutos antes de empezar para corregir una línea que no sentía verdadera.
No se trataba de ego, sino de una devoción casi religiosa al arte, que imponía un estándar inalcanzable para muchos.
Esta exigencia la convirtió en una guerrera del escenario, dejando cicatrices y una reputación de ser difícil, aunque sus amigos la describían simplemente como alérgica a la mediocridad.
Fuera del escenario, Maggie Smith enfrentó desafíos personales profundos.
Su tormentoso matrimonio con Robert Stevens, marcado por el alcoholismo y la inestabilidad emocional, dejó heridas invisibles que solo sus cercanos pudieron ver.
Stevens intentó suicidarse, y la prensa cruelmente culpó a Maggie, etiquetándola injustamente como la “mujer de hielo”.
En lugar de abrirse, Maggie se cerró, protegiendo su vida privada con ferocidad y dejando que los rumores y malentendidos crecieran.

A principios de los 2000, Maggie enfrentó otra batalla, esta vez contra el cáncer.
Mientras filmaba escenas intensas en la saga de Harry Potter, luchaba en silencio contra la enfermedad, soportando los efectos de la quimioterapia sin que el público lo supiera.
Su regreso al trabajo tras el tratamiento mostró una mujer marcada pero indestructible, aunque decidió alejarse del teatro por honestidad consigo misma y respeto por su arte.
Si Maggie era el silencio impenetrable, Judi Dench era todo lo contrario: una mujer directa, a veces demasiado honesta, que no temía expresar sus opiniones, aunque eso le trajera controversias.
Su sinceridad la llevó a ser malinterpretada en varias ocasiones, como cuando defendió a Kevin Spacey o expresó dolor por su caída en desgracia.
Judi ve la vida en tonos de gris, separando a la persona de sus errores, una postura que no siempre es comprendida.
Su consejo a jóvenes actores fue contundente: “No intenten parecer profundos. Si no lo sienten de verdad, el público lo sabrá.” Esta franqueza la hizo querida y temida a la vez, una madrina del escenario que no tolera la mediocridad.
Durante décadas, la prensa británica intentó vender la idea de una rivalidad feroz entre Judi Dench y Maggie Smith, creando titulares y rumores que alimentaron la idea de enemistad.
Sin embargo, la realidad fue muy distinta.
Ambas compartieron una amistad rara, profunda y resistente, basada en el respeto mutuo y la comprensión de la soledad que conlleva la fama y la exigencia artística.

Se cuenta que en momentos difíciles, como cuando Maggie enfrentaba el cáncer, Judi estuvo a su lado sin fanfarrias, solo con la presencia cálida y silenciosa que solo una verdadera amiga puede ofrecer.
Y cuando Judi comenzó a perder la vista, Maggie se convirtió en sus ojos, cuidándola con discreción y cariño.
Judi Dench y Maggie Smith no fueron rivales, sino compañeras de trinchera en un mundo que muchas veces busca enfrentar a las mujeres poderosas entre sí.
Su historia es un testimonio de lealtad, fortaleza y amor artístico que trascendió los rumores y las falsas narrativas.
Cuando Maggie Smith falleció, Judi expresó un dolor profundo y sincero, reconociendo que había perdido no solo a una amiga, sino a una parte fundamental de su vida y carrera.
Su amistad, que duró más de 60 años, es un ejemplo de cómo la verdad y la humanidad pueden prevalecer frente a la superficialidad de los medios.