Un códice maya perdido en México ha sido finalmente descifrado gracias a la inteligencia artificial, revelando símbolos, ilustraciones y calendarios astronómicos de hace casi 900 años.

Durante décadas, un pequeño libro maya permaneció olvidado en un museo de México, sus páginas llenas de símbolos que parecían indecifrables.
Nadie podía leerlos, y la mayoría de los estudiosos lo descartaron como un posible fraude, especialmente por su procedencia misteriosa:
había salido de colecciones privadas sin una excavación arqueológica documentada y parecía mucho más simple que los célebres códices europeos. Sin embargo, la llegada de la inteligencia artificial cambió todo.
Gracias a miles de escaneos y modelos de patrones, los símbolos comenzaron a revelar sus secretos, línea por línea, mostrando ilustraciones de personas, animales y deidades sobrenaturales, todas rodeadas de complejos sistemas numéricos y calendáricos que registraban eventos astronómicos y rituales antiguos.
El Códice Maya de México es un manuscrito hecho de papel de corteza de higuera, doblado en forma de acordeón y cubierto con una fina capa de yeso de sulfato de calcio, distinta del yeso de cal usado en los otros códices europeos.
Cada página mide aproximadamente entre 12 y 19 centímetros y estaba diseñada para facilitar la lectura por sacerdotes y escribas.
Los científicos modernos confirmaron mediante análisis de pigmentos, fibras vegetales y datación por radiocarbono que el manuscrito tiene alrededor de 900 años, lo que lo convierte en el códice legible más antiguo de las Américas.
Los pigmentos utilizados, como el negro de carbón, la hematita roja y el azul maya, provienen de técnicas prehispánicas originales, imposibles de replicar de manera convincente con materiales modernos.

El contenido revela una compleja relación entre los ciclos de Venus y los rituales y actos bélicos de los mayas. Venus no era solo un astro brillante en el cielo:
aparecía como estrella matutina o vespertina y sus ciclos de 584 días marcaban momentos de guerra, sacrificios y ceremonias.
Cada página sigue un patrón claro: una columna de nombres de días, un anillo numérico superior y la imagen central que muestra el acto a realizar. Los números y símbolos guían la secuencia de eventos y actúan como un calendario preciso.
Las páginas sobrevivientes muestran escenas dramáticas, desde dioses enfrentando cautivos, hasta deidades de la muerte sosteniendo cabezas decapitadas, rituales de guerra y ceremonias sagradas vinculadas con movimientos celestiales.
El códice demuestra un dominio absoluto de la técnica y un propósito práctico.
Las líneas anchas marcan columnas de números, mientras que los trazos finos delinean figuras y detalles. No se trata de un libro decorativo, sino de una herramienta funcional que permitía a los mayas organizar y predecir eventos en sincronía con Venus y otros ciclos sagrados.
Las grietas y ondulaciones de las páginas indican su antigüedad y muestran cómo el manuscrito sobrevivió a daños por humedad e insectos, así como al manejo humano durante siglos.

La historia de su descubrimiento es tan sorprendente como su contenido. El códice llegó a manos de un coleccionista mexicano en la década de 1960, quien lo encontró en una cueva secreta junto a otros artefactos mayas, incluyendo máscaras y cuchillos ceremoniales.
Fue expuesto brevemente en Nueva York en 1971 y conocido como el “Códice Groer” antes de ser devuelto a México.
Durante décadas permaneció fuera de la vista de los académicos, y la controversia sobre su autenticidad persistió hasta que estudios modernos con tecnología avanzada confirmaron que era genuino, más antiguo que los códices Dresde, Madrid y París, y creado con técnicas y materiales auténticos de la época prehispánica.
El códice no solo es una joya histórica, sino también un testimonio del profundo conocimiento astronómico y ritual de los mayas.
La secuencia de imágenes y símbolos revela cómo los antiguos predecían el comportamiento de Venus y cómo este influía directamente en la toma de decisiones, desde ataques militares hasta sacrificios y ofrendas.
Cada acto ilustrado está vinculado a fechas exactas, mostrando un sistema sofisticado que combina arte, numerología y astronomía de manera magistral.
Aunque solo sobreviven diez páginas, cada una sigue el mismo patrón de claridad y precisión.
Los dioses se presentan con fuerza y determinación, los cautivos aparecen en posiciones de sumisión o sacrificio, y los guerreros y templos se muestran en escenas de conflicto y ceremonia.
Incluso los momentos de violencia extrema, como la decapitación, se registran con detalle y propósito.
Las últimas páginas muestran ceremonias de ofrendas y la presencia de entidades divinas que supervisan la vida y la muerte, reforzando la idea de que los mayas concebían la historia como un ciclo donde los astros y los dioses determinaban el destino de la humanidad.
El redescubrimiento del Códice Maya de México representa un hito en la arqueología y en el entendimiento de la civilización maya.
Por primera vez en casi un milenio, los secretos de un manuscrito que sobrevivió a saqueos, humedad y el escepticismo académico salen a la luz, gracias a la combinación de tecnología moderna e inteligencia artificial.
Cada símbolo descifrado es un puente hacia un mundo donde los dioses, los astros y los humanos estaban íntimamente conectados, y donde el conocimiento antiguo sigue sorprendiendo y desafiando nuestra percepción de la historia.
Este hallazgo no solo amplía nuestro conocimiento sobre la astronomía y los rituales mayas, sino que también subraya la importancia de preservar y estudiar los pocos códices que sobrevivieron, cada uno una ventana única a un pasado complejo y fascinante.
La IA ha hecho posible lo que parecía imposible: leer la voz de los mayas a través de los siglos y comprender la precisión, la devoción y la visión de una civilización que todavía nos habla desde sus antiguos pergaminos.